Profesores por el mundo (4)

Francia, disciplina y autoridad en los institutos: "Al principio aluciné"

Los castigos son más habituales que en Cataluña y se fomenta la competitividad entre los alumnos

ParísAlba Arjona tiene 30 años, es de l'Ametlla de Mar y es maestra de primaria en una escuela pública de Roda de Ter (Osona) desde este curso escolar, pero hasta el año pasado fue profesora de español en un collège (el equivalente a un instituto de ESO) público de París, la ciudad en la que se instaló justo después de terminar los estudios universitarios. "Tanto me era empezar a trabajar de maestra en Catalunya o en el extranjero, pero tenía la sensación de que si empezaba en Catalunya me quedaría para siempre. Quería ver mundo", recuerda.

Hizo las maletas y fue hacia París, donde empezó a hacer una sustitución en una escuela española, pasó después por una escuela de primaria privada y finalmente se estableció como profesora en un collège público del distrito 17, donde cobraba 3.000 euros brutos por 25 horas a la semana. "Vivía mucho mejor de lo que nunca podré vivir en Catalunya", dice.

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"Lo que más me sorprendió es que en Francia lo importante son los resultados académicos: se busca el individualismo y la competitividad", explica. Según Alba, en el sistema educativo catalán "se trabajan más las emociones, se tienen más en cuentas otras cosas". En Francia, a partir de secundaria, los alumnos no sólo tienen evaluaciones cada semana, sino que tienen acceso a la nota media de la clase de cada evaluación, de cada asignatura ya su propia media global y por asignatura. "Eso en Catalunya es impensable. Cuando lo vi en París me indigné bastante", afirma.

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Disciplina arraigada

A Alba otra de las cosas que más le sorprendieron es la disciplina que hay en las aulas francesas. "Tienen la disciplina muy arraigada. La diferencia es abismal", dice. está a la orden del día castigar a los alumnos que han vulnerado las normas (hablar en clase, no hacer los deberes, pelearse, etc.), así como quedarse en el instituto una hora más cuando se acaben las clases, las llamadas hiedras de école. "En Catalunya se ha perdido el respeto y las familias cuestionan tu trabajo en todo momento –asegura–. Ha llegado un punto que por no tener problemas dejes pasar muchas cosas".

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Sin embargo, Alba advierte que en Francia la figura del profesor también se va fragilizando. De hecho, existe todo un debate social sobre cómo la autoridad de los docentes está cada vez más cuestionada y, aunque no hay cifras oficiales, la sensación entre los franceses es que la violencia contra los profesores se ha disparado en los últimos años, sobre todo en los barrios con mayor tensión social, como en la banlieue de París.

Mallorquina profesora de español

Janna Garí, mallorquina graduada en traducción e interpretación, lleva seis años viviendo en París. Se trasladó a Francia para mejorar el francés y al llegar realizó el máster para ser docente y pasó las oposiciones para secundaria. En Francia no es obligatorio estudiar magisterio para ejercer de maestro en infantil y primaria, ni el máster para ser profesor de secundaria, aunque ella decidió realizarlo.

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Ahora es profesora de español en un collège público de Bagnolet, un municipio de las afueras de la capital francesa, donde cobra unos 3.000 euros netos por hacer unas 21 horas de clase a la semana. "En Francia se cobra más pero las condiciones laborales son peores. El sistema es capitalista y puedes realizar muchas horas extras muy bien pagadas: cuanto más horas haces, más te pagan", asegura.

A Janna cuando empezó a ejercer de profesora también la chocó que los alumnos se levantaran de la silla cuando entraba en clase y que los docentes castigaran a los chicos y chicas a quedarse una hora más en el instituto como castigo. "Al principio aluciné", confiesa. Su collège está situado en la banlieue de París y reconoce que a veces "hay problemas de disciplina y hace falta mucha energía para gestionarlo", pero asegura que nunca castiga a los alumnos con hiedras de école. "No me aporta nada. La autoridad se hace en clase", dice.

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Una de las grandes diferencias entre las escuelas en Cataluña y en Francia son las vacaciones: en Francia los alumnos tienen dos semanas de vacaciones cada seis o siete semanas a lo largo del curso. En verano, el paro es más corto, de unas ocho semanas. Alba y Janna coinciden en que es una de las cosas más positivas del sistema francés. "Es muy necesario parar cada seis o siete semanas, porque el ritmo es tan intenso que si no fuera así sería difícil aguantar, tanto por los profesores como por los alumnos", asegura Janna.

Dos maestros de Girona, observadoras en París

En primaria, en líneas generales, la situación es bastante similar a la secundaria. Todas las escuelas del país siguen el mismo plan docente -sin margen para proyectos pedagógicos innovadores- y la disciplina es uno de los ejes del funcionamiento de los centros. Dolors Turbau e Isabel Bravo son maestros de la escuela pública Pericot, de Girona, ya finales de marzo estuvieron una semana en Francia gracias a un programa Erasmus+ para docentes. La estancia les permitió hacer de observadoras en clases de infantil y primaria en un centro público de París, la Escuela Polivalente Louis de Funès, ubicada en el distrito octavo. Valoran la experiencia muy positivamente. "Estamos muy contentas, nos han tratado muy bien y todos han sido muy amables con nosotros", aseguran.

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Lo que más les sorprendió fue que en Francia, lejos de realizar proyectos como hacen en su escuela, dedican muchas horas a ejercicios de ortografía, de gramática y de lectura. "Nosotros hacemos un trabajo más globalizado", explica Dolors, maestra especialista de inglés. Isabel lo corrobora: "En Francia hacen muchísimas horas de lengua y de matemáticas. Nosotros también hacemos las dos materias, pero mucho más transversalizado".

También les sorprendió que no trabajan con tabletas ni material informático y que prácticamente no hay especialistas, ni de inglés, ni de matemáticas ni de lengua. El tutor realiza todas las asignaturas, a excepción de música, plástica y educación física. "Los alumnos están con el tutor casi todo el día", explica Dolors.

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Lo que más les gustó de la escuela de París –situada en un barrio de renta elevada– es el buen ambiente en las aulas. "Los maestros mantienen un clima muy bueno y cuando los niños quieren hablar deben levantar la mano. Hemos visto a los maestros y niños siempre muy tranquilos y este clima de trabajo es muy positivo", asegura Isabel. "A nosotros nos cuesta más", admite Dolors.