De no ver a la familia a convivir las 24 horas
Volver al país de origen para visitar a los familiares son las vacaciones obligadas de muchas familias
BarcelonaMarina y Leandro viven en Barcelona desde el 2019. Son de São Paulo y han intentado ir una vez al año, casi siempre en Navidad. Éste es el primer verano que viajan a su país natal y también es la vez que más tiempo han estado sin volver, ya que no van desde diciembre del 2023. Marchan cerca de un mes y las emociones están a flor de piel: en Barcelona han hecho amigos y tienen red, pero eso no impide que en momentos puntuales echen de menos a los suyos y los remo. Para Marina es "marchar de casa para volver a casa" y lo hace llenando todos los huecos de "amor puro" en los veinte días que acude.
Cuando van por Navidad, familiares y amigos tienen vacaciones, las suyas de verano, pero hay muchos compromisos y les cuesta mucho poder coincidir con todo el mundo. Además, se han dado cuenta de que para evitar dedicar un dineral a los vuelos debían marcharse a principios de diciembre y eso, con los niños en la escuela, quería decir perderse muchas celebraciones, que también les sabe mal. Este año, pues, han hecho un planteamiento distinto. Aprovecharán los días laborables de julio para teletrabajar desde Brasil mientras sus dos hijos están con sus abuelos, tíos y primos, y los fines de semana podrán aprovecharlos en familia. Esto todavía tiene una ventaja: cuando vuelvan podrán realizar sus vacaciones con temperaturas de verano en Catalunya.
La familia de Fernan también intenta ir a Puerto Rico una vez al año. Y también solían hacerlo en Navidad, para poder cambiar tres semanas de invierno por tres semanas de verano, pero ahora acuden al verano. Se dieron cuenta de que por las fiestas, los compromisos familiares de ellos, de su familia y de sus amigos, no les daba espacio para poder hacer otras cosas. En cambio, si van en verano, pueden combinar los planes con la familia extensa, los amigos de la infancia y también hacerlos con su familia nuclear.
Éste es uno de los consejos que da la psicóloga Anna Garrés. Forma parte del equipo del Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP EDAI) Les Corts, de Barcelona, y entre las personas que atiende, se encuentra a menudo con familias de otros lugares del mundo que hacen viajes largos para reencontrarse con la familia de origen y siempre les recomienda poder realizar actividades solos para evitar la saturación que les puede suponer a los niños (y adultos 24 horas.
"Si es posible, y sobre todo cuando los niños son pequeños, está bien intentar que la introducción en la familia sea progresiva", observa Garrés. Sin embargo, normalmente las familias con alguno de los dos progenitores en el extranjero viajan a casa de los padres o de los hermanos y eso no es posible. Por eso, Garrés cree que es necesario, sobre todo, respetar los límites y los ritmos de los niños a la hora de establecer una relación de confianza el tiempo que dura el viaje. "Olvidamos que quizás nosotros tenemos toda la confianza del mundo, pero los niños y niñas, no; por videollamada no es lo mismo y hay que darles espacio y tiempo para que se sitúen", apunta Garrés.
Relacionarse por videollamada
En este sentido, la familia de Marina no se ha encontrado con estos inconvenientes. Más o menos una vez por semana tanto ella como el padre hacen una videollamada con los abuelos y, aunque no obligan a los niños a ponerse, cree que es una buena manera para que los abuelos vean a los limpios ni a los pequeños a la anciana.
Pero no todo es la adaptación de los niños, sino también de las familias, adultos incluidos. Del contacto virtual se pasa a la convivencia total y eso, a veces puede generar fricciones o tensiones y llegar a saturar. cada familia pueda mantener su vida y hacer los planes que crea cada uno", señala Fernan. Por eso, aprovechan al máximo los días de convivencia, pero con la libertad de que cada núcleo familiar pueda tener independencia. Además, intentan tener "tiempo de calidad" también en Puerto Rico e incluso ayudarse con las hermanas, ya que durante el año no pueden. oxigenarnos todos un poco", resume.
