Diademas con unicornios y camisetas de equipos de fútbol: ¿en la escuela todo vale?
En las escuelas de infantil y primaria, generalmente, no existen normas ni códigos de vestir, pero la premisa suele ser la comodidad, aunque no siempre se cumple
BarcelonaQue en un aula convivan niños y niñas en clase vestidos de domingo no es habitual, pero tampoco extraordinario. Tampoco lo es encontrárselos con camisetas de fútbol, faldas cortas y tops, chancletas –cuando viene el buen tiempo– o pantalones apretados llenos de brille-brille. Es posible que antes de llegar a la puerta de la escuela con esta vestimenta haya habido una discusión familiar sobre si hay ropa que debería quedarse en el armario o no. Tanto si se echa la toalla y se deja hacer al niño lo que quiera como si se prima su libertad y expresión, el caso es que en las aulas la diversidad también se ve en la forma de vestir.
En las escuelas, generalmente, no hay normas ni códigos de vestir y, por tanto, todo el mundo puede ir como quiere. Ahora bien, la premisa de que no se cansan de predicar desde los centros es la misma: la comodidad. La clase de educación física es el ejemplo paradigmático de la necesidad de esta comodidad y, de hecho, muchas escuelas tienen chándales propios a tal fin. Es el caso de la Escola Dolors Monserdà de Barcelona. Años atrás quizás el objetivo también era uniformarpero ahora se les invita sencillamente a llevar pantalón azul marino y una camiseta blanca que, si quieren, puede ser la de la escuela con su logo.
"Lo hacemos para ahorrarnos el brille-brille y otras prendas poco apropiadas", explica Elisenda Nicolau, maestra de la escuela. "A menudo las familias no saben discernir o gestionar la lucha eterna por la ropa, y con esta sugerencia lo conseguimos controlar", dice la docente, que recuerda que hay prendas que no son deportivas y que hay que, siempre, priorizar la mejor ropa para hacer una actividad determinada. "¿Verdad que no voy con bañador al teatro? ¿Ni en la playa con botas y bufanda?" Ve que, de esta manera, los niños son más conscientes de lo que se les pide, y considera que hay que entender que la escuela no es un espacio para hacer "de modelos" y que hay que ir con ropa "de batalla". Mensaje respetuoso, siempre
Al día a día de una escuela de primaria también es posible encontrarse diademas con unicornios o capas de Superman lejos de la semana de Carnaval, así como ropa sexualizada. No es generalizado, pero ocurre, y por eso, si desde la escuela se quiere evitar, debe responderse con contundencia, pero siempre con respeto. "¿No quieres decir que te va a coger frío en los riñones?" o "Hoy no es Carnaval, ¿qué te parece si esta prenda se queda en la mochila?" son algunas de las fórmulas que utiliza Elisenda para procurar que los niños y niñas de sus clases vean que hay algunas piezas que es mejor no llevar. Pero a las familias no se les dice nada si no se ha generado un mayor conflicto. "A menudo es mucho más eficaz hablar de ello con el niño que con los padres", dice Elisenda, que conoce la situación no sólo por su experiencia docente sino también por la experiencia familiar como madre de tres criaturas, que han tenido, cada una de ellas, una relación diferente con la ropa y la moda.
Con tres hijos, Elisenda ha vivido la vestimenta de forma distinta. Con la media ha sido flexible y le ha dejado vestir como ha querido con ciertas normas. Si tocaba natación o educación física nada de falda, por ejemplo. Con la mayor, esto no podía hacerlo porque no tenía tanta autonomía. Y con el pequeño, un niño, se ha encontrado una situación curiosa: en I3 siempre quería ir con falda. No se opuso porque defendía que debía poder vestirse como quería, pero tuvo que trabajar la cuestión de género. Ahora, un par de años después, ya se ha masculinizado y cada día quiere ir con la camiseta del Barça. "No tengo el problema de las faldas, pero lo siento porque se ha estereotipado", dice Elisenda que, pese a todo, ve cómo han ido cogiendo buenos hábitos y saben que hay ropa para todas las ocasiones.
