"No es lo mismo ser la abuela de los hijos de tu hijo que de tu hija"
Existe la creencia popular de que si tienes hijos chicos, de mayores los verás menos y, al ser abuela, ejercerás menos. ¿Qué hay a ciencia cierta y qué hacer para revertir la situación?
Cerdanyola del VallèsEntre las cuatro y las seis de la tarde, mientras los padres todavía trabajan, entre semana lo habitual es que Luca Azañón se esté con sus abuelos maternos. Lo recogen en la guardería, meriendan y juegan juntos en casa, van al parque oa comprar. Cuando el pequeño, de dos años y medio, enferma, Hilario y Jacinta también son los que los cuidan. Los padres de la criatura, Carlos y Miriam, apuntan a que el papel de los abuelos "es esencial" para poder llegar a todo, sobre todo cuando a él le cambian los turnos al trabajo y debe acudir a los suegros para que se hagan cargo del niño. "Mis turnos son rotativos, por lo que si no tuviéramos su apoyo, quizá debería pedir el traslado a otro departamento en el que los turnos fueran más fijos", reconoce Carlos. Más allá de ser un palo de pajar fundamental a la hora de conciliar, abuelos y nieto también disfrutan de ratos de ocio y tiempo libre, acompañados del resto de la familia.
A este vínculo contribuye que Hilario y Jacinta residan en el mismo municipio que Miriam y Carlos, Cerdanyola del Vallès, pero también la relación tan cercana que tienen padres e hija desde siempre. "Yo tengo una relación diaria con mis padres y con mi hermano, hablamos todos los días", apunta Miriam. La relación es tan estrecha que en el caso de los sobrinos de Miriam (hijos de su hermano) también son sus padres quienes echan una mano. En ese caso, la idea extendida de que las criaturas normalmente tienen más relación con la familia materna que con la paterna quedaría invalidada. "Yo creo que influye mucho el talante de cada familia y de cada persona, así como el vínculo que haya previamente en el momento de ser padres", apunta Carlos, quien también reconoce que su familia es más distante. "De hecho, dudo que si yo hubiera sido mujer, la relación con mi familia fuera más cercana", añade.
Factores a favor y en contra
Carlos también tiene claro que, si su padre, que actualmente vive en Tarragona, residiera más cerca, "ni se quedaría a cargo del niño ni le vería más a menudo". Sin embargo, el contacto a través de llamadas y videollamadas con el abuelo Juan es frecuente y Luca le cita a menudo a pesar de no verlo tanto. Las visitas de Carlos, Miriam y Luca los fines de semana y durante las vacaciones son, sin embargo, habituales y, durante los ratos que permanecen juntos, abuelo y nieto muestran bastante complicidad. "Eso sí –matiza Carlos–, nunca se han quedado ellos dos solos, siempre hemos estado nosotros presentes", confiesa. Carlos describe a su padre como "un hombre de los de antes, que sólo trabajaba" y, por tanto, señala, "la crianza de una criatura pequeña no le sale de forma innata". "A mi padre tampoco, ¿eh?", exclama Miriam, que apunta que a Hilario le gusta jugar con Luca, pero que de los cuidados principales se encarga su madre.
Lo cierto es que tras una relación distante entre abuelos y nietos, suele haber factores como la distancia o que los abuelos todavía trabajen y no dispongan de tanto tiempo, pero también puede ocurrir que el padre o la madre sean los primeros que descuidan la relación con sus padres o que los mismos abuelos tampoco tengan mucho interés por estar presente. En opinión de la psicóloga Silvia Guillamón, estos factores pueden convertirse en fuentes de tensión, por lo que recomienda "reconocer los límites reales como la distancia y las jornadas laborales y aceptarlos sin culpabilidad, y diferenciar expectativas, dado que no todos los abuelos desean o pueden asumir el mismo grado de implicación".
Cómo se construye el vínculo
Dicho esto, la también directora del centro El Árbol de psicología apunta que el hecho de que habitualmente haya una mayor proximidad con la rama materna se explica por el hecho de que, en muchas familias han sido tradicionalmente las mujeres –madres, abuelas o tías– quienes han asumido el rol de reguladoras emocionales y mediadoras de vínculos. "Son ellas quienes suelen fomentar el contacto, organizar los encuentros y transmitir a sus hijos la importancia de mantener la relación con sus propios padres y hermanos", afirma Guillamón. Este patrón, establecido desde la infancia, continúa, "se interioriza y se reproduce de forma inconsciente en la vida adulta", lo que explica que los hijos e hijas "tiendan a percibir a la familia materna como más cercana porque ha sido la madre quien ha facilitado y legitimado su vínculo".
