Familia

Soy más que padre o madre

El primer paso para que los padres tengan tiempo para ellos mismos es que los niños lo entiendan

SabadellAunque la parentalidad (sobre todo al principio) llena las 24 horas del día, una misma, uno mismo, sigue existiendo, y merece y necesita cuidarse. Esto significa poder estar solo y, también, juntos (en pareja, sin niños) de vez en cuando. Añadiendo el tiempo que los padres deberían destinar a las criaturas que han llevado al mundo según los nuevos modelos de crianza, nuestra forma de entender el yo (el individuo adulto) aquí y ahora plantea este problema tan del siglo XXI y tan del Primer Mundo, un dilema que nuestros abuelos o gente de otros lugares del mundo no entenderían. No sólo el progenitor tiene ésta necesidad de soledad y de una mínima intimidad conyugal, sino que también quiere que los hijos entiendan éste derecho de los padres a querer, en ocasiones, disfrutar de momentos en los que cultivan intereses individuales o hacen cosas de ambos, no de familia; el derecho a mantener un entorno y una agenda que no tengan que ver, a la fuerza, con el monotema. Aunque sea para coger fuerzas para volver a ponerse.

"Educar quiere tiempo, implica dedicación y cierta intensidad en los momentos de enseñar cosas concretas. También requiere tiempo para disfrutarlo juntos padres e hijos: jugar juntos, por ejemplo, es indispensable para cultivar una relación de complicidad y confianza. Ahora bien , a veces, los padres necesitan tiempo para ellos, solos o en pareja, para descansar, para desconectar y disfrutar de otras cosas más allá de su papel de hacer de padres. , forma parte del hecho de educar a los hijos, enseñarles a respetar este tiempo", afirma la educadora, socióloga y orientadora familiar Alba Castellví, que acaba de publicar Los hábitos que les harán felices (Ángulo).

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Coincide la psicóloga clínica y terapeuta familiar y de pareja Teresa Moratalla, secretaria del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC) y coautora, entre otros, de Las parejas interculturales (Morata). "Que queramos tiempo para nosotros no es sólo absolutamente legítimo; también es normal. Las personas necesitamos tener espacios propios e individuales para podernos desarrollar y para poder, de alguna manera, realizarnos de manera adecuada. Es decir, somos seres que viven en comunidad y en pareja, pero, también, las personas necesitamos nuestros pequeños espacios o poder hacer nuestras cosas, lo que nos apetece, relajarnos, hacer las cosas que nos gustan, etc.", sostiene.

Cuando educamos de forma atolondrada, con inquietud, con angustia –remarca Moratalla– transmitimos intranquilidad a los chavales. "Por eso, es importante que tengamos espacios para nosotros: tenemos que poder tener espacios para relajarnos, para poder hacer nuestras cosas, para poder hacer las demás cosas bien. Es decir, ante todo, se es individuo , se es persona. Si tú no estás bien como persona, difícilmente estarás bien como pareja y como padre", añade.

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Decírselo a los hijos o hijas

El primer paso para que ese tiempo para uno mismo y para la pareja exista realmente y se alterne con la vida familiar sin dramas es que los niños entiendan que los padres lo necesitan. Castellví recomienda decírselo "con todas las letras" a partir de los siete años y que, mientras sean pequeños, "tratamos de hacer la nuestra de vez en cuando sin dar tantas explicaciones". Apunta la clave para salirse de ella: "Explicando el porqué y dejando bien claro que esto no es porque nos sobren, porque no les queramos lo suficiente, sino que nos gusta o nos conviene, a veces, estar por otras cosas y otras personas con las que compartimos cosas en las que los niños no tienen cabida , porque nuestra vida también está hecha de esto". Y recomienda hacerles ver que ellos también quieren espacios propios sin que los mayores intervengan.

