Medicina estética

"Quiero tener los labios como aparecen en TikTok"

La edad de los primeros tratamientos estéticos baja a solo 20 años e impulsa la aparición de clínicas 'low cost'

Barcelona / GranollersYa ha cumplido 18 años pero sigue teniendo cara de niña. Es alta, delgada y esbelta y llega a la clínica de estética acompañada de su madre. En la la sala de espera hay dos grandes pósters de jóvenes esculturales y guapísimas que posan de forma seductora, y un ventilador enorme que no deja de dar vueltas. “Cuéntame, ¿en qué te puedo ayudar?”, pregunta la persona que finalmente las atiende en una estancia que no tiene nada de consulta médica. Hay dos sillones, una mesa baja de cristal, una silla de oficina y un escritorio con un ordenador. La joven de 18 años contesta: “Quiero ponerme más pecho. Tengo una foto”. E inmediatamente después saca el móvil del bolsillo y muestra una fotografía de una influencer que se exhibe en bikini ante la cámara. “Me parece muy bien porque es un pecho natural, pequeñito, y tú eres delgadita”, asiente la persona de la clínica de estética mirando la fotografía. La chica de 18 años apenas tiene pecho.  

Esta reportera presenció esta escena sin identificarse como periodista en una clínica de Barcelona de la cadena Dorsia, que algunos llaman el Zara de la medicina y cirugía estética por sus precios económicos y porque sus centros están creciendo como setas en España. Tiene más de un centenar, muchos en régimen de franquicia. Ya solo en la provincia de Barcelona hay veintisiete. La Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) presentó un informe esta semana en el que destacaba que la edad para hacerse el primer retoque estético en España ha bajado de los 35 a los 20 años y que, sin duda, la medicina estética es un sector en expansión en el que se mueve mucho dinero.

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En Catalunya hay en la actualidad 557 centros autorizados de medicina estética, un 12,2% más que antes de la pandemia. Y en el conjunto del Estado, 6.305, con un incremento aún mayor, del 20,2%. La facturación total en estas clínicas fue ni más ni menos de 3.585 millones de euros el año pasado, según el estudio del SEME. A eso hay que añadir los centros que no tienen licencia, que son muchos. El intrusismo es uno de los graves problemas de un sector con unos beneficios que cada vez son más suculentos. Prueba de ello es que incluso el fondo de capital de riesgo Peninsula Capital, promovido por el expresidente de Endesa Borja Prado, se ha interesado por el negocio: en julio adquirió una participación mayoritaria de las acciones de Dorsia.

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“De todas las cirugías que hay, yo creo que la de pecho es la más simple. No conlleva ningún riesgo porque se trabaja entre piel, músculo y, como mucho, grasa”, explica la persona de la clínica Dorsia a la joven de 18 años y a la madre, que escuchan atentamente. “Y además dolor como tal no vas a pasar. Cuando te despiertes de la anestesia, notarás como si hubieras hecho flexiones y tuvieras agujetas, pero nada más”, sigue detallando.

 “¿Y las prótesis? ¿Se las tendrá que cambiar cada diez años?”, interrumpe la madre, a la que no se ve muy convencida a pesar de que la operación parece que sea la cosa más sencilla del mundo según las explicaciones de la representante de la clínica. “En Dorsia utilizamos prótesis de la casa Motiva, que son las mejores de Europa. Tienen garantía para toda la vida. No te las tendrás que cambiar nunca más”, responde. La representante de Dorsia también asegura que la joven de 18 años podrá tener “visitas ilimitadas con el cirujano de por vida” y concluye de la siguiente manera: “Piensa que si el pecho no te ha crecido ya, difícilmente se te desarrollará”. La operación cuesta 7.390 euros, pero hay una oferta de verano y ahora solo vale 4.795 euros. Además es posible pagar a plazos durante cinco o incluso ocho años. En definitiva, si no se opera, es porque no quiere. No puede tener más facilidades. El ARA ha intentado contactar reiteradamente con algún responsable de Dorsia en las últimas dos semanas, pero no ha recibido respuesta.

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La doctora Anna M. Torres, que es vicepresidenta de la Sociedad Catalana de Cirugía Plástica Reparadora y Estética, confirma que ha crecido la demanda de jóvenes entre 18 y 25 años que quieren hacerse intervenciones estéticas a raíz de la pandemia y lo atribuye al mucho tiempo que han pasado enganchados a las redes sociales por las restricciones impuestas. Según dice, las operaciones más solicitadas por las chicas son el aumento de labios, la rinoplastia (es decir, el retoque de la nariz) y el incremento o la reducción del pecho. Los chicos, que son minoría, también se hacen rinoplastias, pero sobre todo piden ginecomastias (reducción de la glándula mamaria por un crecimiento excesivo debido a un desequilibrio hormonal) y otoplastias (retoque de orejas que sobresalen mucho).

“Las adolescentes normalmente vienen acompañados de la madre”, explica la doctora. Y, según dice, los progenitores también son los que suelen pagar todas estas intervenciones, que no son para nada baratas. “Un aumento de pecho puede oscilar entre los 6.000 y los 7.000 euros. Y una infiltración de labios con ácido hialurónico, entre 300 y 400 euros”, detalla.

