Adiós a Arcadi Oliveres, el economista que quería un mundo más justo
Defensor de la "otra política", se significó en luchas como el pacifismo y la antiglobalización
Los movimientos sociales han perdido hoy a una de sus voces más queridas –y respetadas–. Arcadi Oliveres (Barcelona, 1945), economista de formación y pacifista por convicción, ha muerto a los 75 años. Significado en luchas como el No a la guerra, el 0,7%, la antiglobalización o la objeción fiscal al gasto militar, Oliveres fue una de las voces que en 2011 se situó de manera más clara junto al movimiento 15-M, convencido de que hacía falta una democracia más directa. Ejerció de profesor de economía aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y presidió durante 13 años Justícia i Pau, una entidad que trabaja por la defensa de los derechos humanos, la justicia social y la paz. También presidió la Fundació Universitat Internacional de la Pau. Después de que a finales de enero le diagnosticaran un cáncer de páncreas, pasó sus últimos días en su casa, donde recibió -él hubiera matizado que recibiendo no, sino queriendo- muchísimas visitas. “Estos días son días felices, me siento muy querido” dijo al ARA en una entrevista.
La utopía sí es posible
Oliveres creía firmemente que otro mundo era posible y así lo defendió siempre. Era infatigable, iba donde fuese para compartir sus ideas y su lucha por las desigualdades y el desarme. Visitó centenares de institutos para invertir los discursos oficiales y explicar que hay utopías posibles. En Un altre món (Angle Editorial) lo decía claramente: "¿Es posible otro mundo? Creo que sí. Y creo que, además, es necesario ante la acelerada degradación de nuestro planeta. Vivimos inmersos en unos sistemas de relaciones de poder, de control y de vínculos que nos abruman cada día". Aun así, él era una persona optimista: "Lejos del pesimismo más pasivo, soy de aquellos a los que les gusta encontrar notas de optimismo, aunque cada día recibimos impactos negativos, aunque el cambio no sea de hoy para mañana". Si hay intenciones, explicaba, ya hay un comienzo para cambiar las cosas.
Los cambios, sin embargo, no son posibles si no se está bien informado. Oliveres era experto en relaciones norte-sur, comercio internacional, deuda externa y economía de defensa y un lector voraz de la prensa internacional. Tenía una gran hemeroteca y conservaba prácticamente todos los ejemplares de Le Monde.
Honesto y consecuente
En sus libros no solo proponía cambiar las cosas sino que también explicaba cómo hacerlo. Daba vueltas y vueltas a las alternativas que podían hacer posible un mundo más justo y las explicaba siempre con un gran entusiasmo. Oliveres fue una persona extremadamente honesta y coherente. Muy crítico con el sistema capitalista y el consumismo desaforado, llevaba a la práctica sus ideas. Siempre decía, con aquellos ojos apacibles que tendían a sonreír, que se compraba la ropa de segunda mano y su casa era extremadamente austera. Fue también una persona muy generosa en todos los aspectos, nunca tenía un no para nadie.
Eligió siempre sus caminos, unos caminos heredados en buena medida por su entorno familiar, puesto que fue educado por un padre pacifista y catalanista y una madre extremadamente vital que batalló para hacer mejoras de barrio. De pequeño, uno de sus profesores fue Lluís Maria Xirinachs, que el primer día de clase les dijo que aquello no era una clase sino una república. Otro profesor determinante fue Francesc Botey, un escolapio que pasaba largas temporadas en el Tercer Mundo. Recibió una educación más progresista que la época que le tocó vivir. La universidad la vivió en plena revolución de Mayo del 68 y en un momento en el que en Cataluny afloraba con fuerza la lucha antifranquista.
Ahí también tuvo profesores que lo influyeron mucho como Jordi Nadal o Manuel Sacristán. Fue activista desde muy joven. El año 1976 participó en la Marxa per la Llibertat, por la que fue detenido. A menudo recordaba de esta época, que fueron los últimos años del franquismo, la noche del 26 de septiembre del 1975. Al día siguiente de madrugada fusilaron a Juan Paredes Manot, también conocido con el apodo de Txiqui. Oliveres formaba parte de la campaña contra la pena de muerte y lo intentó todo para evitarlo, incluso llamar al Vaticano. "Des de esa noche del 1975 en la que fusilaron a Txiki, cada 26 de septiembre duermo mal", decía.
El año 2013 impulsó, junto a la monja Teresa Forcades, el Procés Constituent de Catalunya y dos años después recibió la propuesta de liderar la candidatura de Catalunya Sí que es Pot en el Parlament. La descartó. "Yo nunca me he imaginado de diputado", explica ahora en el libro Paraules d’Arcadi. Què hem après del món i com podem actuar.
Él se dedicaba a la "otra política", la que se hace fuera de la institución para intentar cambiar las cosas. De hecho, ya en los momentos posteriores al estallido del 15-M, pedía a los indignados, en una entrevista al ARA , que no se convirtieran en un partido y entraran en política: "Sería su muerte". Optimista convencido, creía que otro mundo era posible y que valía la pena intentarlo hasta el final.
Se doctoró en ciencias económicas en Universitat de Barcelona, a pesar de que antes intentó estudiar ingeniería para satisfacer a su padre. Durante los años de estudiante se implicó mucho en las asambleas clandestinas del Sindicat Democràtic d'Estudiants de la Universitat de Barcelona y participó en la Caputxinada del 1966. Más tarde entró a militar en la organización Cristians pel Socialisme, en Pax Christi y en la entidad Justícia i Pau, que presidiría durante tres mandatos.