Igualdad de género

¿Por qué las chicas participan menos en clase?

Los estereotipos de género se mantienen en el aula y esto condiciona la participación. Hablamos con expertos para saber qué se puede hacer para que todo el mundo se atreva a expresarse sin miedo

BarcelonaHace más de veinte años que Sandra Uve, ilustradora, escritora y divulgadora científico-artística, empezó a dar clases a niños y jóvenes, primero cómic y desde 2005 imparte talleres y conferencias sobre mujeres relevantes de la historia que han cambiado la ciencia, la tecnología, la ingeniería, el arte y las matemáticas. Uve considera que a lo largo de los años la participación de los jóvenes es similar, la situación no ha mejorado: “Farece coeducación y existe un exceso de estereotipos de género que se mantiene. Por lo general, las chicas tienen miedo al ridículo, no dan su opinión en público, dejan de ejercer el derecho a opinar ante la clase. Ellas mismas se excluyen y autocensuran”, lamenta.

Lo que sorprende a Laura Ortega, docente en secundaria desde hace siete años, es que la mayoría de chicos son muy impulsivos, “les cuesta respetar el turno de palabra, participan sin levantar la mano, en cambio, ellas sí piden tanda antes de intervenir”. Encuentra que en general las chicas son más reservadas y tienen más miedo a equivocarse, por eso cuando trabajan en grupos pequeños y sienten que el entorno es más seguro, su participación es más activa. Ha llegado a la conclusión de que la impulsividad masculina invade tanto el espacio común, que algunas chicas se hacen pequeñas. Sin embargo, cuando habla directamente con ellas y les pregunta, la mayoría dicen que no les da miedo decir la suya, al contrario, la diferencia está en que respetan el turno de palabra.

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¿El género importa?

"El género afecta a la participación en las aulas", asegura la humanista y terapeuta Ángela Comajuncosas, miembro del Consejo Rector de la Cooperativa Cúrcuma, que se dedica a la prevención de violencias machistas y el acoso escolar en espacios de ocio nocturno y en la calle. También realizan talleres de coeducación en centros educativos, desde infantil a secundaria, y formación para profesorado y familias. En escuelas e institutos trabajan con metodologías muy participativas con la voluntad de revertir las dinámicas que existen en el aula. Comajuncosas comenta que habitualmente el alumnado menos participativo son chicos y chicas que están posicionados en los márgenes, a menudo chicas y personas en general que se asocian al colectivo LTBIQ+. Normalmente quien siente que tiene más poder es quien se expresa y lo que dice suele responder a los discursos dominantes. Para combatir esta situación, propone que se utilicen estrategias de participación que ayuden a mostrar la diversidad del aula y de opiniones.

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En la misma línea, Sofia Vila, psicóloga clínica y de la educación de la Fundación JOV, dedicada al bienestar emocional ya la orientación de niños y jóvenes en los centros educativos, sugiere que se debe ayudar a las minorías que se sienten más frágiles para dar el paso de explicarse. Desde la Fundación trabajan en base al aprendizaje SEP (ser, emocionarse y proyectarse), que fomenta el autoconocimiento para, a partir de aquí, saber qué te hace vibrar y que te atrevas y sepas cómo compartirlo. En esta línea, y teniendo en cuenta que la diversidad que suele haber en el aula dificulta la atención que cada uno de los chicos y chicas necesita, apuestan por trabajar la identidad de aula, que todo el mundo se sienta identificado con el grupo en que pertenece: “Cuando se logra encontrar cuál es el denominador común que tienen entre toda la clase es increíble cómo se comprenden, se potencian y se exigen entre ellos”, asegura Vila.

Estrategias para que todo el mundo participe en clase

Desde la cooperativa Cúrcuma proponen que el profesorado se muestre como una figura amable en la comprensión, que se establezcan las dinámicas y valores del grupo desde el principio, dejando claro que todo el mundo puede decir la suya desde el respeto. Hay una serie de dinámicas de participación con las que se democratiza la palabra y se facilita que todo el mundo se posicione y haga aportaciones:

1. Trabajar en pequeños grupos siempre que sea posible. El profesorado es una figura de poder que puede intimidar a la hora de participar. Por eso las dinámicas de tutoría o pequeño grupo facilitan crear vínculo con el profesor, y ayudan a trabajar con una mirada coeducativa, generando espacios de confianza donde resulta más amable participar.

2. Posicionamientos corporales. Proponerles que levanten el brazo o se pongan a un lado del aula en función de su respuesta, quien crea que sí, quien crea que no, y otro espacio para quienes no lo saben. De esta forma se visibilizan todas las opiniones.

3. Preguntas cerradas. Con las preguntas abiertas se atreve a responder a quien no tiene vergüenza, sabe la respuesta o acumula el poder para responder. Las preguntas cerradas son más amables por todos.

4. Preguntas en ciego. Intentar recopilar información del alumnado respondiendo de forma anónima. Cuando no deben posicionarse ante el grupo les resulta más fácil responder.

