Cómo era de pequeño

Lluís Bassat: "Estuve tres meses con conmoción cerebral, roto, muy grave"

El publicista recuerda su escuela, donde compartió clase con Pasqual Maragall, y su infancia en una familia judía

Lluís Bassat (Barcelona 1941) es uno de los publicistas más influyentes a nivel mundial. Fundó la agencia Bassat Ogilvy que ahora dirige a su hija mayor. Actualmente, se dedica a su fundación privada de carácter benéfico.

Estudió en la Escuela Virtèlia, en el barrio de Sant Gervasi, en Barcelona, ​​donde compartió clase con Pasqual Maragall. “Los profesores eran muy buenos. Y Jordi Pujol nos traía de excursión”. ¿Cómo era esto? “La escuela tenía un acuerdo con la Cofradía de Nuestra Señora de Montserrat que estaba delante. Después de clase íbamos allí a jugar a ping-pong. Maragall era de los pocos que me ganaba. Los domingos nos traían de excursión y Pujol, que tenía otros nueve años, nos llevaba a Montserrat”.

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Era el primero de la clase. “No era lo inteligente, pero cuando llegaba a casa me ponía a estudiar como un bestia para estar seguro de que al día siguiente no haría el ridículo. Y fui siempre el primero hasta que a los 14 años me arrolló un coche. Estuve tres meses con conmoción cerebral, roto, muy grave. Y el primer día que salí con mi padre para que me tocara el aire caímos por un precipicio en la Rabassada y, tres meses más en la cama”.

A los 12 años pasó un verano en París. “Hablaba francés porque mi madre había ido al Liceo Francés. Mis abuelos eran de Corfú, donde se habla griego, pero también corfieto, que es un italiano del grupo del vénet; ellos me hablaban en corfieto. Teníamos familia en París y me enviaron en avión solo allí, donde tenía un primo de 11 años”. ¿Y notaste un choque con la España franquista? “Nada me pareció raro porque el sexo todavía no me interesaba, sí me sorprendía algo de Francia, pero fue en la universidad cuando me di cuenta de que aquí estábamos encerrados”.

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A los 13 años hizo la bar-mitzva “en la primera sinagoga que se inauguró en Barcelona, ​​en la calle Avenir. Yo no soy religioso, pero mis abuelos y mi madre sí. Mi padre era judío de cultura, hablaba 13 idiomas, tocaba el violín, el piano... La hice porque era tradición familiar, pero yo nunca he sido una persona religiosa y dejé de creer cuando mi cuarto hijo murió 42 días después de nacer”.

¿Cómo era ser una familia judía en una dictadura católica? “Cuando nací mi abuelo estaba en prisión por judío, en el penal de Burgos, estuvo un año y medio. En casa mis padres hacíamos celebraciones y yo en casa he hecho para que mis hijos vieran lo que era”.

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Los inicios en la publicidad

¿Cómo llegó a la publicidad? “A los 17 años estudié un curso de derecho, pero no me interesó. Y mientras estudiaba, trabajaba como vendedor a domicilio. La primera empresa era Televisores Marconi. Un televisor valía 120.000 pesetas. La gente me recibía bien, pero decían que era demasiado caro. Al tercer día me senté en un bar. El amo me dijo que el negocio iba bien, pero que los domingos no venía nadie. Y tuve la primera idea creativa de mi vida: ¿Y si te pongo una tele en el bar y escribo una nota a cien vecinos y les digo que el domingo pueden venir a ver el partido por el precio de un café? Fue un éxito”.

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¿Y después? “Cuatro años de económicas, que tampoco me interesaba. Pero hice un posgrado en la Escuela de Ingenieros donde enseñaban publicidad, marketing… Saqué excelentes y los profesores me ofrecieron trabajo, pero dije que no y abrí mi agencia, yo solo, a los 25 años”.

El padre llevaba la empresa familiar, Filomatic, de hojas de afeitar. “Convocó un concurso para la primera campaña y me presenté con un nombre falso porque mi padre me había prohibido participar pero gané. Siete años después Filomatic tenía el 68% del mercado y Gillete, el 20%. Gillete ofreció comprar la empresa. Mi padre me preguntó si yo quería seguir, pero la industria no me interesaba, sino la publicidad. Y mi familia aceptó la oferta”.

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