Tienen que jugar a juegos agresivos

BanyolesEl juego agresivo incomoda. El miedo a que, permitiéndolo, estemos favoreciendo comportamientos violentos es muy habitual. Rechazar este juego equivale a negar una necesidad natural de expresión.

La agresividad es natural y es una fuerza vital

Quizás hay que reconciliarnos con que todos somos agresivos por naturaleza. Forma parte de nuestra condición humana y no tiene por qué desembocar en violencia. De hecho, la violencia suele aparecer cuando no encontramos canales adecuados para expresarla de forma segura y legítima.

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Ofrecer canales para expresarla

A menudo, vinculamos este juego a batallas o luchas y aunque es una parte importante, no es la única. Materiales como títeres de animales, disfraces de león o lobo, o peluches que cazan y arañan, son recursos que permiten que desde pequeños puedan vivir y canalizar esta fuerza vital dentro del juego simbólico.

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¿Y cuándo son mayores?

Esta necesidad de expresión se transforma. Suelen encontrar canales de juego agresivo saludable con espadas, sacos de boxeo o dianas para hacer puntería.

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Con límites y respeto

Acompañar al juego agresivo implica validarlo sin intentar modificar nada. Si un niño pinta sólo con color negro y hace trazos fuertes es una forma de expresar, nada más. Cuando interviene la corporalidad, se necesitan límites claros. Una norma fundamental es: "Si alguien deja de pasárselo bien, ya no es juego".

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Con respeto, presencia adulta y normas de juego claras, el juego agresivo es una experiencia tan necesaria como cualquier otro juego simbólico.

Un juego imprescindible

Es un juego imprescindible con el que los niños aprenden a reconocer su fuerza, a expresarla de forma adecuada ya gestionarla. Negar esa parte de su naturaleza no la elimina; ofrecer espacios de juego seguros, en cambio, sí que la transforma. Pero a menudo, esta expresión es castigada o reprimida, y ese impulso no desaparecerá porque les impedimos jugar este tipo de juego, justo al revés, sólo pueden transformarlo cuando pueden ser vividos y elaborados simbólicamente.

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Conclusión

Jugar en la calley el juego de riesgo están en peligro de extinción y son vías ideales para la expresión de ese juego. La infancia es una etapa en la que se configuran bloqueos y creencias que después influyen en la vida adulta.

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Y de adultos, entonces, debemos deshacer estos patrones adquiridos y recuperar un contacto más genuino con esta energía para encontrar la capacidad de autoafirmación y de poner límites.