Cómo son importantes nuestras madres en las eternas vacaciones escolares

BarcelonaMe tiembla el ojo y apenas estamos en julio. Y eso que no quiero quejarme mucho porque tengo la enorme suerte de ser maestra y puedo conciliar bien las vacaciones de mis cuatro hijos. Tres meses, cuatro adolescentes, cuatro comidas diarias. Comen muchísimo y el tema ya no es hacer el almuerzo, es planificarlo y que sea algo contundente y harto. Piense que si tengo que ponerme a rebozar pechugas de pollo debería haber empezado en abril.

Ya sé que la teoría dice que en vacaciones debemos repartir encargos y poner horarios. La práctica se traduce siempre en respuestas del tipo "le toca al otro, siempre lo hago todo yo, eso ya me tocó ayer, esto no es mío o pídele al tal que hoy no ha hecho nada". Que sí, que al final lo acaban haciendo, pero nunca en la primera y nunca por iniciativa propia. ¿Sabéis lo tan trillado de "si yo leo, ellos leen?" En mi casa no tenemos ese efecto espejo. Ni en el tema lector, ni en los trabajos de casa. Espero no estar sola en esa lucha que para mí, durante las vacaciones, es la prioritaria. No quiero que se limiten a ayudar, quiero que se impliquen.

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Quizás quiero demasiadas cosas. Como se levanten a horas decentes o que hagan deberes de verano. Ya sabéis que la cosa va a tener un cuaderno de vacaciones que empieza a hacerse con toda la motivación del mundo y al cabo de tres o cuatro páginas allí se queda. Olvidado y marchito. A vosotros también le pasaba y lo sabéis. Por eso, ahora que ya tengo una edad y los hijos mayores, me he vuelto más permisiva y me planteo que vayan haciendo a su ritmo sin perder tantísimo la paciencia. Intento cerrar el tema escolar para que no sea fuente de reproches o castigos. No hace falta recordar todo lo que ha pasado durante el curso, creo que emocionalmente es importante tomar distancia y en septiembre santo volvemos a ella.

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He asumido que muchos días se levantarán tarde y me intento autoconvencer de que la ciencia dice que no es pereza sino que el cerebro adolescente necesita más horas de sueño para madurar. Pues que maduren, y rápido. Me he dado cuenta de que en verano es necesario flexibilizar las normas, que puedan priorizar a los amigos, bajar revoluciones y no correr para llegar a todo. Es el momento de realizar vacaciones no sólo del trabajo, también de la carga mental. Como dicen mis hijos: "Mamá, estamos de chill".

Ayudas imprescindibles: el esparcimiento y el pueblo de los abuelos

No os ocultaré que siempre he tenido dos ayudas imprescindibles que me han facilitado el verano: el esparcimiento y el pueblo de los abuelos. El trabajo de los esplais siempre lo intento visibilizar y siempre me quedo corta. Merecen la Cruz de San Jorge o directamente el Nobel de la Paz. ¡Si incluso se hacen galas para premiar a creadores de contenido! Y los monos? Semanas enteras de dormir en literas, calor, hervir macarrones, estar sin pantallas y asumir mucha responsabilidad. Y todo esto sin cobrar. Un trabajo del todo voluntario para ayudarnos a educar a nuestros hijos en algo que les marcará para siempre: el tiempo libre. Saber divertirse, hacer comunidad, convivir con gente de todo tipo, añorarse en la justa medida y espabilarse. Es la situación de aprendizaje más importante de sus vidas y nunca estaré suficientemente agradecida al trabajo de los esplais.

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Los abuelos también merecen capítulo aparte. Déjemelo decir, las abuelas. Las abuelas que llevan una bata de tirantes, que salen a comprar, que cocinan platos buenísimos a pesar del calor y que nos envían fotos de los niños en calzoncillos y sonrientes con un chorreo de zumo de sandía por la barriga. Cómo son importantes nuestras madres y cómo se desviven porque nosotros trabajamos, escribimos, viajamos y llegamos a conciliar el trabajo con las eternas vacaciones escolares.

Porque ya os aviso de que después de las colonias, la visita al pueblo y los días de playa con nosotros todavía queda la semana de septiembre en que ya lo damos todo por perdido y los niños holgazan abiertamente en el sofá. Por cuatro días, mejor no mojar demasiado los Gremlins. Árbitro, es la hora. Eso sí, haga lo que hace estas vacaciones disfrútalas mucho, que en el fondo todo pasa volando. Y no me refiero sólo en verano. ¡Nos reencontramos en septiembre!

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