Lectura

Cómo hacer que lean más allá de los doce años

La entrada en la adolescencia coincide con un bajón del hábito lector pero hay estrategias para revertirlo

BarcelonaLas estadísticas dicen que los niños son los que más leen, pero cuando entran en la adolescencia dejan de hacerlo. El motivo: están descubriendo el mundo y les interesa más socializar que realizar una actividad que pide recogimiento y silencio. “Todo el trabajo que se haya hecho antes de la adolescencia puede ayudarles para que después se vuelvan a enganchar. Por tanto, no podemos dejar de hacerles propuestas. Sin embargo, debemos moderar las expectativas y dejarles elegir sus lecturas. La clave es no pedir que lean sino hacer que tengan ganas”, asevera Magalí Homs, directora del Flic Festival, el festival de literatura y artes infantil y juvenil que se celebra el fin de semana del 16 y 17 de marzo en el Disseny Hub de Barcelona. Precisamente, en esta decimocuarta edición el festival pone especial atención en los jóvenes mayores de 12 años.

El proyecto, que trabaja para fomentar el gusto por la lectura y su hábito, presenta una novedad: el espacio +12, una zona especial destinada a jóvenes mayores de doce años en los que no se permitirá la entrada de adultos y dónde podrán dibujar, escribir, pintar cómics, crear historias, escuchar cuentos, leer o compartir inquietudes con sus amigos. “A los doce años se está en la preadolescencia y queríamos que los jóvenes de esta edad que vienen a Flic tuvieran un espacio propio y pudieran conquistarlo sin hermanos pequeños y sin adultos que les digan qué deben hacer”, apunta Magalí Homs. Los jóvenes a partir de doce años estarán acompañados en este espacio por la ilustradora y diseñadora gráfica Belén Perea, que también les propondrá crear historietas de cómics a partir de bocadillos y elaborar relatos a partir de diferentes libros seleccionados. “Me gustaría que vieran que crear una historia es otra forma de leer y ésta es una propuesta muy interesante porque todos podrán aportar desde su perspectiva personal y será muy recíproco. Todos aprenderemos de todos”, asegura Perea.

Cargando
No hay anuncios

Nuevos soportes

Las estrategias para no perder a este público joven para que mantenga el hábito lector deberían ir más encaradas a la socialización, según apunta Gisela Ruiz, bibliotecaria especialista en literatura infantil y juvenil, directora de la biblioteca Elisenda de Montcada i Reixac, y coautora, junto con Joan Portell, del libro Adolescentes y lectura: el binomio fantástico. “Es necesario crear entornos favorables. Lo clásico sería un club de lectura, pero también podría favorecerse un espacio de conversación literaria en el que puedan hablar de libros entre iguales o algún espacio de voluntariado. A partir de los doce años, están en un momento en que no hacen demasiado caso a los adultos, así que se pueden animar unos a otros a través de una actividad social”. Ruiz también lamenta que, en según qué centros educativos, estrategia lectora sólo hay una y que, la mayoría de las veces, pasa por una evaluación. "Probablemente, a los adultos, si nos hicieran exámenes, tampoco quisiéramos leer".

Cargando
No hay anuncios

Por otra parte, es preciso tener en cuenta que, actualmente, los adolescentes tienen acceso a otros objetos culturales de ficción más allá del libro, como las series, las redes sociales virtuales o los videojuegos. “En las aulas y en las bibliotecas no deben verse como una competencia, sino como una oportunidad. Podemos aprovechar los nuevos soportes para ampliar la experiencia literaria revisitando, por ejemplo, las adaptaciones. La relación entre el cine y la literatura u otros productos multimodales con la literatura pueden ser un recurso potente en las clases para que estos nuevos soportes hagan de puente entre los adolescentes y las obras literarias”, señala Cristina Correro, doctora en educación, docente especializada en literatura infantil y vicedecana en relaciones internacionales en la Universidad de Nantes. La coautora del libro Lecturas que hacen lectores, también con Joan Portell, no duda en afirmar que si los libros que los jóvenes encuentran en las aulas son estimulantes y la manera de dinamizarlos está adaptada a sus necesidades, se engancharán.

