El consultorio

Nunca quiere ir a dormir.

Más de un 80% de los problemas del sueño de los niños se pueden resolver con rutinas y hábitos

GeronaCuando llega la noche, hay niños a los que les cuesta bajar las revoluciones del día e ir a dormir. Pese a ser tarde, siguen enérgicos y con ganas de seguir jugando. Detrás de esta actitud puede haber muchos motivos y no basta con seguir sólo una buena rutina. Aparte de activación, puede que haya miedo o, incluso, ambas cosas a la vez. Roger Ballescà, psicólogo y psicoterapeuta, subraya que "el paso de estar despierto y activo, haciendo algo que gusta, a despedirse del día e ir a dormir, implica un tiempo de relajación y despedida". Dicho esto, "los niños tienen un funcionamiento muy instintivo y uno de los instintos, precisamente, es el miedo a separarse de los padres y miedo a la oscuridad". No son rarezas, sino un hecho "normal, frecuente y evolutivo", aclara.

¿Cómo frenamos la hiperactivación?

La agenda de las criaturas solo está abarrotada de actividades hasta tarde. Entonces, ¿cómo pretender que a las 21 h se vayan a dormir? Según Ballescà, "es como frenar un tren que lleva mucho empuje". “No le frenarás en pocos metros ni en pocos minutos. Es necesario disminuir la estimulación a lo largo de las últimas horas y esto significa evitar actividades físicas intensas al anochecer. Mejor dibujar, leer y acompañarle durante este período de desconexión”, advierte. Obviamente, evitar pantallas una hora antes de acostarse porque con su luz azul hacen que el organismo no entienda que es la hora de descansar (inhibe la síntesis de melatonina). “Cuando decimos nadie, es nadie. Si queremos preservar nuestra casa libre de pantallas, pero nosotros lo hacemos, ¿qué ejemplo estamos dando?”, se pregunta este experto.

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¿Qué hacer si tiene miedo?

Para superar el miedo, no hay otro camino que ayudar a los niños a afrontarlo. Así lo asegura Ballescà, que también es coordinador del Área de Salud Mental Infanto-Juvenil del hospital Sagrat Cor de Martorell. La situación se agrava cuando aparece el miedo de los padres a que sus hijos tengan miedo. "Si nosotros tenemos una actitud serena y tranquila, acompañamos el proceso de descubrir que la oscuridad no es peligrosa y que separarse de los padres no implica ningún peligro, el niño se sentirá más seguro de sí mismo".

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Un buen elemento para acompañar a los niños a dormirse son los peluches porque funcionan como objeto transicional, es decir, ayudan a hacer la transición a estar solos. También puede ir bien crear una vida nocturna y tener un punto de luz. “Servirá para que la criatura tenga un control y una referencia de dónde está. No hace falta abrir la luz entera”, comenta este psicólogo. Por lo general, es positivo todo aquello que refuerce el vínculo con el niño en el momento de separación, genere espacios de tranquilidad y desestimulación progresiva: explicar qué haremos al día siguiente, cosas que hagan de puente entre hoy y mañana. Y una advertencia: “Lo importante es aprender a separarse. Si estamos a su lado y le mostramos que nos necesita a su lado, le estaremos reforzando el miedo”.

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¿Puede que esté poco cansado?

“Es un falso mito. Un adulto cansado es una persona que se va adormilando por los sitios. Un niño cansado puede estar más irritable, excitable... No se puede realizar una analogía directa con el adulto. Por tanto, si el cansas todavía necesitará más tiempo para desacelerar”, admite Ballescà, vicesecretario del Colegio de Psicólogos de Catalunya. “No debemos ser rígidos pero sí firmes. El sueño es un hábito como la comida y otras cosas. Los hábitos del cuerpo se benefician mucho de las rutinas adecuadas. En los más pequeños es importante establecer horarios consistentes y previsibles”.

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Según los expertos, más de un 80% de los problemas de sueño se pueden resolver con rutinas y hábitos. “En los niños, el insomnio no existe. Existen malos hábitos de sueño. Hay adultos que dan un tratamiento de melatonina a los niños, cuando, en realidad, con pautas adecuadas, la situación podría reconducirse perfectamente”, afirma Ballescà. “Ahora bien, los hábitos del sueño se aprenden y pueden desaprenderse por algún motivo que lo desencadene. En cualquier caso, que cueste acostarse forma parte de la evolución. Si lo gestionamos de forma adecuada, acabará desapareciendo por sí solo”, asevera Ballescà. Incluso, en el caso de los terrores nocturnos, pesadillas que generan conductos. Según Ballescà, "no generan ningún peligro y con la edad, menguan".