DIVERSIDAD

"¿Es niño o niña? Será lo que quiera ser"

Hablamos con dos familias que han decidido criar a sus infantes sin imponerles un género

BarcelonaDesde el momento en que se hace público el embarazo, una de las preguntas más recurrentes es si será niño o niña. Laura [nombre ficticio] y su pareja, Pere, lo resolvían con un: “Es un bebé y será lo que quiera ser”. Carmen, que también prefiere no dar su nombre real, y su pareja, acostumbraban a responder: “No lo sabemos, ya nos lo dirá cuando hable”.

Las dos familias han decidido criar a sus infantes sin asignarles un género concreto y han escogido nombres neutros que, en los dos casos, empiezan por vocal, lo que también les permite apostrofar el artículo en catalán y no marcar el género.

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Laura y Pere –una pareja cisgénero y heterosexual– no querían “etiquetar” a su bebé desde el nacimiento y empezaron por el nombre para que así, en un futuro, no tuviera problemas para identificarse con cualquier género. A Aran, que ahora tiene dos años, le hablan indistintamente en masculino o femenino. “Qué valiente que eres” o “Qué guapo estás” son frases que coexisten en su día a día. Ponen a su disposición cuentos, juguetes y ropa diversa para que pueda elegir libremente. De este modo quieren evitarle el peso de los estereotipos. “Ahora todo le va bien y le ofrecemos dos opciones de todo. No le estamos diciendo eres niño o niña, ya veremos cómo se siente. Lo que tenemos claro es que no queremos caer en estereotipos de género y en casa tampoco los tenemos”, dice Laura.

Carmen y su pareja son madres de un infante de diez meses a quien han decidido “no determinar el género según los genitales” y no han revelado a su entorno su sexo porque consideran que esto marcará cómo la gente le tratará. “Sin género no se criará porque vive donde vive e irá cogiendo referentes y más adelante decidirá si tiene género, si no tiene o si fluye. Lo que queremos es acompañar en su desarrollo más genuino”, explica Carmen. Con esta decisión quieren “comprarle tiempo” para que pueda decidir con libertad su género. Ella se dirige a su infante con la i inclusiva, en catalán: “li nostri filli” (en castellano: "nuestre hije"). Pero también le sale de forma natural la e castellana –elle– que usan las personas no binarias. Admite que por el entorno es más difícil usar un lenguaje inclusivo –"Creo que es una cuestión de vergüenza lo que frena el salto hacia delante de las propuestas de lenguaje no binario”– y el entorno usa indistintamente masculino y femenino. “Y con nuestras familias sí que hemos tirado la toalla porque ir corrigiendo tampoco es agradable ni naturalizas la relación”, admite Carmen.

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Problemas en el registro

Las dos familias constatan las trabas y las dificultades para criar con género neutro en una sociedad atravesada por el lila y el rosa. Para empezar, en el registro tuvieron que inscribir a sus infantes con el sexo de nacimiento, puesto que en el Estado no existe la opción de registrar a una persona con género neutro, lo que sí es posible en Alemania, Canadá o Australia, por ejemplo. En el caso de Carmen tuvieron, además, dificultades para inscribir a su bebé como hijo de dos madres, puesto que ella es una mujer trans y la hicieron figurar como padre. En algunas visitas médicas también han constatado poco respeto. “El sistema de salud necesita un plan de choque en estos temas”, observa Carmen.

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Saben que el camino que han elegido no es fácil y a veces se han sentido cuestionadas. Pero no conciben criar de otro modo: “Creemos genuinamente que un mundo claramente marcado por un binarismo que separa por unos roles y que fija cómo tienen que ser las personas en función de sus genitales no es muy libre”, dice Carmen.

También les ha supuesto discusiones con la familia. “Genera tensiones y tenemos que preservar cierta distancia, puesto que, por ejemplo, no han visto nunca desnuda a la criatura”, explica Carmen. La familia de Laura sí que sabe cuál es el sexo biológico de Aran, pero respetan la decisión de los padres y, a pesar de que le hablan según el sexo biológico, saben que le tienen que regalar juguetes y ropa neutra. “La gente tiene una obsesión constante por el sexo desde las primeras ecografías hasta los regalos y esto es lo primero que tendría que cambiar, que no importara el sexo del bebé que nace”, dice Laura. “Tenemos muy claro cómo tenemos que tratar a nuestro infante y sabemos que el mundo en el que crecerá rema en contra de aquello que nosotros creemos y dista mucho del mundo donde querríamos que creciera”, reconoce Carmen. No quieren generarle “una burbuja” pero sí ofrecerle un amplio abanico de referentes potentes. “A mí, que me determinaran como niño al nacer, no es que me haya ido muy bien en la vida, así que probaremos de hacerlo de otro modo. Y le damos todo el amor, que es lo más importante”, añade.

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La irrupción de la escuela

Tanto Carmen como Laura saben que cuando empiece la educación obligatoria se encontrarán con más dificultades. “Somos conscientes que allá el peso de la sociedad será mucho más marcado, pero lucharemos para que sea respetado”, dicen. Tampoco creen en visiones catastrofistas. “Ya iremos viendo”. Cada vez más escuelas incluyen la diversidad de género y una educación libre de estereotipos y confían que esta realidad avanzará a medida que más familias críen sin imponer un género. Carmen insiste que el suyo no es un posicionamiento “naif ”. Saben que no será siempre así. “Pero el tiempo que sea ya habrá sido bueno. No será una derrota que diga que es del género asignado en los genitales, lo que haremos es aportarle referentes que le permitan desarrollarse. Esta es una apuesta para que la persona tenga la máxima libertad posible”, argumenta Carmen. “Deseo que cada vez más gente salga de estos patrones tan rígidamente masculinos y femeninos”, añade, y considera que criar así también es una manera de erradicar las violencias asociadas con el género. Laura y Pere no dudan en repetir el proceso si tienen más infantes. “Estamos muy contentos de la decisión que hemos tomado”.