El análisis de Antoni Bassas: 'Orgullo y estorbo del 1 de Octubre'
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Hoy es el 1 de octubre, y para millones de catalanes ese 1 de octubre de hace ocho años es y será inolvidable, con esa presencia simultánea de violencia policial y defensa de las urnas y los programas informáticos, de ilusión y preocupación, de incertidumbre y de convencimiento, de miedo y de esperanza.
Pero el recuerdo de un día histórico comporta también el recuerdo de sus consecuencias. Y el recuerdo es doloroso. Las expectativas del momento histórico eran tan altas como la frustración que ha seguido después de la mano del fracaso. Una frustración hecha de represión del Estado y de división del independentismo, más las revelaciones que esta división carcomió desde el inicio un proyecto tan ambicioso como la independencia.
Por eso, hoy, que apenas hace ocho años de ese día, el 1 de Octubre estorba. Por supuesto, molesta al Estado represor, incrédulo al principio que millones de catalanes pensaran y actuaran por su cuenta, y asustados después ante la evidencia de que debían trabajar para impedir algo que nunca habían considerado cómo era la independencia de Catalunya. Y, de hecho, la represión todavía dura, cuando el Tribunal Supremo se niega a aplicar una amnistía aprobada en el Congreso. Pero el 1 de Octubre también es incómodo para los partidos independentistas que saben que había y hay país, pero que buena parte de ese país no se siente representado por estos partidos. El independentismo estaba en la calle y ahora está en casa, finalmente, convencido de que el Proceso es una pantalla pasada. Y para miles de esos votantes que vieron en el Proceso el proyecto de su vida, ahora la ilusión electoral se llama Aliança Catalana.
Mientras, el 1 octubre de este 2025 ha traído el presidente Isla en Roma, donde lo ha recibido el papa León XIV. Isla le invitará a venir a Catalunya el próximo año, cuando la torre más alta de la Sagrada Família habrá quedado coronada con una cruz de cuatro brazos.
Y hoy es noticiala conferencia en la que Oriol Junqueras lanzó su candidatura a la presidencia de la Generalitat, candidatura que hoy no es posible porque Junqueras no está amnistiado. En un acto sin logotipo de Esquerra, con una bandera catalana y una estelada, Junqueras volvió a los básicos: "Las competencias, los recursos, sólo se pueden garantizar –nos guste más o menos– si dispones de todo el poder institucional, de todas las herramientas de estado, de las que disponen los estados. Y si nosotros no somos una república, si nosotros no somos todas estaremos sujetas a las arbitrariedades que nos puedan imponer… los gobiernos españoles".
Tras el candidato, la expresión "Una nueva ambición nacional" que se solapa con una vieja ambición personal, la de ser presidente de la Generalitat, algún día. Pero al igual que Esquerra y Junqueras tienen el crédito de haber llevado a la centralidad del país al independentismo en la década de los 10, Junqueras tiene el pasivo del desgaste que conllevan los 14 años al frente del partido. Basta oír ayer mismo a Ernest Maragall en el 3CatInfo, antiguamente 3/24: "Le he oído decir que reivindicaba su capacidad para llegar a pactos. Yo lo que puedo constatar es su capacidad para dividir y enfrentar. Y para poner en marcha, expulsar, para purgar y prescindir de magníficos activos políticos del país. Que eran de su organización pero que no son propiedad de una ciudadanía".
El foco del mundo no está puesto en Catalunya como el 1 de octubre de 2017, precisamente. Ayer el secretario de Defensa de Estados Unidos exigía a sus generales que se prepararan para la guerra y que recuperaran los estándares físicos masculinos. Trump dijo a sus generales que las ciudades americanas gobernadas por los demócratas deberían ser campo de entrenamiento de las tropas. El mundo ha cambiado mucho en estos ocho octubre.
Buenos días.