Comodidad y autonomía en infantil
Pero la relación entre la ropa, la moda y las familias está ahí desde siempre. En educación infantil ninguna escuela se olvida de recalcar que hay que primar ropa ancha, que facilite el movimiento libre del niño, que pueda ensuciarse y que sea fácil de sacar y poner en caso de emergencia, pero, sin embargo, todavía se encuentran medias gruesas, ropa de domingo y vaqueros estrechos. Mar Hurtado, presidenta de la Asociación de Maestros Rosa Sensat y maestra de infantil y primaria, cree que la consigna se entiende cada vez más, pero reconoce que, en cambio, después se encuentran "con muchas sorpresas". "Aún está la idea de querer que tu hijo vaya mudado a la escuela para que lo miren bien –dice Hurtado–. Y lo que hace falta es que vaya a gusto". Todavía hay mucha "ropa bonita" en las aulas, y hay que hacer entender que la comodidad es autonomía que beneficia a "la maduración de los niños".
Además, señala que es obvio que si se va a trabajar en un aula con 25 criaturas, la autonomía de cada niño es imprescindible. "Ir con un chándal agujereado no debería ser un problema –dice Hurtado–. En la escuela se viene a disfrutar de las actividades, no a sufrirlas por si los padres se enfadan por un agujero o una mancha". Para Hurtado, todavía cuesta entender, porque se sigue asociando la estética al bienestar, y recuerda que, en cambio, es perjudicial cuando un niño tiene dificultades para sacarse una prenda.
Personalidad o uniforme
Hurtado tiene claro que la comodidad y la practicidad son las únicas condiciones que debe poner la escuela a la hora de vestir. No defiende ni la bata ni el uniforme precisamente por la capacidad de uniformizar a todos los niños. Por eso es partidaria de dejar que los niños se vistan "mínimamente como quieran" desde pequeños. Para Hurtado, la bata debe dejarse para ocasiones muy concretas de actividades que pueden realmente ensuciar mucho, y la ve como un elemento "anticuado" en las escuelas. Según la presidenta de Rosa Sensat, es necesario ver la ropa como un elemento de construcción de la personalidad. Evitar que una niña vaya con top en primaria, por ejemplo, utilizando la bata sólo "esconde la situación o la identidad". "Quizás más adelante te salga desbocada", alerta Hurtado. Los niños, insiste Hurtado, necesitan "hacerse ellos mismos". "Si no les damos esta oportunidad desde la escuela, ¿cuándo y cómo lo harán?", se plantea. Por eso, sitúa la vida social en la escuela al mismo nivel que los aprendizajes, y apuesta por hablar de ella en el aula si se dan situaciones que deben abordarse. "Dejamos que pase y que sirva para realizar un proceso de pensamiento y reflexión", concluye.
Justamente la capacidad de igualar es lo que destaca Joan Gamero, pedagogo y coordinador del Grupo de Investigación de Mediación del Colegio Oficial de Pedagogía de Cataluña, para defender el uniforme en las aulas. Tiene, pues, una visión muy distinta de Hurtado. Cree que el uniforme –más allá de lo tradicional– y la bata como término intermedio evitan la diversidad de modelos de vestimenta que se encuentran en un aula y que, a su juicio, pueden generar conflicto y promueven la comparación, además de, probablemente, no cumplir la premisa de la comodidad.
Gamero entiende que el uniforme tiene "mala prensa", pero ve muchas más virtudes: cree que unifica y, por tanto, genera igualdad sobre todo en el uso de marcas de ropa que no todas las familias pueden permitirse. Además, por lo general es más económico y no es incómodo, porque se pueden diseñar uniformes que primen la comodidad y, al mismo tiempo, no fomenten desigualdades de género. Para Gamero, si la escuela no opta por el uniforme o la bata sí es necesario redactar unas normas de convivencia que limiten, justamente, los elementos que distorsionan el día a día en el aula, como pueden ser las chancletas en verano, el equipamiento deportivo cuando no hay educación física o los pantalones cortos en verano. "Evitaría muchas discusiones a las familias, que ya han tirado la toalla", alerta Gamero, quien también cree que es una "falta de límites" dejar escoger a los niños la ropa que se pone cada mañana y es partidario de unas "normas básicas" que hay que cumplir.