Arte

June Crespo planta flores animales en el Guggenheim

El museo marca un punto de inflexión en la trayectoria de la escultora produciéndole un nuevo conjunto de obras

Bilbao"Recuerdo mi infancia cosiendo inventándome prendas para peluches, con puntas, recortes o parches de mi madre que había en casa. Incluso antes, hacía pequeños montajes con huesos de cereza, palillos, hilos de lana …" "Miren Agur me pregunta si he vivido algo traumático o violento en relación con mi cuerpo. Contesto que, en cualquier caso, el hecho de nacer. Éstas son notas del dietario de la escultora navarra June Crespo (Pamplona, ​​1982), establecida entre Amsterdam y Bilbao, publicadas en el catálogo de la gran exposición que el Museo Guggenheim de Bilbao le dedica hasta el 9 de junio, titulada Vascular. En los últimos años, Crespo se ha convertido en una de las más destacadas artistas del Estado, también internacionalmente.

"Me cuesta exponer (crecer en Bilbao). Siento la necesidad de liberarme de mis fantasmas (profesores y colegas) y permitirme ser", "Gaza está siendo bombardeada de forma inhumana", apunta también el artista. "Hemos querido que la exposición, además de dar una perspectiva de su obra a nuestra audiencia, sea también una oportunidad para que ella haga un punto de inflexión en su carrera, tanto desde el punto de vista conceptual como el de escalera", afirma el director del museo, Juan Ignacio Vidarte. Así que la muestra incluye una selección de obras de los últimos siete años y un conjunto de trabajos producidos con motivo de la muestra con la financiación del museo.

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Algunos de los trabajos nuevos, con formas tubulares de carácter industrial que se entrecruzan, surgieron después de que Crespo trabajara con unos encofrados, pero llaman sobre todo la atención las esculturas hechas a partir de la ampliación de una flor, l estrelizia, conocida popularmente como el ave del paraíso. "Llevaba años con el deseo de hacer la operación de trabajar con una forma orgánica, botánica, y modificarla ampliándola –explica June Crespo–. Durante un tiempo escaneé muchas flores en 3D, y me miré por aquellas formas hasta que me decidí por la estrelizia. A posteriori he pensado que lo que me hizo seleccionarla fue que de algún modo yo ya la veía como un elemento casi artificial y como una forma muy sintética”. Así, el tallo de la estrelizia es como una tubería, con lo que Crespo saca a la luz unos elementos de circulación que suelen estar escondidos en las paredes.

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"Los lugares donde he vivido siempre han sido lugares donde he oído que había una extensión de lo corporal. Las sensaciones físicas y las imágenes internas están en mi práctica desde hace años, y con el cambio de escala la flor adquiere una apariencia casi animal. También existe el traslado de afectos, pulsiones, gestos, que se traducen en la manera de imbricar los cuerpos. físicas, vitales, afectivas", dice el artista. Y en cuanto a la relación del público con las esculturas, Crespo le plantea como un "cuerpo a cuerpo" en el que es fundamental andar entre ellas para descubrir puntos de vista insólitos.

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Bronces que evocan los organismos vivos

El proyecto arrancó hace cuatro años y ha sido un reto importante para el artista, por razones como que la exposición puede verse en la sala 105 del museo, un gran espacio diáfano. Por eso, Crespo ha aumentado las dimensiones de los nuevos trabajos, pero al mismo tiempo ha querido que sigan teniendo una escala humana. También porque es la primera artista de su generación que tiene una exposición de esa envergadura en el museo. "Con este proyecto June ha encontrado claves y secretos para avanzar en cosas que nadie esperaba y que han sido verdaderamente reveladoras", afirma el comisario de la exposición, Manuel Cirauqui. "Una de las claves ha sido el término vascular, que nos lleva a los circuitos y organismos donde la irrigación pone en contacto partes alejadas y también a la comunicación, la contaminación, los fluidos, los organismos vivos. Pero también en las arquitecturas… June trabaja en una continuidad donde el exterior y el interior se funden, se intercambian", subraya.

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Las obras anteriores a Vascular están expuestas en el perímetro de la sala, y Crespo las ha vuelto a "abrir", como dice Cirauqui, con motivo de esta exposición, para "demostrar su carácter vivo". Algunas están hechas con sillas de montar y velos. En otras conviven distintos materiales como la resina, el textil, el metal, el hormigón y las correas. Todo ello les da un extraño carácter sensual, y parece que quieran ser anzuelos para sacar recuerdos que quedaron en lo más profundo de la memoria. "June nos enseña a mirar la obra de arte como algo que está constantemente modificándose, a veces mutando, ajustándose al espacio, viviendo de alguna manera, y comunicando", dice el comisario.

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La relación con los iconos de la escultura vasca

Para el comisario, los escultores vascos de las últimas décadas comparten, después del "ocaso de la sociedad industrial y la emergencia de nuevas sensibilidades", "una cierta comprensión del vacío y una mirada hacia el mundo natural, y hacia mitologías relacionadas con luchas sociales muy fuertes y muy vivas, y la mutación de los materiales". Todo esto, dice Cirauqui, se encuentra tanto en la obra de Jorge Oteiza como en la de Crespo. Sin embargo, Crespo asegura que apenas piensa en los grandes nombres de la escultura vasca porque ya están "incorporados" en el contexto vasco. Asimismo, el artista también evoca en el catálogo el diálogo con otros artistas vascas e internacionales de distintas generaciones como Lorea Alfaro, Elena Aitzkoa, Doris Salcedo, Isa Genzken, Cristina Iglesias y Louise Bourgeois. "El diálogo es muy capilar y muy expansivo", concluye Cirauqui.