El consultorio

"¡Esto no se dice!": cómo evitar que digan palabrotas

Los tacos aparecen hacia los tres o cuatro años

BarcelonaPor pocas que digamos o por mucho que se vigile, a todos se nos escapan palabrotas y, mucho más a menudo de lo que pensamos. Y si tenemos hijos, es fácil que ellos las reproduzcan. Cuando aprenden a hablar incluso hace gracia que en el contexto adecuado, cuando les ha salido mal una cosa, se les ha caído el agua o se les ha desmontado un juguete, se expresen con un taco, pero cuando van creciendo ninguna padre quiere que su hijo diga palabras malsonantes.

¿Qué hacer para evitarlo? La psicóloga del CDIAP EDAI de San Martín, Maria Martín, dice que el primer consejo que da a las familias es dar ejemplo, pero reconoce que no siempre es fácil porque se nos escapan en momentos de ira a pesar de que nos arrepentimos después. "Las palabrotas son una forma de expresión emocional", dice Martín, que explica que los niños y niñas las reproducen por imitación sin tener en cuenta su "connotación" que sólo entendemos los adultos y nos genera "malestar".

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¿Qué hacer si nuestro hijo reproduce tacos?

Para Martín, no hay que reaccionar. La psicóloga defiende que muchas veces cuando un niño dice palabrotas lo hace para llamar la atención y buscar una reacción en los adultos, que sí sabemos su significado, y les hacemos un toque. "Hay que mantener la calma, explicar qué no se puede decir y por qué y establecer unos límites", dice Martín. Sin embargo, esto no quiere decir que no le damos importancia, sino que es bueno explicarlos y hacerles entender los motivos por los que no queremos que diga, es decir, explicar que decirlo puede hacer daño y molestar a los otros, por ejemplo. "Esto no quiere decir que no le damos importancia, sino que hay que trasladarles ese conocimiento de los adultos", dice Martín.

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¿Cómo podemos evitar que los aprendan?

Cuando en casa se dicen pocos o se vigila mucho, pero los niños siguen pronunciando, hay que incidir en los medios y las influencias externas como son la televisión y la escuela. Sin entrar en la idoneidad de las pantallas, Marín indica que es necesario elegir el contenido adecuado en función de la edad del niño. “Debemos ser cuidadosos con el control del contenido”, alerta la experta. Puede que hayan aparecido en la escuela o en otros entornos y es necesario marcar el límite de la familia y explicarles con calma nuestra posición. Martín recuerda que el uso de insultos y palabrotas por sistema es un uso agresivo del lenguaje y si se quiere evitar se debe intentar normalizar.

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¿Y si nos hace gracia que lo llamen?

Las palabrotas aparecen hacia los tres o cuatro años ya veces nos hace gracia. Según Martín, debemos ser conscientes de que con una risa reforzamos una conducta que no queremos perpetuar. "Quizá no debemos estar muy pendientes porque es asfixiante y es lógico que se nos escapen", añade la profesional. "Cuando nosotros tenemos una reacción positiva reforzamos la conducta, pero si no es siempre, no pasa nada”. Esta situación también tiene su lado positivo. Según Marín, si los niños lo utilizan cuando toca es síntoma de que están aprendiendo del entorno. “No es tan malo”, reconoce la psicóloga.

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Cordeles, carambre o redimonios son algunos eufemismos que utilizan algunos adultos por no decir palabras gruesas. Son una buena alternativa para mantener la espontaneidad y expresividad de la ira. Aunque a veces suenen "ridículos" son palabras que por Martín dan opción a los niños a repetirlo y permitir que se comuniquen con el adulto en la línea que quieren.

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¿Hay alguna forma de eliminar las palabrotas?

Martín explica que incidir cuando los niños son pequeños es importante para evitar que decir palabrotas sea un hábito y cueste sacar. Por eso, apuesta por el refuerzo a través de un sistema de fichas y gomets verdes y rojos que marque el cumplimiento de algunos objetivos y la recompensa que, a ser posible, no debe ser económica.

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¿Y las palabrotas cuando se acerca la adolescencia?

La preadolescencia es la segunda época en la que aparecen las palabrotas en los niños y se añade el componente social en la reproducción de palabras malsonantes. Los jóvenes quieren sentirse cómodos en su ambiente social y decir palabrotas puede ser una forma de adecuarse. “Cuando se hacen mayores se utilizan los insultos porque el contexto lo utiliza”, dice Martín, que recuerda que los humanos siempre intentamos adaptarnos para que nos acepten y ganamos autoestima. En estas edades reducir su uso o eliminarlo es más difícil porque prevalece, para ellos, el razonamiento de entrar en el grupo. Para Martín, si el uso de estas palabras es brusco también puede denotar malestar y es necesario estar atento.