Cargando
No hay anuncios

“Todos somos lectores en construcción. Dejemos tiempo y espacios, busquemos obras que no les queden lejos para ir avanzando. Para lectores menos acostumbrados y reacios a la lectura, podemos optar por cómics y novelas gráficas, aliados potentes para introducirlos poco a poco en textos más largos. Seguro que cada lector tiene un libro que le está esperando”, remarca Correro. Asimismo, también incide en que el maestro no debe imponer, criticar o intimidar, debe acompañar. Y de ahí la importancia de predicar con el ejemplo, que subraya Ruiz. “Los adultos de referencia de muchos adolescentes son, en ocasiones, sus profesores. Por eso son necesarios profesores lectores”, enfatiza Ruiz.

Buscar experiencias placenteras

“El alumnado que llega de la primaria diciendo fuerte y claro “no me gusta leer” se lo cree honestamente. Es nuestro trabajo demostrarles que leer es cómo comer. A pocas personas en el mundo no les gusta comer. Te puede no gustar la mayoría de comida, pero si encuentras lo que te gusta, querrás comerlo día y noche. Con la lectura ocurre igual. El “no me gusta leer” lisa y llanamente suele venir a raíz de la falta de experiencias lectoras placenteras”, explica Núria Profitós, coordinadora del equipo del Plan Lector del Instituto Lluís Domènech i Montaner de Canet de Mar. Como hacen otros centros y con este objetivo, desde el Plan Lector de este centro ofrecen clubes de lectura de temas interesantes para los adolescentes que a menudo aglutinan a alumnos que no son lectores voraces o hacen lectura libre para que la compartan, a través de diferentes herramientas, con los demás compañeros, entre otras estrategias. “Es necesario que entren en el mundo de la lectura desde el placer. Después ya seremos a tiempo de hacerlos entrar en los cánones de lo que nos parece instructivo y bueno, o quizás no es necesario”, plantea Profitós.

Cargando
No hay anuncios

De hecho, Ruiz, señala que hay tantos libros como lectores y que lo importante es que los mediadores

–bibliotecarios, padres, maestros– conozcan el bagaje lector que llevan en la mochila. “A veces, en una determinada edad, nos da la impresión de que deberían leer libros de cierta complejidad, pero si no tienen el nivel lector requerido, según qué títulos les recomiendes, puede generarles mucha frustración”. En este punto, Homs añade que, por este motivo, en el Flic Festival se aboga por dejar de recomendar libros por edades cronológicas. “Procuramos tener buenas selecciones de libros y de muchos géneros para que cada lector coja el libro que en ese momento tenga ganas de leer. ¿Y si no le gusta? Pues que lo cierre y coja otro. Esto también fomenta el espíritu crítico”, recalca.

Cargando
No hay anuncios
La importancia de las bibliotecas escolares

"Es muy difícil que podamos tener una sociedad lectora si no tenemos libros al alcance", expone Gisela Ruiz, quien cree que las bibliotecas escolares, también en los institutos, son imprescindibles. “Es necesario personal que se pueda dedicar, que pueda trabajar de prescripción y que pueda comprar libros para los centros. Hay que tener recursos al alcance, porque en ocasiones pensamos que todo el mundo tiene libros en casa y no es así”. Por su parte, Júlia Baena, bibliotecaria escolar y profesora del máster universitario en biblioteca escolar y promoción de la lectura en la Universidad de Barcelona, ​​recuerda que la escuela es clave porque, a menudo, es la única vía para que los jóvenes tengan acceso en la lectura. "Hay que facilitar la formación y el tiempo a los maestros para que los niños entren en contacto con lecturas de calidad que les permitan llegar a la adolescencia con el bagaje y las herramientas necesarias para poder disfrutar y entender qué leen". Baena se pregunta si en una etapa en la que crece el desinterés por la lectura, no sería conveniente reforzar las bibliotecas escolares en los institutos, puesto que tienen un impacto en el fomento de la lectura más que demostrado.