Arte

Cuando la arquitectura y el arte quieren curar

La Fundación Enric Miralles expone proyectos de un centro Kálida en Vall d'Hebron y Suñol continúa su proyecto sobre el VIH

BarcelonaEl verbo curar tiene la doble acepción de "cuidar" y de "curar". La arquitectura y el arte no son un medicamento, pero sí pueden contribuir al bienestar de las personas enfermas, como puede verse en Barcelona en la muestra Mortales+ de la Fundació Suñol y en la exposición de la Fundación Enric Miralles Arquitecturas de la curación: diseñando espacios de cuidado (Pasaje de la Paz, 10 bis). Uno de los protagonistas de la segunda es el centro Kálida San Pablo, que está inspirado en las casas de la fundación oncológica Maggie's en todo el mundo; también una decena de proyectos de un eventual centro Kálida en el recinto del Hospital Vall d'Hebron que la arquitecta Benedetta Tagliabue puso como ejercicio de un curso especial que impartió en la Universidad Yale en primavera.

"Creo mucho en este proyecto", afirmaba Tagliabue en una conferencia en la sede del Colegio Oficial de Arquitectos de las Islas Baleares de Eivissa. "Hace muy evidente la necesidad de tener una arquitectura humana, que te haga sentir en casa aunque estés en un hospital, en una situación límite. No cura desde el punto de vista médico, pero sí te ayuda a aceptar la enfermedad de una forma mejor", decía. El centro Kálida Sant Pau le dejó una huella profunda: "Todo lo que hacemos ahora en el estudio deriva un poco de la experiencia de este centro, donde he aprendido realmente lo importante que es hacer un espacio donde te encuentres más a gusto, y cómo esto lo puedes hacer en cualquier momento", subrayaba.

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El centro Kàlida Sant Pau está sólo a 20 metros del servicio de oncología del Hospital de Sant Pau, pero Tagliabue lo pensó para que los pacientes puedan "escaparse". Así, mientras que la banda del edificio que da al hospital está cerrada, la otra se abre como un abanico hacia unos jardines y hacia los edificios modernistas de Lluís Domènech i Montaner. "La cubierta es como un pavo real, y los pacientes del hospital pueden ver desde arriba que tienen un edificio especial cerca", dice la arquitecta. El presupuesto del edificio era reducido, pero esto no le impidió adornarlo con detalles bonitos, al igual que arquitectos consagrados como Norman Foster, Frank Gehry, Zaha Hadid y Rem Koolhaas hicieron de la belleza una fuente de confort. "Miramos lo que había hecho Domènech i Montaner, y en la decoración de la fachada hicimos un falso modernismo, jugando de una manera muy sencilla con los ladrillos y el color blanco", dice Tagliabue.

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En cuanto a los proyectos de los estudiantes de Yale para Vall d'Hebron, Lauren Sexton se plantea levantar los ánimos de los pacientes a través de "la experiencia dinámica de los espacios interiores" y las vistas a la naturaleza. Marya Bakhrameeva ocupa un patio olvidado del recinto con una estructura de madera para convertirlo en "un santuario de luz y cuidado". Y Sida Tang plantea un edificio de madera y ladrillo con bóvedas que pertenece a la vez "a las montañas de Collserola" ya la ciudad. Asimismo, la relación entre el edificio y la enfermedad se hace más evidente en el proyecto de Christy Ho, que propone un edificio con "espacios que se comprimen y se abren, al igual que el viaje emocional de la enfermedad". Arquitecturas de la curación: diseñando espacios de cuidado estará en cartel hasta el 10 de abril de 2026 y forma parte de los actos de la capitalidad mundial de la arquitectura de Barcelona.

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Antes del Kálida, Tagliabue ya había realizado una retahíla de obras en las que se pueden detectar diversas estrategias para que los edificios sean más "acogedores y amorosos", tanto en la etapa inicial junto a Enric Miralles como cuando asumió su legado y lo proyectó hacia el futuro. Miralles y Tagliabue respetaron las preexistencias cuando hizo su casa en un palacio gótico y rehabilitaron el Ayuntamiento de Utrecht. Y cuando proyectaron el Parlamento de Escocia, velaron para que no fuera abrumador y que los espacios conservaran un cierto carácter doméstico. En solitario, Tagliabue ha continuado desarrollando los cuidados cuidando los espacios públicos (Parque del Mar de Rímini), utilizando materiales cálidos, como la cerámica y la madera (la iglesia de Sant Jaume en Ferrara y la estación central del metro de Nápoles), y trabajando con la comunidad (la estación de metro Clichy-Montfermeil en París).

Del hedonismo al recuerdo por las víctimas del VIH

En el terreno del arte, en la exposición Mortales+ de la Fundación Suñol, Albert Potrony presenta los Domases del placer: cuatro esculturas colgantes colaborativas acompañadas de una pieza sonora con las voces de los participantes del grupo de trabajo del que provienen, ya que la muestra es fruto de un proyecto de investigación sobre el VIH y el sida en el que han participado el colectivo Supervihvents Creación Positiva y Bollos en Teoría de Ca la Dona, este último por visibil.

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"Con estos damases hablamos del hedonismo que estalló con la Transición y que quedó socavado por la aparición del sida. También pensamos en los damascos del Proyecto de los Nombres, que conmemoran todos los nombres de la gente que desapareció durante la pandemia", explica Potrony, y de los miembros de la fundación Jaume Brunet y David Martrat. Asimismo, se puede ver otro trabajo de Potrony, un conjunto de doce telas impresas con las marcas de los cuerpos de los participantes, entre los que también se encuentran médicos, enfermeras y miembros de Casal Lambda, Gais Positius y SIDA STUDI. El proyecto ha contado con la subvención para proyectos de cultura comunitaria y de transformación social 2023-2025 de la Generalitat y con el apoyo de la Fundació Suñol y de la Fundació Glòria Soler.

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Mortales+ es la continuación de un proyecto de Potrony y Sanjuan. "Cuando hicimos el proyecto Mortales queer, los activistas de Supervihvents nos pidieron cómo podían encontrar lugares de encuentro con sanitarios, porque vivir la enfermedad hoy es muy diferente que al principio de la pandemia, pero todavía había temas que querían repensar si encontraban un lugar para reunirse con los sanitarios, y que les gustaría que no fuera un lugar sanitario", afirma Roser Sanjuan, ~B. organizado cronológicamente desde libertad sexual prepandémica hasta la actual cronificación del VIH, pintura colorista Sweet swimmers, 3 selfwatchers (1981-1982), de Chema Cobo, dialoga con los primeros damascos de Potrony, mientras que La Pareja núm. 1 (1988), de Susana Solano, evoca el miedo y el aislamiento. Más adelante hay Brazo-cactus (2000), de Miquel Navarro; y Autorretrato (Una pequeña historia de amor) (1994), de Alberto García-Alix, que hacen pensar en cómo las personas seropositivas pueden ser vistas como monstruosas y las medidas de control físico que trajo la aparición del sida, respectivamente. Y en el tramo final está la reivindicativa carta en el universo de la ceramista Laia Torramilans donde se puede leer lo siguiente: "Quiero una sociedad que me quiera, que no me discrimine por la manera en que he cogido el VIH. Quiero una sociedad inclusiva de verdad, que sea republicana, laica y libre".