Así hace de madre

Mida Porta Almodóvar: "Tendemos a creer que sobreestimularlos haciéndoles hacer idiomas, música, deportes y mil otros extraescolares les hará bien"

Química ambiental, escritora y madre de Iu de 19 años. Ganadora de premios de relatos y poesía, publica ahora su primera novela. 'La nueva realidad' (Spècula) describe una Barcelona actual afectada por el cambio climático e invadida por una plaga de cucarachas. Una doctora biomédica vuelve a la ciudad para reencontrarse con dos hijos de los que se separó ocho años atrás

17/11/2025

BarcelonaSoy hija de Clot y en casa teníamos un gato. De noche le oía correr por el piso y, cuando nos levantábamos, a menudo nos encontrábamos alguna cucaracha muerta sobre la esterilla de la bañera. Era él quien las cazaba y nos dejaba los regalitos. Me daba mucha angustia.

No te gustan las cucarachas, pero has escrito una novela que va llena.

— No me gustan nada, pero funcionan de maravilla como recurso literario. Recuerdo una noche de verano en Barcelona, ​​que con mi madre caminábamos por la calle Valencia y corrían cucarachas por la calle. Había muchísimas. Este recuerdo se me ocurrió muchas veces cuando escribía La nueva realidad.

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¿Y a Iu, cuando era pequeño le interesaban?

— Le interesaban más las piedras que los insectos. Cuando íbamos al bosque, siempre recogía piedras y se las metía en el bolsillo. Aún corre por casa, la caja de las piedras. Lo cierto es que son muy bonitas. Nosotros vivíamos en una masía. Teníamos gallinas y un caballo, los vecinos tenían corderos. Cucarachas no teníamos, lo que sí había eran escorpiones. Iu les atrapaba con un vaso. Era muy valiente. Aún lo es.

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Tú has escrito: "Instrumentalizar a los hijos nunca tiene un buen final". ¿Crees que es mejor que los hijos no sean conscientes de nuestras expectativas?

— Creo que, sin quererlo, tendemos a poner nuestros deseos por encima de los deseos de nuestros hijos. Lo hacemos a fin de bien, pero ahora, con el tiempo, he visto que es un error. Y sí, las expectativas no ayudan, ni a padres ni hijos, al contrario.

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Cuéntame una situación concreta.

— Cuando Iu era pequeño, yo quise que estudiara música y, aquí en Osona, hay una maestra que es buenísima, Eulàlia Subirà. Lo apunté con ella a estudiar violonchelo. Ahora, de mayor, un día me dijo que no le gustaba. Fue un jarrón de agua fría para mí. Le propuse vender el instrumento y me dijo que no. Me hizo cierta ilusión de que no quisiera deshacerse de ellos. Quizás todavía me aferro a la posibilidad de que vuelva.

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Supongo que es inevitable que mamás y papás queramos aportar el máximo de opciones.

— Tendemos a creer que sobreestimularlos haciéndoles hacer idiomas, música, deportes y mil otros extraescolares les hará bien. Yo también lo pensé y llené a mi hijo con mil actividades. Ahora que él ya es mayor, finalmente lo he entendido. Me equivoqué. Hubiera sido mil veces mejor acompañarle en el campo a ver el vuelo nupcial de las hormigas. Recuerdo un día, conduciendo hacia casa por un camino de tierra que Iu rondinaba y yo peté. Frené en seco y el coche, a pesar de ir despacio, derrapó. La cara de espanto de mi hijo me sacudió. Esa tarde entendí que no podía seguir así.

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Tú creciste sin padre. Si hubieras tenido, ¿habrías sido una madre diferente?

— Seguro que sí, lo he reflexionado a veces eso. Cuando nació Iu quise hacer todos los papeles del auca, tal y como había visto hacer a mi madre y, quizás, sin querer, facilité que el padre de mi hijo no se implicara lo suficiente en la crianza. Me equivoqué. Quizás sí que éramos una familia monoparental, pero con una presencia que deambulaba por casa. Era complicado. Él no ejercía de padre. No participaba en la crianza, ni en visitas médicas, ni en juegos, ni en salidas. No es ningún reproche. Me enamoré y durante un tiempo fue una buena pareja, pero sobre si fue un buen padre… Esto corresponde a Iu decirlo.

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Háblame del vínculo con tu hijo.

— Mientras era pequeño, era muy fuerte, casi físico. Pero cuando los hijos se van haciendo mayores, el vínculo se transforma. Me obsesiona un poco todo esto porque a menudo la diferencia entre vínculo y dependencia se difumina. Me gusta saber que está ahí, pensar en él y que él piense en mí, pero trato de dejarlo hacer. Lo quiero muchísimo, pero sé que él debe tener su vida y yo la mía. Vínculo sí, pero dependencia, no.

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Perdona, no me lo saco de la cabeza, ¿lo de las hormigas existe?

— Existe y es precioso. A finales de verano, al atardecer y después de llover, a veces se ve: un grupo de hormigas macho aladas se esparce por los caminos, los hormigueros hierven y las alas brillan con la luz de la tarde. Ver cómo arrancan el vuelo es fantástico.

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