El consultorio

¿Qué ocurre si no gatea?

Hay niños que no gatean y se ponen de pie directamente

Un bebé en una imagen de archivo
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BarcelonaHay familias que, llegados a los ocho o nueve meses de sus criaturas, comienzan a preocuparse si todavía no han mostrado señales de empezar a gatear. Preguntada sobre si es imprescindible para su desarrollo temprano que los niños gateen, la neuropediatra de el Hospital de Sant Pau, Laia Turon, deja claro que "no es imprescindible" y señala que, de hecho, hay muchos tipos de desplazamientos antes de ponerse en andar. "Aunque es cierto que la mayoría de niños y niñas harán el gateo estándar, es decir, tocando el suelo con las manos y las rodillas, el resto de acciones como arrastrarse, retar o culear son totalmente normales", añade. Lo importante, por tanto, es que el niño se desplace a partir de cierta edad, bien sea arrastrándose, reptando o como quiera.

¿Por qué desplazarse sí es importante?

Lo importante, subraya la también coordinadora de la unidad de neuropediatría del hospital, es que el niño tenga la inquietud y la necesidad de querer desplazarse, y que lo consiga hacer de forma autónoma, poniendo como límite los 11 -12 meses. Esto nos indica, por un lado, que el niño tiene interés por el entorno y tiene iniciativa para intentar conseguir lo que quiere: ve un juguete e intenta llegar para él. cogerla por ejemplo. es que algunos de los niños que logran un desplazamiento diferente del gateo consiguen andar solos un poco más tarde que los que gatean. neuropediatra sitúa antes de los 16-18 meses de edad.

¿Habría que incentivar este desplazamiento de alguna manera?

Con los niños hay que jugar, pasar el rato y ofrecerles atención. Y es que, apunta Turon, "a través del juego se estimula la comunicación, el prelenguaje, la conducta y también el desplazamiento". No debemos tomarlo como una clase de gimnasia o un entrenamiento, puntualiza, “sino como una estimulación global en la que favorecemos que el niño observe el entorno y quiera interactuar con él”. ¿Alguna sugerencia? Si vemos que un niño es muy observador, pero no hace intento de moverse, por ejemplo, podemos intentar situar un juguete a una distancia media, para que intente llegar, pero sin que esté demasiado lejos porque si no, no lo intentará. “Después se puede poner cada vez más lejos o más arriba para que haga el intento de llegar o incluso que intente ponerse de pie cogido a un mueble para atrapar el juguete, y todo esto mientras jugamos con él o ella y pasamos el rato”, aconseja la neuropediatra.

¿Y por qué no es necesario empeñarse en corregirlos para que hagan el gateo estándar?

Según Turon, primero, porque el objetivo inicial del desplazamiento es poder llegar a lo que quieren, y eso lo conseguirán sea cual sea el tipo de desplazamiento que hagan. En segundo lugar, porque si un niño ya se desplaza de una determinada manera, podemos dejar que explore su entorno de esta manera, no es necesario prohibirle que lo haga así y obligarle a reaprender un tipo de desplazamiento diferente. “Sabemos que lactantes que pasan mucho tiempo sentados tenderán a desplazarse sentados y moviendo las piernas, y los lactantes a los que más les gusta estar boca abajo seguramente lo harán gateando”, puntualiza Turon, que también insiste en la importancia que el lactante pequeño esté unos ratos sentado en una sillita o hamaca, “pero también tumbado boca abajo en el suelo, con una manta, para propiciar que logre el desplazamiento que le sea más fácil”.

Los niños pueden pasar por diversas tipologías de gateo. ¿Por qué?

El gateo, de hecho, es muy variable. “A medida que el niño aprende a desplazarse y coge fuerza y ​​coordinación, aprenderá a hacerlo de la forma más eficaz”, afirma la neuropediatra. ha lactantes que empiezan a desplazarse arrastrándose, por ejemplo, y pueden llegar a hacerlo de forma muy ágil, pero este desplazamiento, en realidad, no es muy rápido, por lo que, cuando tengan bastante fuerza en el tronco, seguramente preferirán gatear, ya que se consigue ir más rápido.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que entre un 7% y un 17% de pequeños no gatea en modo alguno. ¿Puede perjudicarlos?

Hay niños que se ponen de pie y caminan directamente. Esto, apunta Turon, depende de su fuerza y ​​coordinación. “Para aguantarnos de pie tenemos que tener bastante fuerza de tronco; los recién nacidos cuando nacen tienen todos una cierta hipotonía de tronco que, a medida que crecen, va mejorando: primero aguantarán la cabeza, posteriormente se aguantarán sentados y finalmente podrán aguantarse de pie.” Por tanto, no es bueno para un niño que no tiene suficiente tono muscular ni fuerza en el tronco que le forzamos a ponerse de pie. Ahora bien, sostiene Turon, "si espontáneamente se pone, quiere decir que ya está preparado, independientemente de qué edad tenga o si ya sabe gatear o no".

¿Y qué hay de las teorías que vinculan el no gatear con problemas futuros de lectoescritura?

Turon evidencia que las teorías que relacionan un desarrollo motor determinado con la lectoescritura o la lateralidad cruzada “no tienen ninguna base científica”. Y puntualiza: “Hay niños que sí tendrán un retraso motor o incluso un retraso psicomotor global y después les costará leer y escribir, pero no porque una cosa provoque la otra, sino porque pueden ser síntomas diferentes a uno mismo trastorno del desarrollo”. Y a la inversa, destaca, la mayoría de niños y niñas que serán disléxicos han tenido previamente un desarrollo psicomotor "estrictamente normal".

¿Qué señales con respecto al movimiento deberían alertarnos?

Básicamente, subraya Turon, "la falta de movimiento o, diría más, la falta de interés por moverse". El niño que, a pesar de ver un objeto cercano, no hace intento de acercarse a él o acercarse a los padres, necesitará una valoración para ver por qué no lo hace. Y, a cualquier edad, añade la neuropediatra, "la asimetría de movimiento": hay que fijarse si, cuando coge un juguete, lo hace indistintamente con las dos manos, si cuando se arrastra o gatea, mueve las dos piernas y ambos brazos (aunque el movimiento sea asimétrico, pero moviendo ambas extremidades). Y un último apunte: “Hay que recordar que los niños no son derechistas o zurdos hasta aproximadamente los 2 años, y, si parece que lo son a edades más precoces, hay que revisar si lo que tiene es pérdida de fuerza de algún miembro.”

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