“El porno es un tsunami de violencia contra las mujeres”

Dos libros alertan de la violencia extrema de la pornografía actual y su conexión con agresiones

Thaïs Martí Vinyets
y Thaïs Martí Vinyets

BarcelonaLa socióloga Rosa Cobo dice que una de las consecuencias del porno es la insensibilidad emocional que provoca en muchos hombres. “La pornografía actual es misoginia y violencia contra las mujeres. Lo que nos muestra es una gran diversidad de agresiones contra mujeres y cuando una persona se acostumbra a ver estas imágenes se vuelve inmune y normaliza este tipo de abusos”, dice. Cobo, que es directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidad de la Coruña acaba de publicar el libro Pornografía. El placer del poder (Ediciones B), en el que alerta de las graves consecuencias que tiene la pornografía actual. “Hasta que no paremos este porno tan misógino no habrá igualdad real entre hombres y mujeres”, dice, contundente.

Esta teórica y experta en la cuestión alerta de que la pornografía “no es ficción, sino que crea realidad” y pone como ejemplo la normalización de prácticas sexuales que hasta hace unos años no estaban tan extendidas: “El porno ha estandarizado la penetración anal, por ejemplo, que hoy en día se ha convertido en una práctica muy mayoritaria sobre todo entre los jóvenes, y esto demuestra que el porno crea realidad y contribuye a crear un imaginario sexual”. Cobo alerta de que la expansión global de la pornografía empezó en 2008 con los teléfonos móviles inteligentes, que te permiten tener estos contenidos en pantalla en cuestión de segundos. En estos 12 años, ha ido viendo una evolución en la pornografía y cómo se ha ido volviendo más y más violenta.

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“El consumidor encuentra gratificación sexual en determinadas prácticas que ve pero en al cabo de unos días, de unos meses, ya está aburrido, quiere contenidos nuevos, prácticas diferentes, siempre más extremas, más brutales, más violentas. Y por eso el porno es cada vez más duro”. Quien también sabe mucho de esta cuestión porque lleva años investigando es la periodista Mabel Lozano, que acaba de publicar otro libro sobre el tema con Pablo J. Conellie, policía experto en tráfico y explotación de seres humanos. El libro se llama Pornoxplotacion (Alrevés) y recoge el testimonio de decenas de mujeres explotadas y obligadas a participar en vídeos pornográficos y donde se describen las agresiones y las violaciones que sufren para grabar estos contenidos y las graves consecuencias físicas y psicológicas que arrastran. Lozano y Conellie narran cómo muchas de estas chicas acaban los rodajes con heridas externas de los golpes y las bofetadas que reciben, e internas, como dsegarros y prolapsos vaginales y anales. Algunas se ponen a vomitar compulsivamente cuando la cámara se apaga, otras pierden el conocimiento y algunas incluso acaban en el hospital.

Todo por grabar las escenas cada vez más duras y violentas que los consumidores exigen y que tienen más éxito en las redes. “El cliente del porno necesita cada vez más estímulos y esto significa más violencia. Es como una droga que se inocula por los ojos y crea mucha adicción. Cada vez quieres más y quieres que sea más bestial y violenta, necesitas más brutalidad”, dice Lozano. La periodista denuncia en su libro que muchas de las supuestas actrices que salen en los contenidos pornográficos “son chicas obligadas, víctimas del tráfico de personas, son las más vulnerables” pero ella lamenta “que mucha gente no lo sabe: miran estos vídeos y se excitan sin saber todo el dolor que hay detrás”. Y ella lamenta que “hay quien todavía califica estos contenidos como ‘entretenimiento para adultos’ y esto es blanquearlo porque en realidad son abusos y violaciones grabadas”.

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Educación sexual

Lozano alerta de que estos contenidos son los que están viendo los adolescentes, sin que nadie les haya explicado nada del sexo ni de lo que están viendo. Los jóvenes normalizan estas prácticas y las quieren copiar en sus relaciones. “El impacto de estas imágenes es bestial. Es la escuela de sexualidad de los niños y niñas, que desde muy pequeños (un último estudio apunta que el primer contacto con el porno es a los 8 años) ya están viendo escenas de una brutalidad increíble, con agresiones y violaciones constantes, y se piensan que esto es la sexualidad”.

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En esta línea, Rosa Cobo alerta de que “los delitos sexuales perpetrados por menores han aumentado un 30% en los últimos años” y ella está convencida de que esto tiene relación “con la omnipresencia del porno entre los jóvenes, que fortalece la cultura de la violación”. “La pornografía muestra a los hombres como seres agresivos y violentos y a las mujeres como objetos, cosas, hipersexualizadas y al servicio del deseo de los hombres, y esto es lo que están interiorizando las generaciones más jóvenes”, dice Lozano. Y añade: “Los contenidos pornográficos se ritualizan en la calle y ahí es donde salen las manadas. Los jóvenes lo normalizan y es lo que quieren”, dice. 

¿Y cuál es la solución según estas dos expertas? Según Cobo, “la pornografía no tendría que estar en abierto, porque ahora mismo un niño de 8 años puede ver escenas de violaciones o penetraciones dobles en cuestión de segundos. Esto no puede ser. Hay que cerrar estos contenidos y después introducir la educación afectivosexual en todas las escuelas. Los gobiernos tienen que luchar contra el tsunami de violencia contra las mujeres que es el porno”. En la misma línea, Lozano dice que “hay que educar, educar, educar y legislar”. La periodista apunta que “es un negocio totalmente opaco y hace falta una legislación para regular y proteger; esto no tiene nada que ver con la moralidad ni con el sexo, porque esto no es placer, ni deseo. Tenemos que prohibir estos contenidos a los menores de 18 años, pero España es un país negacionista con este tema, los padres niegan que sus hijos estén viendo pornografía y sí lo están haciendo y no les están acompañando ni ayudando”.

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Ni libertad de expresión ni libertad sexual

Muchos defensores de la pornografía esgrimen dos argumentos a favor de este tipo de contenidos: la libertad de expresión y la libertad sexual. Pero Rosa Cobo desactiva esta defensa. "Esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión, porque es un fenómeno que fomenta la desigualdad entre hombres y mujeres y debemos evaluar seriamente el daño que conlleva y que reciben las mujeres, no solo las que participan en estos videos sino todas las que sufren la violencia que generan estas imágenes porque sus parejas quieren prácticas cada vez más extremas y esta violencia se está normalizando ", dice. Y añade: "Tampoco es un contenido que tenga que ver con la libertad sexual, porque el porno no habla de sexualidad, habla de poder, de violencia, de placer masculino y de las mujeres convertidas en objetos. Esto no es libertad sexual porque el sexo es deseo, es consentimiento y reciprocidad, y aquí no hay nada de eso ".