Volver a casa, pero en Catalunya
Raquel se encuentra con la misma situación pero a la inversa. Desde hace quince años vive en Bruselas y tiene dos hijos pequeños. El padre es de Togo y desde que han nacido todavía no han ido y, por tanto, su abuela no los conoce. "Para mí es mucho más fácil porque todo está cercano" reconoce Raquel, para justificar que siempre, por vacaciones, bajan a Barcelona, siempre que lo puedan combinar bien con las vacaciones escolares.
Uno de los inconvenientes que sí vive Raquel es el espacio cuando vienen a Barcelona, ya que son cuatro que se instalan en el piso donde normalmente viven dos personas y deben hacer montajes de camas, aparte de la gran cantidad de cosas que llevan para la crianza. "Nos acogen con alegría, pero es una invasión", dice. Por eso, hace algunos años hicieron una apuesta: dado que el objetivo de las vacaciones de verano era pasar días juntos, se establecieron en una segunda residencia donde poder tener espacio para todos. "Con la distancia nos perdemos mutuamente el día a día, pero cuando estamos ahí, podemos vivir mucho más que si sólo nos viéramos los domingos para comer", destaca Raquel.
El impacto económico
Viajar con una familia de cuatro tiene un impacto económico importante. Fernan reconoce que es un gasto "brutal" pero ve "impensable" no hacerlo porque disfruta la estancia en una isla "que echa de menos". Además, valora poder exponer a sus hijos a la cultura de Puerto Rico y que "se la sientan cercana, como una segunda cultura".
La familia de Raquel se gasta unos 500 euros en invierno y unos 1.000 en verano cada vez que vienen los cuatro. Ir a Togo, para que la abuela conozca a sus nietos, de momento no lo han hecho. Primero por una cuestión económica, ya que viajar allí les podría suponer más de 3.500 euros, y después porque mientras sus hijos han sido pequeños, se ha querido ahorrar el riesgo de exposición a enfermedades como la fiebre amarilla o la malaria. La abuela sólo ha venido a Europa por la boda y ahora se están planteando la opción de que sea ella quien se desplace.
Las vacaciones, siempre en el mismo sitio
Aparte de esta barrera, ir a ver a la familia por vacaciones también limita las posibilidades de disfrutar de este tiempo de ocio en otros destinos. "Es casi imposible plantearnos otro viaje, pero sí que me gustaría, algún día, poder visitar otros sitios con los niños", reconoce Fernan. Para Raquel también es una limitación y, aparte de no realizar otras escapadas a lo largo del año, Catalunya les ocupa todo el paréntesis estival.
Trabajar el vínculo con anterioridad. El uso de las nuevas tecnologías y las pantallas para establecer contacto con familiares lejanos es positivo, pero a veces no son las mejores herramientas para niños y niñas, que no entienden qué ven a través de la pantalla. Por eso, propone alternativas imaginativas como explicar la historia familiar como un cuento a través de las fotografías o escribir y leer cartas.
Preparar emocionalmente a los niños. Para Garrés es importante, sobre todo en la primera infancia, explicar y recordar quiénes verán y quiénes encontrarán cuando lleguen al país de origen. En este sentido, además de las caras y familiares, también es necesario explicarles el entorno, la comida, la lengua y cualquier detalle que pueda ser relevante.
No presionar ni forzar el contacto físico o emocional, es decir, ni los besos, ni los abrazos.
Mantener ciertas rutinas, sobre todo con la comida y el dormir, garantizando momentos de calma. A menudo estos viajes se convierten en un no parar de actividades, y reservar ratos para no hacer nada y descansar es primordial para el buen funcionamiento de las familias.
Validar todos los sentimientos tanto en la ida como en la vuelta. Garrés destaca que hay que trabajar también "el duelo" de no tener a los abuelos cerca y recomienda aprovecharlo para "hacer piña y estar tristes juntos", como una estrategia enriquecedora de gestión emocional.