Oriol Mitjà: “Me impresionó mucho cómo el médico mayor que me curaba enseñaba al joven”

De pequeño el infectólogo quería ser cocinero pero a los 15 años se rompió la rodilla y descubrió su vocación

BarcelonaDe pequeño Oriol Mitjà quería ser cocinero, pero recuerda el día exacto en el que decidió que sería médico. Tenía 15 años, se rompió la rodilla en una caída y entró por primera vez en un hospital para que le hicieran una punción para aliviar la tensión y el dolor que sentía. “Había un médico mayor y un médico joven y me impresionó mucho cómo el médico grande que me curaba enseñaba al joven a hacerlo –explica Mitjà–. En aquel momento decidí que quería dedicarme a una profesión que fuera entender el cuerpo humano y curar enfermedades”.

En aquella época, pues, Mitjà decía que sería “cocinero-médico”, y se entretenía haciendo “potingues” e imaginándose mezclando plantas para curar a gente. Veinticinco años después de todo aquello, vive a caballo entre Catalunya y Papúa Nueva Guinea, donde investiga la enfermedad tropical del pian para erradicarla. Ha convertido su vocación en su oficio. 

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Ahora bien, a pesar de que tenía claro a qué se quería dedicar desde la adolescencia, también pasó “momentos de crisis y de dudas”. “Tenía un profesor de física, que era muy tosco, que pensaba que todos teníamos que estudiar ingeniería, porque las matemáticas y la física eran la manera de aplicar esta inteligencia abstracta que la sociedad percibe como la única inteligencia”. Por suerte, dice, tenía otro profesor –como en Merlí, era de filosofía– que rompía esquemas y decía a los alumnos que tenían que rebelarse contra lo que no les pareciera bien. Y con estos referentes, Mitjà optó por la medicina por dos motivos: “Primero, porque no creo que haya un solo tipo de inteligencia, y segundo, para asumir riesgos para cambiar la sociedad”. 

El médico está convencido de que cada persona tiene “fortalezas” en ámbitos muy diferentes. La suya, asegura, es entender aspectos de la biología, y en cambio no es tan bueno descifrando los aspectos de las matemáticas más abstractas. “No hay una carrera mejor o peor, sino que está la carrera de cosas con las que tienes práctica. Por eso tenemos que elegir el que nos guste, no lo que nos digan los demás”, resume.

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Encontrar tu vocación

Para saber encontrar la vocación profesional, Mitjà recomienda a los jóvenes que se pregunten cuáles son las materias que les hacen disfrutar más. “Descubrí que estudiando las asignaturas que más me gustaban me lo pasaba bien y no me importaba pasar horas y horas. Sin darme cuenta, sacaba matrículas de honor casi sin esfuerzo”, dice. Y añade: “Si un chico estudia mates y se le pasan las horas como si nada, se tiene que dedicar a las mates. Y si está haciendo latín y le encanta, es que quizás su fortaleza va por aquí. Nos tenemos que preguntar cuáles son nuestras habilidades y potenciarlas”.

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Una vez eligió estudiar medicina, Mitjà sabía que tenía que sacar excelentes, porque la nota de corte era muy alta. “No era un problema: a mí siempre me ha gustado mucho estudiar y siempre he sido muy buen estudiante”, admite. Sí que recuerda, sin embargo, el desconcierto a la hora de hacer la selectividad –“Te sacan de tu espacio de confort, de tu aula, de tu escuela”–, unas sensaciones que se repitieron cuando tuvo que hacer el MIR, el examen final de la carrera de medicina. 

“Los mejores años”

Los años de la universidad, dice, fueron los mejores de su vida: “Había elegido lo que yo quería y estaba descubriendo el mundo”. Las experiencias vividas en aquella época le sirvieron para enfocar y elegir su especialidad. Cuando tenía 19 años estuvo de intercambio en India y trabajó en una leprosería, un viaje clave en su trayectoria laboral. De hecho, si él es médico y se ha especializado en enfermedades infecciosas también es “para contribuir a crear un mundo mejor” a través de su profesión, y por eso recomienda a los jóvenes que, elijan lo que elijan, sean ”solidarios e inconformistas” y “luchan por la transformación social” desde su ámbito. 

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Mitjà quiere seguir implicándose socialmente desde la medicina, con el convencimiento de que elegir una carrera o unos estudios “no te encasilla” en una profesión en concreto. El trabajo, dice, puede dar muchas vueltas: “Haciendo medicina puedes acabar viendo enfermos, pero también haciendo gestión, trabajando de investigador o de consejero”. “La vida ya es eso, ¿no? Ir dibujando de dos años en dos años, pensando siempre qué nos apetece hacer”.