¿Los abuelos deben cuidar a los nietos en verano?
Cada vez más abuelos cuidan a los nietos mientras los padres trabajan durante las vacaciones. ¿Hasta qué punto estamos abusando?
BarcelonaTres mañanas entre semana, Lídia cuida su nieto de año y medio. A las nueve de la mañana ya está en su casa: le da el desayuno, le ayuda a vestirse y pasa la mañana jugando con él hasta que, al mediodía, vuelve la madre del trabajo. "No se me hace pesado", asegura esta abuela de sesenta y siete años.
Los otros dos días laborables, el niño queda a cargo de los otros abuelos de la familia. Es una solución que, de momento, satisface a todo el mundo y que se mantendrá así al menos durante el verano. "Estoy encantada, aunque es verdad que cuando me voy acabo cansada. No físicamente, pero sí mentalmente, porque estás todo el rato en tensión, vigilando que no le pase nada", confiesa.
Como ella son muchos los abuelos y abuelas que dedican parte de su tiempo a cuidar de sus nietos para que los padres puedan continuar con su trabajo. Una situación que comparten muchas familias que ven muy difícil poder conciliar la vida familiar y laboral en un sistema que, sobre todo entre los cero y los tres años, deja casi exclusivamente en manos de las familias lo que en otros países es labor del gobierno. ¿El resultado? Muchas se ven casi obligadas a buscar mano de obra cercana y no remunerada: los abuelos.
"Somos un país familiarista. Cataluña, como lugar pionero en la industrialización, se sustentó en la familia troncal", explica la demógrafa Joana Maria Pujadas, profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC. De esta forma, si una mujer casada con un hijo volvía a trabajar, lo hacía porque tenía a alguien en casa que podía cuidar de ella. Y lo más probable es que esa persona fuera una abuela.
¿Avisos liberados?
Para la experta, no es que hoy en día "abusamos más de los abuelos", sino que "ahora podemos utilizar a los abuelos porque los tenemos; antes no podíamos porque se habían muerto". Una esperanza de vida que se suma a que cada vez hay menos limpios. "En algún momento tendremos más ancianos que nietos", apunta Pujades. El Instituto de Estadística de Cataluña ya estimó que en 2024 la población de más de sesenta y cinco años sería del 19,52%, mientras que el tramo de cero a quince años sólo de un 14,83%.
"Una cosa es que los abuelos estén capacitados y tengan la salud y la energía para hacerse cargo de los nietos, pero otra es que quizá deberíamos pedirles más si quieren hacer este servicio, no dar por entendido que están obligados a ello", continúa Pujades.
En este sentido, la profesora de antropología social y miembro del grupo AFIN de la UAB, Carolina Remorini, asegura que no todos los abuelos quieren dedicar sus años de jubilación a cuidar a los nietos. "Tuve mujeres alumnas en unos cursos para personas mayores que decían que estaban allí porque no querían cuidar limpios todo el día", explica.
"A lo largo de la historia, los abuelos han cuidado a sus nietos, pero hoy en día no somos las mismas personas que éramos antes", continúa la antropóloga. Para empezar, se ha retrasado mucho la maternidad y hoy en día no sólo los padres tienen hijos mayores, sino que los abuelos también lo son, con la consiguiente pérdida de energía que esto supone. "Se han realizado muchos estudios que ponen de manifiesto los beneficios y el impacto positivo de una buena relación entre abuelos y nietos, tanto para unos como para otros. Pero, en el otro extremo, también hay ancianos que se sienten abrumados, frustrados y presionados. Todo depende de cada situación y de su contexto particular", matiza la antropóloga.
Remorini también apunta que es una construcción cultural pensar que las personas mayores –o las que no tienen hijos– deben asumir el cuidado de los niños. "Puede que lo hagan durante un tiempo determinado, pero no de forma intensiva", añade. La antropóloga también ha observado cómo muchas abuelas comienzan a reivindicar los derechos y oportunidades que no tuvieron durante su juventud para hacer lo que realmente querían, y ahora, llegado este momento de la vida, quieren vivirla de forma diferente.
Poner límites
Con la llegada del verano y las vacaciones escolares, la situación familiar todavía se agrava más durante las semanas que los padres no pueden tomar vacaciones. Es aquí cuando muchos optan por recurrir a los abuelos, que no siempre quieren o pueden estar disponibles. "Son personas que ya han vivido muchas cargas en la vida y ahora se encuentran en un momento biológico en el que necesitan más descanso", señala Mireia Cabero, psicóloga, profesora de la UOC y fundadora de Cultura Emocional Pública. Y si bien estar con los nietos puede distraerlos y dar muchas alegrías, el hecho de que su tarea se parezca casi a la de una jornada parcial no siempre es lo que quisieran para su tiempo libre. "Hay muchos que querrían hacer vida fuera de casa, pero que se encuentran con que deben cuidar a los nietos. Lo asumen, pero también son conscientes de que la vida se les va escapando", continúa Cabero.
Muchos ancianos asumen una tarea que a menudo no ha sido ni hablada ni pactada de forma clara. Y no siempre es fácil poner límites cuando el amor y la responsabilidad se mezclan con expectativas familiares y silencios. "Nos estamos encontrando con familias donde la comunicación honesta no brilla tanto como debería, y eso hace difícil expresar las necesidades reales por parte de todos", señala la psicóloga. Una comunicación madura en la familia requiere asertividad, empatía y capacidad para sostener conversaciones difíciles. Pero, como reconoce la experta, "estas tres cosas son mucho más difíciles de hacer que decir". Cuando los abuelos comienzan a sentirse cansados física o mentalmente, no siempre encuentran el espacio o el tono para decir: "Oye, ¿puedes liberarme algún día?"
Cabero alerta también de otro fenómeno creciente: la sobreprotección infantil y cómo esto se relaciona con dinámicas familiares descompensadas. "Los niños crecen sobreprotegidos no porque sí, sino porque son criados en familias que favorecen esta sobreprotección. A menudo, los padres y madres no ejercen lo suficiente como tales, y eso tiene consecuencias", lamenta la psicóloga, que añade cómo este desajuste se arrastra después a la relación con los mismos padres. "Cuando nuestros padres, que son abuelos, nos ponen un límite... quizás no lo sabemos escuchar", alerta. Esto puede explicar por qué muchos abuelos no se atreven a pedir un respiro, por miedo a no ser escuchados o generar un conflicto.
Por otra parte, Cabero añade cómo muchos padres, además de necesitar la conciliación laboral, también demandan una necesidad creciente de espacios personales, de ocio y autocuidado. "Hay muchos padres y madres que dejan a sus hijos con los abuelos porque así pueden ir al gimnasio o marcharse un fin de semana. No lo critico, pero es una realidad que hay que mirar de frente", advierte Cabero.
Ante todo esto, la psicóloga interpela a todos los abuelos que necesiten comunicarse: "Encuentre el coraje de hacerlo con honestidad. Sea fieles a sus necesidades". Es necesario, dice, romper con la idea de que los abuelos están disponibles por defecto. "Es hora de reconocer que tienen derecho a poner límites, a descansar ya vivir también su propia vida", continúa. ¿La clave para conseguirlo? Aprender a escucharnos más y recuperar una cultura familiar en la que expresar necesidades no sea un tabú, sino una muestra de amor y madurez.