Magia, una puerta a los secretos de la mente
Universitat Pompeu FabraEl ilusionismo es el arte de crear efectos imposibles, efectos que desafían a las leyes naturales y que contradicen nuestras expectativas. Los desenlaces de los mejores juegos de magia son sorpresivos, inexplicables, y ponen en evidencia el funcionamiento automático e inconsciente de la mente. Por un lado, tenemos la capacidad de percibir la realidad a partir de muy poca información; por el otro, nos anticipamos para interpretar el significado de lo que vemos o sentimos. Son dos ejemplos de estrategias cognitivas humanas muy evolucionadas que pueden ser interferidas en los juegos de magia. Los ilusionistas son artistas con habilidades manuales (prestidigitadores), tienen recursos teatrales y escénicos, pueden utilizar materiales trucados, pero su capacidad más genuina es la de interferir procesos cognitivos. Con su magia, entran por “las puertas traseras” del cerebro, tal como los hackers invaden los ordenadores. Y así es como se aprovechan, por ejemplo, del hecho de que los humanos no podamos poner atención a dos cosas simultáneamente, o de las grandes limitaciones de nuestra memoria de trabajo. Una de las técnicas mejor estudiadas en magia es la manipulación de la atención (lo llaman misdirection). Mediante la división o la desviación de la atención, los magos consiguen que miremos pero que no veamos.
El ilusionismo es el ars artem celandi, el arte de escamotear el arte. Los efectos de magia se diseñan con una doble realidad: una realidad externa que los espectadores ven y disfrutan durante la presentación de los efectos, y una realidad interna del juego que sucede secretamente y que hace posible el final imposible. En la realidad externa todo tiene su lógica y predictibilidad, no hay contradicciones, todo cuadra bien hasta que se llega al desenlace del efecto, ese momento inesperado y fascinante en el que se experimenta la sensación de imposibilidad. “¡Uau!”, “¡Ala!”, “¡Imposible!”, “¡No puede ser!”, “¿Cómo lo ha hecho?”
El mundo del ilusionismo domina un extenso catálogo de efectos mágicos, un conocimiento adquirido después de siglos de estudios, de pruebas y errores, y que se conserva, evoluciona y transmite discretamente entre sus acólitos. Los ilusionistas no son propiamente científicos, pero con el paso del tiempo, de manera empírica, han aprendido a verificar, refinar y consolidar un valioso inventario. Muchos efectos mágicos han resistido el paso del tiempo. Ya se hacían hace dos siglos y todavía son efectivos, porque lo que no ha cambiado es la manera de funcionar del cerebro.
El desenlace de un juego de magia provoca sorpresa seguida de otras emociones, pone de manifiesto el error de predicción, la disonancia fruto de la colosal contradicción entre lo que se esperaba que pasara y lo que ha acabado pasando. La ciencia empieza a saber qué mecanismos cognitivos hay detrás la eficacia de los juegos de magia. Los primeros estudios de laboratorio, con científicos y magos que trataban de entender cómo funcionaban algunas magias, se remontan a finales del siglo XIX, una época en la que el cine comercial todavía no había nacido y prevalecían los espectáculos en teatros. No eran buenos tiempos para los ilusionistas. Sufrían la fuerte competencia de las médiums y otros embaucadores que, con los mismos métodos, se hacían acreedores de poderes sobrenaturales. Hoy seguimos teniendo actores significados, mucho más influyentes, que ocultan cosas, desvían la atención, tergiversan los relatos y condicionan algunas de nuestras decisiones, pero no son ilusionistas. Son manipuladores.
Una valiosa caja de herramientas
El ilusionismo contemporáneo es una actividad artística honesta. Disfrutamos de los juegos de magia a sabiendas de que nos engañan. La esencia de la imposibilidad solo se experimenta en directo, cuando la magia sucede ante nuestros propios ojos, sin la cuarta pared. Sin la interacción entre el artista y la audiencia, no habría magia. El cine y el teatro proporcionan escenarios ficticios que nos ayudan a hacer volar la imaginación de manera verosímil, pero el espectador de magia vive una experiencia real. No hace falta que se imagine nada. Por eso, el desenlace mágico puede provocar sensaciones emocionales muy fuertes. Pero estas emociones no conmueven durante mucho tiempo, son efímeras. ¿Dónde rae, pues, el actual interés de la neurociencia por la magia? El ilusionismo nos ofrece una valiosa caja de herramientas para abrir puertas a nuestra mente. La magia puede contribuir a una mejor comprensión de la cognición humana y también es una escuela para conocer y prevenir la manipulación. Una aproximación científica muy inexplorada, pero potencialmente muy fértil. Cuando ves un juego de magia que te impacta, no puedes evitar preguntarte: “¿Cómo lo ha hecho?” Porque, además de la que vemos, hay otra realidad que no conocemos. La magia, de hecho, imita aquellas realidades de la naturaleza que no siempre somos capaces de entender. Algunos misterios del funcionamiento de la mente se deben de encontrar atrapados en dobles realidades, como la de los efectos de los ilusionistas. La ciencia de la magia puede aportar pistas inéditas a todas estas incógnitas.