"Yo me tiro a la piscina, y si no hay agua, me la invento"

Después de empezar de cero y enfrentarse al acoso sexual en el trabajo, Angela Naska coge las riendas de un club de jazz feminista en el Masnou

Barcelona"Fue una época muy dura, laboralmente y emocionalmente", explica Angela Naska recordando la primera vez que habló con este diario, ahora hace casi cinco años, en el marco de un reportaje sobre la violencia machista. Entonces dos cocineros la habían acosado sexualmente en el restaurante donde trabajaba y cuando se quejó, en lugar de tomar medidas, no le renovaron el contrato. Se encontró más casos así, y ya le había pasado antes. Había llegado a Barcelona en 2014 con dos maletas, sin conocer a nadie y con la cartera casi vacía, enamorada de la ciudad que había descubierto en un viaje de fin de semana. Venía de Italia, donde había desembarcado su familia, desde Albania, cuando ella tenía tres años. Ahora, cinco años después de aquel reportaje, tiene negocio propio. Es un club de jazz en el puerto del Masnou con un nombre que encaja: Flappers. "Quería un lugar seguro para las mujeres, donde darles oportunidades, todas las trabajadoras somos mujeres", dice Naska, con la cabeza muy alta.

Naska sabe lo que es trabajar duro, y mientras mantiene esta conversación se las ingenia para atender a tres proveedores. "Al principio, acabada de llegar a Barcelona, fue muy difícil –recuerda.– Hubo temporadas en las que tenía frío y ni siquiera me podía comprar una manta". Desde que llegó ha vivido en diez pisos y ha tenido diecisiete trabajos. Pero también es decidida. "Me lo decían, que me rindiera, pero no quería volver a Italia porque aquí no hubiese funcionado". No se rindió. Ni siquiera después de que el restaurante en donde dos cocineros se le habían restregado con lascivia prescindiera de ella en lugar de echarlos a ellos. Después de aquello encadenó diferentes trabajos de camarera y encargada en locales y cadenas de restauración, incluyendo el club de jazz que acabó asumiendo y transformando. "No tenía dinero para el traspaso, pero finalmente un banco me dio un préstamo capitalizando el paro que había acumulado". Asumió las riendas en noviembre de 2019, justo antes de que estallara la pandemia. Y cuando el virus lo salpicó todo, tampoco se rindió. "Yo me tiro a la piscina, y si no hay agua, me la invento", dice con seguridad.

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Hace pocos días, Naska organizó un tipo de acto inaugural pospandémico que tiene que servir de pistoletazo de salida a la nueva etapa del local, y que fue también un homenaje a la músico y cantante Andrea Motis. "Fue por ella que descubrí cuánto me gustaba el jazz, y me ha ayudado mucho, es una mujer fantástica y por eso quise declararla madrina del Flappers". Ella cree que Motis encaja con la idea que tiene de su negocio. "Flappers es un club de jazz, pero también es feminismo, porque las flappers fueron las primeras mujeres que en los EE.UU. llevaron pantalones, el pelo corto, que se quitaron el corsé... Rompieron las convenciones sociales", explica. Motis recuerda que conoció a Naska en el Flappers, cuando todavía no era suyo, a pesar de que ya había trabajado ahí de encargada. "Me dijo que era muy fan mía, estaba tan emocionada que me sorprendió".

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En 2019, cuando acababa de tomar el mando del local, Naska fue a un concierto de Motis en el Palau de la Música y después la saludó y le explicó la nueva aventura. Allá empezó una relación que todavía dura: se han acabado haciendo amigas. De vez en cuando va a cantar y a tocar, da ideas a Naska para la programación musical y cree tanto como ella en el proyecto. "Por la madurez que tiene, Angela es muy joven –tiene 32 años– y está implicada al 100% en un lugar especial, que busca ser diferente", dice Motis. Destaca las iniciativas innovadoras que ha puesto en marcha. La última: una jam session para niños, dirigida por Joan Chamorro. La primera sesión se hará el sábado día 9 por la mañana.