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Pero cuando son más pequeños, no vale la pena esforzarse mucho porque no lo entenderán; salvando las enormes distancias, los procesos de los hijos para ganar autonomía y de los padres para recuperarlos son lentos, paralelos y simultáneos, considera la psicóloga. "Los chavales no entienden que queramos tiempo para nosotros porque este concepto, para ellos, no está. Sobre todo cuando son pequeños, los niños en su desarrollo son ellos, los centros del mundo; forma parte de sus etapas del desarrollo. Hasta que no son bastante grandes, no se dan cuenta de que, de algún modo, los demás existen. Por tanto, ellos piden, piden, y nosotros debemos ayudarles que a ser más autónomos, y debemos poder tener, también, nuestros espacios; es decir, es un proceso que ocurre a los hijos y pasa a los padres. A medida que van creciendo, ellos van aprendiendo a estar más solos y nosotros a tener nuestros espacios”.

Ahora bien, la necesidad de soledad e intimidad no es, sólo, cosa de los padres: los hijos también querrán pronto, y estos momentos de introspección les permitirán, asegura Castellví, activar "procesos internos" que les ayudarán a integrar ciertas experiencias vividas, a memorizar, a imaginar, a tranquilizarse después de una rabieta. La voluntad de soledad ya puede aparecer en niños de tres o cuatro años, aunque surge, sobre todo, a medida que se hacen mayores. "También hay niños que no la experimentan casi nunca, sino que les gusta mucho la compañía", añade la orientadora familiar Las ganas de pasar tiempo solos ellos mismos pueden ayudar a los progenitores. a hacer entender a los niños, con mano izquierda, que los padres también quieren disfrutar de ratos parecidos.

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Cinco claves para tener tiempo para nosotros

La educadora, socióloga y orientadora familiar Alba Castellví recomienda a los padres que hagan estas cinco cosas para que encontrar ratos para la vida personal y para la vida de pareja no sea una quimera, sino un hecho, una realidad.

  1. "Explicar bien qué necesitamos y por qué, dejando claro que no estar por ellos no quiere decir que nos estorben, sino que queremos estar por otras cosas."
  2. "Hacer la nuestra estando cerca de usted, explicando que cada uno estará por sus cosas sin interactuar si no es urgente."
  3. "Utilizar un reloj de arena donde vean el tiempo que deben esperar sin nuestra atención."
  4. "Buscar momentos especiales para compartir con la pareja sin la presencia de sus hijos, aunque sea una hora cada semana."
  5. "No sentirnos culpables por no dedicar todo nuestro tiempo a nuestros hijos."

Cambio en la adolescencia

Unas ganas de alejarse de los padres que, cuando llegue la adolescencia, estallarán definitivamente: "A medida que tienen más actividades con los de su edad, les pasa a importar más el mundo exterior que el mundo dentro de la familia ", comenta Teresa Moratalla, quien advierte que esto no hace que nos entiendan mejor. "En modo alguno. Los hijos reclaman y piden que te quieren cuando ellos quieren y cuando ellos te necesitan. Y es tarea, también, del rol de padres, hacerles comprender que todos tenemos nuestras necesidades, y que, de alguna modo, todos debemos poder tener nuestro espacio."

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Con tacto –y, si es necesario, con ayuda–, es necesario que el yo perdure y hace falta, además, que el ambos perviva cómo mantener encendida la llama de la pareja cuando la crianza chupa (casi) todo el tiempo. "Actualmente, hay una gran exigencia social. La demanda que se hace es que los padres deben estar 24 horas, en todo momento, todo lo que quieran, lo que necesiten. Es muy exigente, tal y como se plantea hoy en día , la parentalidad. Más ahora: si uno no hace un lugar a la pareja, la pareja se diluye con la paternidad. , ¿cómo mantenerlo? ¿Cómo hacerlo? Algo que Alba Castellví deja claro que no es imposible: "Las parejas que vienen a mi consulta a veces se lamentan que han acabado relacionándose entre ellos como padres de sus hijos y ya no como pareja, y que así sienten que han perdido una parte valiosa de la que podría ser su experiencia vital. Pero eso, aunque en parte es inevitable, no lo es del todo". Toca pues encontrar una hora a la semana, un día al mes, y establecer una dulce rutina.