Cuando los maestros compran y promocionan juguetes en plataformas deslocalizadas

BanyolesDesde que las grandes plataformas asiáticas han irrumpido en el mercado europeo vendiendo directamente al consumidor final, muchos pequeños negocios locales, tanto físicos como online, lo pasamos mal. El mercado es así, y cada persona es libre de decidir dónde compra.

¿Qué ocurre cuando esto se hace con dinero público?

¿Qué hacer si los educadores y los maestros adquieren materiales en estas plataformas, e incluso las promocionan en sus redes sociales cobrando comisiones por hacerlo? Sin debate previo ni revisión, socialmente y quizás también por parte de la administración, se ha aceptado esta práctica aunque sea del todo contradictoria. Si consideramos que los materiales acompañan procesos de aprendizaje, asumimos que enseñan y hacen más de lo que pensamos.

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Coherencia educativa y responsabilidad social y medioambiental

Hemos hecho visitas a centros donde vemos en los pasillos cajas y bolsas con logotipos de estas plataformas y pensamos que vale la pena reflexionar sobre ellas. Las escuelas que gestionan dinero público deberían estar obligadas a comprar a negocios locales. Los juguetes y materiales didácticos no pueden venir de la otra punta del mundo cuando el objetivo es educar en conciencia, proximidad y respeto. ¿Qué coste medioambiental tiene que una compra de quince euros venga de China? Algunas maestras argumentan que los negocios locales también compran productos fabricados en Asia, y es cierto que el mundo está interconectado. Pero hay diferencias fundamentales a entender.

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El valor de comprar con criterio

Cuando las compras se realizan en una tienda local, ésta se ha provisto de un distribuidor que llena contenedores enteros, por tanto, el coste para el medio ambiente es incomparable. Tanto el distribuidor como la tienda, pagan impuestos que se quedan aquí y que son los que financian la educación, la sanidad y los servicios públicos que sostienen a nuestra sociedad. También están obligadas a verificar la trazabilidad y seguridad de los productos, garantizando que cumplen con la normativa europea y que su fabricación respeta condiciones laborales dignas. Detrás de estas empresas hay personas contratadas que viven y contribuyen a la economía local. Cada compra es un acto que tiene importantes consecuencias de futuro.

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Educar también es consumir con coherencia

Los materiales educativos transmiten mensajes. Y no puede ser que aquellas personas que educan a los niños validen, aprueben y enseñen a los niños un modelo de consumo desconectado, sin responsabilidad ni coherencia con los valores educativos, es la antítesis de la educación que queremos construir: una que pone la vida, la coherencia y la comunidad en el centro.

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Que el colectivo de la educación haga compras deslocalizadas pone de manifiesto dos cosas importantes, la primera es que detrás hay una intención educativa de ofrecer materiales didácticos a los niños y eso es muy positivo y nada nuevo. Los maestros y maestras en Cataluña tienen una cultura y un conocimiento que se ha ido construyendo durante décadas.

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En segundo lugar, queda patente que hay una responsabilidad política que pasa ante todo por poner la educación como una prioridad, y nos preguntamos, ¿estas compras se harían si las escuelas estuvieran bien provistas con el material que necesitan? Mientras, aunque los presupuestos por material se queden cortos, no se puede justificar comprar en cualquier sitio ni permitir que profesionales de la educación cobren comisiones y hagan publicidad.

Quizá sea el momento de abrir un debate sereno y profundo sobre qué significa educar con coherencia, también en el consumo. Porque cada decisión que tomamos como adultos, como maestros, familias o instituciones, es, al fin y al cabo, una lección que los niños aprenden sin palabras.

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