5. Trabajar la resolución de conflictos. La diversidad de opiniones puede dar lugar a conflictos y en ocasiones hay opiniones que cuestan de expresar si no cuentan con el apoyo de una mayoría dentro del grupo.




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La socialización de género es sexista

Desde que nacemos se socializa en el género, a partir de mandatos que nos llegan por infinidad de canales. Desde Cúrcuma observan que según los estereotipos de género, la participación, la seguridad y el liderazgo son actitudes que se asocian a la masculinidad, lo que tiene un impacto en la participación de las chicas e identidades disidentes en las aulas. Pese a estos estereotipos de género hegemónicos, hay muchas chicas capaces de ocupar espacio en el aula sobre todo cuando se tratan temas emocionales y de cuidados, tienden a sentirse con mayor autoridad.

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Participar también es estar en el centro de la atención y hay personas que no pueden sostenerlo por miedo a ser criticadas o asediadas, explican. Seguramente hay chicos que participan en el aula por la propia socialización de género, porque lo que se espera de los chicos es que no les importe lo que los demás piensen de ellos. Llamar la atención puede ser una forma de mostrar poder y seguridad, comportamientos que se validan en los chicos. Ellos también hacen cosas que encajar en el grupo de iguales.

Proyecto 'Escúchame'

Desde el año 2006, la Universidad de Barcelona en colaboración con el departamento de Educación llevan a cabo el proyecto 'Escúchame', en el que el tutor tiene una hora semanal para reunirse con el alumnado en grupos de tres o cuatro, generando así un espacio de cierta intimidad. Después de unos meses se producen grandes cambios dentro del aula, todo el mundo comienza a hablar porque se ha generado un espacio de seguridad y un vínculo que después se reproduce con todo el grupo clase. También se potencia el trabajo reflexivo a nivel personal, mejora la gestión relacional, la comunicación oral y permite cambiar la mirada que se tiene del otro. "Cuando se rompe el miedo, se establece un diálogo más humano y asertivo, y todo ello permite que mejoren la convivencia y los resultados académicos", comenta Toni Giner, psicólogo y doctor en pedagogía, vinculado al proyecto.


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El cambio es posible

Uve considera que sobre todo en secundaria, las clases están más polarizadas, apenas se mezclan chicos y chicas, y el escenario se repite, ellos caen en estereotipos clásicos del patriarcado, se muestran fuertes, decididos y valientes, a diferencia de ellas que suelen tener poca iniciativa, parecen discretas y prudentes. Incluso los grupos de chicas cierran filas corporalmente, se protegen del grupo clase, cuando hablan se tapan la boca… La mayoría están lejos de tener una posición de poder. Observa cómo se repiten estas dinámicas independientemente del tipo de titularidad del centro o su entorno socioeconómico. Lo que cree que marca la diferencia es el tipo de educación que se imparte. Cuando se trabaja la inteligencia emocional y la coeducación la mayoría de jóvenes son personas con capacidad para escuchar y opinar, y se atreven a decir la suya.

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Revertir la situación actual implica tener más opiniones y esto requiere dedicarle tiempo. Conseguirlo puede suponer sacrificar lo productivo por lo emocional. Si se tiene en cuenta que alcanzar el currículum es lo prioritario, la posición del profesorado es incómoda. Para evitar la frustración puede ayudarles ajustar las expectativas, teniendo en cuenta que la intervención que pueden hacer es limitada. Por el contrario, les juega a favor que conocen bien al alumnado, pasan ratos con ellos, pueden aprovechar para tener conversaciones e interesarse por cómo son. “Cuando los jóvenes se sienten vistos y reconocidos su vínculo con el grupo se ve favorecido y, por tanto, su participación”, apunta Comajuncosas.

Referentes femeninos en los libros

1.
Enciclopedia de mujeres STEAM

Sandra Uve y Núria Salán (Generalitat de Catalunya, 2024)

“Si desde pequeños nos educamos leyendo libros en los que sólo aparecen hombres, ¿cómo queremos que las niñas hablen?”, plantea Sandra Uve. Hasta ahora el 99% de los protagonistas que aparecen en el material curricular son masculinos. Los dos primeros volúmenes de esta enciclopedia son indispensables para revertir la carencia de referentes femeninos.

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2.
La magia de la ingeniería

Elisenda Rosanas y Laia Carrera (Ingenieros Industriales de Cataluña, 2023)

Con motivo del 160 aniversario de la Asociación de Ingenieros Industriales de Cataluña, se ha publicado este cuento para promover las vocaciones STEAM, especialmente entre las niñas. Ingenieros y sobre todo ingenieras están visitando escuelas de primaria para contar la profesión y visibilizar referentes femeninos, después de haber leído el cuento en el aula.

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3.
Pintoras

Sara Buyayo y Ana Gállego (Paidós, 2024)

"La otra mitad de la historia del arte", así es como presentan los dos primeros volúmenes de la colección que da a conocer pintoras del siglo VI al XVII al primer volumen, y del XVIII al segundo.