¿Por qué tomamos riesgos innecesarios?
Identifican dos circuitos neuronales implicados en la valoración de los riesgos y recompensas
Vivimos en un entorno incierto donde las novedades son frecuentes, lo que nos obliga a ir tomando decisiones que pueden afectar a nuestro futuro. Cada vez que tomamos una decisión estamos asumiendo cierto riesgo. Para evaluar las situaciones valoramos, a menudo de forma preconsciente, el nivel de riesgo que asumimos en relación con las posibilidades de ganancia. Y la decisión que tomamos busca encontrar un equilibrio entre los dos aspectos.
De forma general, si asumimos riesgos elevados es porque anticipamos que la ganancia también puede serlo. Y si pensamos que la ganancia no será muy alta, entonces el nivel de riesgo que asumimos también es bajo. Un ejemplo claro es el de las decisiones económicas, si bien hay personas más predispuestas a aceptar riesgos elevados que otros. E incluso riesgos innecesarios.
Riesgos, ganancias y neuronas
Hace tiempo que se sabe que existen varios circuitos neuronales implicados en realizar estas ponderaciones de manera automática, pero hasta ahora no se sabía de qué manera confrontaban el nivel de riesgo percibido con la anticipación de las posibles ganancias. Para averiguarlo, el neurocientífico Tadashi Isa y sus colaboradores, de diversas universidades y centros de investigación japoneses, han llevado a cabo un experimento en macacos que ha permitido identificar la existencia de dos circuitos neuronales concretos que actúan de forma antagónica.
Uno de ellos se activa cuando tomamos decisiones de riesgo en las que anticipamos ganancias elevadas, y el otro cuando la decisión que tomamos presenta un nivel de riesgo bajo y las ganancias esperadas también son limitadas. Además, según han publicado en la revista Science, a través de la experiencia que adquirimos vamos potenciando poco a poco la utilización de uno de estos dos circuitos en detrimento del otro, con las consecuencias que esto lleva asociadas a la hora de tomar cualquier decisión, incluidas las que conllevan riesgos innecesarios.
Para realizar el experimento, Isa y su equipo de investigación trabajaron con seis macacos japoneses (Macaca fuscata). Les ponían una pantalla con dos círculos de colores distintos, que podían seleccionar con la mirada. Esta era la decisión que tenían que tomar, qué círculo elegían.
La recompensa era agua para beber. Uno de los círculos les daba poca agua para beber, pero el número de veces que se la daba era muy elevado. Se trata de una situación de poco riesgo, ya que a menudo obtenían la recompensa, pero la ganancia también es baja.
Si elegían el otro círculo, en cambio, la cantidad de agua que obtenían era mucho más elevada, pero el número de veces que se les daba era escaso. Esta situación es de alto riesgo, dado que a menudo no conseguían ninguna recompensa, pero la ganancia, cuando se producía, era muy elevada.
Lo importante es que, en conjunto, la cantidad de agua total que obtenían era exactamente la misma: muchas recompensas pero escasas en el primer caso, o pocas pero de mayor cantidad en el segundo. De esta forma, la única variable era el riesgo que asumían, no la cantidad total de recompensa.
El origen del riesgo innecesario
Los investigadores identificaron dos redes neuronales que se activan cuando los macacos toman esa decisión. Ambas unen la llamada área tegmental ventral con el área de Brodmann. El área tegmental ventral se encuentra en la base del cerebro y se sabe implicada en el procesamiento de las sensaciones de recompensa, la modulación del estrés, el aprendizaje y la memoria. El área de Brodmann, en cambio, está en la corteza del cerebro y se relaciona con la percepción y la interpretación sensorial y con el control voluntario de los movimientos, entre otras funciones. Ahora bien, una de estas dos redes neuronales va a parar a la zona ventral del área de Brodmann y la otra a la zona dorsal.
Entonces, utilizando una técnica llamada optogenética, que permite activar de manera dirigida y controlada redes neuronales específicas, los científicos vieron que cuando activaban experimentalmente la red que une el área tegmental ventral con la zona ventral del área de Brodmann, los macacos elegían mayoritariamente la opción de mayor riesgo y también máxima recompensa. Sin embargo, cuando activaban la otra red, la que une el área tegmental ventral con la zona dorsal del área de Brodmann, la preferencia mayoritaria era escoger la opción de poco riesgo y recompensa escasa.
Dicho de otra forma, estos dos circuitos funcionan de manera antagónica para elegir entre las diversas decisiones posibles, asociando la recompensa esperada al riesgo a asumir. Pero, ¿por qué a veces elegimos opciones de mayor riesgo y otras menos? Por un lado, se sabe que lo hacemos influenciados por el contexto de cada situación y nuestro estado de ánimo.
Ahora bien, como también han demostrado estos investigadores, utilizar más a menudo una red que la otra hace que, poco a poco, tendamos a priorizarla en cualquier decisión que tomamos. Esto hace que si acostumbramos a asumir decisiones de mucho riesgo porque anticipamos que la recompensa también puede ser sustanciosa, al final podemos acabar asumiendo riesgos innecesarios.