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La influencia de las redes sociales

Lucía Nieto tiene 18 años, vive en Granollers y ella también fue con su madre a una cirujana plástica. Es una joven atractiva, delgada, de formas marcadas, y que va cuidadosamente maquillada. Acaba de finalizar el bachillerato y ahora pretende prepararse para superar las pruebas para convertirse en mosso d’esquadra. “Quería tener los labios como aparecen en TikTok o en Instagram cuando pones el filtro de labios más grandes”, expone. Así que, cuando llegó a la mayoría de edad el pasado 2 de febrero, pidió a su madre una infiltración en los labios con ácido hialurónico como regalo de cumpleaños.

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“Yo no estoy en contra de que se haga un retoque si se lo hace con cabeza, porque a mí también me gusta cuidarme”, argumenta la madre, Sara, que prefiere que no se publique su apellido y escucha las razones que da su hija para haberse infiltrado los labios, sentada a su lado en el comedor de casa. De hecho, ella misma también se los aumentó de tamaño hace casi un año y medio. Eso sí, afirma, se aseguró que tanto su hija como ella estuvieran en buenas manos, con una profesional de confianza. “Yo trabajo como técnica radióloga en un hospital y sé que no se puede jugar con estas cosas”, declara.

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Antes de la infiltración, Lucía se hartó de mirar “vídeos de experiencias” en internet donde otras chicas explicaban cómo habían vivido todo el proceso. Tenía miedo de que le hicieran daño, confiesa. “Me tuve que poner una crema anestésica, y me pincharon dos veces en el labio superior, y otra en el inferior”. Los labios le han quedado francamente bien, con una forma natural. “No queríamos tener una boca de pato”, aclara la madre. El ácido hialurónico es una sustancia que se va absorbiendo en el cuerpo al cabo del tiempo hasta casi desaparecer.  

“Si una persona con 18 o 20 años no es capaz de asumir su imagen, aún menos lo hará cuando sea mayor. Por tanto todo esto irá a más y no sabemos cómo acabará”, advierte el doctor Fernando Saenger, con una larguísima experiencia en el sector y que es director de la clínica estética Opción Médica, en Barcelona. “Me da la sensación de que los jóvenes creen que los tratamientos médicos son como ir a un supermercado y comprar un producto, y no es así, puede haber complicaciones”. Según dice, él no está en contra de que se sometan a tratamientos estéticos, pero opina que el médico también debería “hacer una labor educativa”.

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Otra cirujana plástica, la doctora Marisa Manzano, que trabaja en el Hospital de Sant Joan de Déu, explica que incluso en la sanidad pública están detectando un aumento de adolescentes que acuden a la consulta especialmente angustiados por su cuerpo, algo que no ocurría antes. Por ejemplo, chicos preocupados porque tienen un poco de pecho o chicas a las que no les gusta la forma de sus senos. “No hacemos ningún tipo de intervención en menores de 18 años si es solo por razones estéticas. Pero a veces la línea no está clara entre la cirugía estética y la reparadora”, afirma. Por ejemplo, a un niño que tiene las orejas muy sobresalidas se le opera para que no tenga problemas psicológicos. Pero ¿por qué ese caso sí y otros no?

Lo que no hay duda es de que la demanda de tratamientos estéticos cada vez es mayor y, en consecuencia, cada vez se necesitan más médicos formados en esta especialidad. En España, a diferencia de otros países, la formación en medicina estética vía MIR no existe. Para ejercerla hay que licenciarse o graduarse en medicina y posteriormente cursar un posgrado o máster específico. El año pasado un 15% más de facultativos eligieron formarse en esta especialidad, pero aún así no hay suficientes médicos preparados y el intrusismo es uno de los graves problemas del sector.

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La doctora Esther Mayol, que es presidenta de la sección de medicina estética en el Colegio Oficial de Médicos de Tarragona y ha sido especialmente combativa contra el intrusismo, declara: “El número de clínicas no autorizadas es imposible de saber porque no están afiliadas pero se calcula que están por encima de las autorizadas”. Es decir, superarían el medio millar de centros en Catalunya. “Las clínicas deben mostrar claramente su número de registro sanitario” y “el título del médico también debe estar visible”, recuerda. Por su parte, la cirujana Anna M. Torres recomienda a los jóvenes que vayan acompañados a estos centros y siempre pidan una segunda opinión.

Lucía dice que el año que viene se tendrá que volver a infiltrar los labios porque entonces el ácido hialurónico ya habrá desaparecido. Confía en que su madre le vuelva a pagar la intervención. Además también le encantaría hacerse una rinoplastia. “Es que no me gusta mi nariz de perfil”, se queja. “Pues yo no te voy a acompañar en eso -la madre salta rápidamente-, porque cuando entras en un quirófano, sabes cómo entras pero no cómo sales”. Lucía asegura que no se opera la nariz por miedo y porque evidentemente tampoco tiene dinero. Pero que ahora, cuando consulta las redes sociales, cada vez le aparecen más anuncios sobre rinoplastias que le recuerdan cada día que su nariz no le gusta.