Opinión

Esto no se arregla con una disculpa

La sensación, una vez más, es que funcionamos a trompicones y que cada gobierno nos marea, ahora hacia aquí ahora hacia allá, sin consultar nunca qué nos parecen sus pensadas

BarcelonaEmpieza un nuevo curso y, en teoría, profesores y alumnos vuelven frescos (mentalmente, no por la temperatura) después de una pausa razonable pero imprescindible. Los años me permiten afirmar que según el instituto, y depende del cargo que ostentes, en quince días ya puedes estar quemado. Confieso que he visto ritmos muy diferentes y defiendo que el profesorado sea liberado de burocracia innecesaria para que así pueda concentrarse en las clases y los alumnos. No nos falta trabajo, porque todavía cuecen los resultados PISA. Ahora mismo el sistema educativo catalán está en entredicho en su totalidad.

En este curso, donde entran muchos funcionarios jóvenes, seguiremos luchando contra el mundo exterior y haremos manos y mangas para que nuestros alumnos se concentren, trabajen con voluntad de aprender (la IA ha dado la vuelta a las reglas del juego) y mejoren la comprensión lectora y la expresión escrita, cruciales para que el resto se aguante. Sigo pensando que carecen de recursos de todo tipo. La sensación, una vez más, es que funcionamos a trompicones y que cada gobierno nos marea, ahora hacia aquí ahora hacia allá, sin consultar nunca qué nos parecen sus pensamientos. Que nadie dude de la profesionalidad de los docentes en su inmensa mayoría. Desgraciadamente, siempre nos hemos sentido solos y cuestionados ante una sociedad que nos cae a pedazos. Mirad, si no, las dificultades de los jóvenes después de estudiar para emanciparse y ganarse bien la vida. Nosotros intentamos potenciar las capacidades de cada alumno para que su futuro no sea un sálvese quien pueda donde el caos y la frustración acaben en delincuencia. Nosotros luchamos por civilizar a través del injustamente menospreciado conocimiento. No hacerlo es la barbarie. Por eso necesitamos un sistema educativo público fuerte. ¿Lo tenemos? ¿Creemos?

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Sin plaza

El primer día de curso me gusta ver los restos de inocencia de quienes aterrizan en primero y el cambio físico y mental de quienes harán tercero y cuarto. Sobre todo con los de cuarto, a final de curso, trabajamos duro para orientarlos. Intentamos acertar la mejor opción porque muchos no tienen claro lo que quieren estudiar, si bachillerato o ciclos formativos. Por eso me he quedado de piedra cuando se ha publicado que más de 31.000 jóvenes este curso por el momento no tendrán plaza en ninguna de las diez opciones de formación profesional pública que pidieron. ¿Qué haremos de ellos si se quedan como quien dice en la calle? Son treinta mil familias angustiadas por sus hijos, muchos esfuerzos arrojados a la basura y una falta de previsión (también con las plazas de bachillerato) grave y preocupante que promueve la privatización. Esto no se arregla con una disculpa. Por eso mi sensación, más allá de las ganas de trabajar de nuevo con los alumnos, es que seguimos sacando agua del barco. Sí, tenemos una sociedad saturada, en la que los servicios que pagamos entre todos no son efectivos y, además, nos complican la vida. Suerte a todos. La necesitamos.