Pili, nombre ficticio, está a punto de jubilarse. Cuando lo haga, si todo va bien, su hija ya habrá parido y Pili prevé dedicar parte de su tiempo a ayudar a la hija y cuidar al nieto. Será el segundo limpio, pero reconoce que la primera nieta no la gozó mucho en los primeros años. "Es la hija de mi hijo y era la abuela materna quien más se cuidaba. La verdad es que ella, la mujer de mi hijo, echaba más hacia su familia y yo fui prudente, no quería meterme. En cambio, ahora que se ha separado la veo mucho más porque ayudo a mi hijo los días que le toca la niña a . "Quieras o no, no es lo mismo ser la abuela de los hijos de tu hijo que de tu hija", admite.
A pesar de poder pensar que el vínculo biológico es lo que explica la relación de una madre con su familia directa y, por tanto, que después sus hijos pasen más tiempo con ella que con su familia política, lo que dice la disciplina antropológica es que las relaciones de parentesco tienen poco que ver con la genética y la biología. Bruna Álvarez, investigadora del grupo AFIN e investigadora agregada del departamento de antropología de la UAB, apunta que existen culturas en las que estas relaciones se hacen de otras formas. "Nosotros pensamos que somos parientes de aquellos con los que compartimos lazos genéticos, pero en nuestra sociedad también hay muchos casos que no: se puede ser madre de un hijo que ha gestado a otra mujer, como el caso de las adopciones; o de uno que no lleva mis óvulos, en el caso de la ovodonación." El hecho de que construye el parentesco, por tanto, "es de cariz social y no es universal, porque en otros muchos lugares del mundo y otras culturas lo construyen de una manera diferente".
Imaginarios y expectativas sociales
"Es cierto que el momento del parto y desde que nace la criatura es un momento tradicionalmente de solidaridad entre mujeres, pero eso también forma parte de determinados imaginarios y no siempre ha sido así", afirma Álvarez, para quien otro de esos imaginarios es lo que prevé que "esta relación madre-hija es una relación de intimidad y confianza, cuando puede serlo o no". Aquí se trata de nuevo de una cuestión de expectativas y es que, destaca la antropóloga, "sí podría ser que tu propia madre te apoyara mucho en un momento en el que tú tienes un hijo, pero podría ser que no, y aquí hay una disociación entre lo que es una expectativa social de lo que tal vez debería ser la relación madre-hija y un contexto. Las prácticas familiares contemporáneas, añade Álvarez, "parece que no comporten necesariamente que esa buena relación con la familia materna esté vinculada a esta primera etapa de la vida del bebé".
La investigadora tampoco tiene tan claro que siempre se tire hacia la familia materna: "Sí que puede que esta idea de relación familiar surja a raíz de la división sexual dentro de la familia y el trabajo, donde las mujeres se quedaban en casa cuidando de la familia". Pero es que ahora, señala, la diversidad familiar es tan amplia que puede haber familias muy lejos, o maternidades en solitario, o parejas enlazadas con hijos de relaciones anteriores, entre otras situaciones. En palabras de la antropóloga, todo este universo familiar ahora mismo es tan diverso "que es difícil incluso mantener esa idea de que la madre siempre va a ir hacia la abuela materna", y añade: "Porque quizás ahora los niños tienen hasta ocho abuelos, si los padres de las nuevas parejas de sus padres también cuentan como abuelos, así que la cosa ya de las personas entre ellas". Una voluntad que Carlos anticipa que Miriam mostrará a la hora de implicarse en el día a día de sus futuros nietos, a pesar de ser la abuela paterna de las criaturas. "Por la forma en que ha sido criada estará por la criatura, lo sé", asegura.
Para los niños, la falta de contacto con parte de la familia puede significar pérdida de referentes afectivos y culturales. "Los abuelos son transmisores de historia, identidad y continuidad generacional; su ausencia puede empobrecer el sentimiento de arraigo", subraya Silvia Guillamón, directora del centro El Árbol de psicología. Para estos abuelos, prosigue, el déficit de relación con los nietos puede acarrear "sentimiento de vacío, pérdida de rol y aislamiento social, con efectos sobre el bienestar psicológico y la salud emocional". Desde una perspectiva sistémica, dice, los desequilibrios no resueltos pueden generar "lealtades invisibles", ya que los niños pueden crecer con la sensación de que deben tomar partido por una rama familiar.
En cambio, cuando los vínculos se cuidan y equilibran, "se potencia un sistema familiar más resiliente, en el que cada generación recibe y aporta valor a la otra. Revertirlo, a juicio de Guillamón, requiere "una tarea compartida":
Madres y padres: facilitar espacios donde los abuelos puedan estar presentes y desempeñar un papel significativo, sin sentirse juzgados ni relegados.
Abuelos y abuelas: ofrecer una presencia flexible y adaptada a las necesidades de la familia, aportando apoyo y cariño sin actitudes invasivas ni directivas, así como sin quitar autoridad a los padres.
En última instancia, recuerda la psicóloga, lo importante no es la cantidad de tiempo compartido sino la calidad del vínculo. "Cuando los nietos asocian a los abuelos con seguridad, cariño y bienestar, la relación se mantiene viva y valiosa pese a las limitaciones externas", concluye.