Arte

El legado de Antoni Tàpies estalla en Madrid

El Museo Reina Sofía acoge la retrospectiva más ambiciosa del artista, con más de 200 obras

MadridAntoni Tàpies (1923-2012) estaba permanentemente alerta: hacía esbozos de sus grandes pinturas matéricas en unos cuadernos, a veces desvelado en plena noche después de soñar con una obra concreta. Se ponía a pintar a finales de abril, en su estudio en el domicilio familiar de la calle Zaragoza de Barcelona, ​​y después en el de la masía de Campins, con la colaboración inestimable de su mujer, Teresa Barba, que le había comprado las telas y las maderas que le había pedido. El propio Tàpies explicaba cómo algunas obras son la reacción de otras, y cuando las exponía en una galería o en un museo echaba de menos la atmósfera en la que las había creado.

“Tanto si la exposición era buena como mala, Tàpies se quedaba con el regusto que echaba de menos algo que tenía que ver con la práctica del arte, con la manera de trabajar, que no se acababa de reflejar en las exposiciones”, explica Manuel Borja-Villel, comisario deAntoni Tàpies. La práctica del arte, la retrospectiva del centenario de Tàpies que abre sus puertas este miércoles en el Museo Reina Sofía de Madrid. De hecho, la muestra, coproducida con la Fundació Antoni Tàpies, la programó el propio Borja-Villel durante su etapa como director del Reina Sofía (2008-2023).

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Se trata de la exposición más ambiciosa que se ha dedicado al artista, con unas 220 obras de toda su trayectoria, un 40% de las cuales son de la Fundació Antoni Tàpies y de la familia, sobre todo de los años 90 hacia delante. También hay algunos documentos inéditos, como dos cuadernos de esbozos. “Con el estudio vacío y los cuadernos –explica Borja-Villel–, Tàpies generaba una especie de composición, un entorno, un ambiente en el que el espectador entra y empieza a ver una serie de relaciones de una manera afectiva, una serie de elementos que están siempre en movimiento, que en un momento pueden ser un pie y en otro algo abstracto”.

La recreación de cómo serían algunos de estos entornos es la gran novedad de la exposición. “Establecemos un puente entre Tàpies como un artista monumental que cuenta la historia de este país y la historia de Europa desde la segunda mitad del siglo XX y entre las ideas, pulsiones y líneas de trabajo del artista, que tienen hoy todo el sentido, más que antes”, afirma Borja-Villel. Como dice también el comisario, algunas de estas líneas son "la relación entre el arte y la ciencia, donde la materia piensa y es poesía; la relación entre el hombre y la naturaleza, el hombre y lo que no es humano , y en un tiempo de algoritmos e inteligencia artificial, la importancia de lo poético".

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Todo ello, la directora de la Fundació Antoni Tàpies, Imma Prieto, lo resume en un debate de carácter existencial. “Hay muchas formas de definir a Tàpies, asumiendo que es un artista poliédrico. Pero para mí hay una que nos exige que su obra tenga algo que decirnos, y es la reflexión que hizo de la dicotomía entre la vida y la muerte. De alguna manera, en esta pulsión se estremece todo lo demás, lo que es político, social, humano, el amor...”, dice Prieto.

Una exposición para revelar Tàpies a los jóvenes

Es la sexta exposición que Borja-Villel dedica a Tàpies al margen de las que hizo cuando dirigió la Fundació Antoni Tàpies y el resultado es magnífico. “Es una exposición impactante incluso para mí, que conozco mucho la obra de mi padre”, afirma el hijo mayor del artista, Toni Tàpies, que tiene el deseo de que esta muestra sirva para dar a conocer el legado su padre entre los más jóvenes. Y Borja-Villel avisa de que las fotografías no le harán justicia: "Me sabe mal para los instagrammers, pero hay una serie de elementos y matices que exigen la presencia en la sala, exigen la memoria del cuerpo que, ante una obra, recuerda la que ha visto antes".

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La exposición, que estará en cartel hasta al 24 de junio, está dividida en diez ámbitos y el recorrido parece circular, al principio se puede ver uno de los autorretratos que Tàpies se acostó cuando estuvo convaleciente de una tuberculosis en 1942 y 1943. Más adelante, todas las miradas convergen en el cabezal de la cama que hay en la pintura fúnebre Ni puertas ni ventanas (1993), en uno de los platos fuertes de la muestra, la sala dedicada a los años 90. “Cuando le dieron el León de Oro en la Bienal de Arte de Venecia, Tàpies se dio cuenta de que a pocos kilómetros, en Bosnia , había una guerra civil que le hizo pensar en su historia, en su memoria”, dice Borja-Villel. Este episodio no será extraño al público catalán, porque en el 2022 la conservadora de la fundación, Núria Oms, lo recordó presentando la exposición Tàpies. Melancolía.

Ocurre lo mismo con la sala donde están las grandes pinturas que Tàpies presentó en la Documenta III de Kassel en 1964, porque se pudieron ver también en la fundación en 2019. En Madrid, estas obras son uno de los atractivos de la exposición, junto con otros trabajos que hace muchos años que no se ven juntos o que nunca se habían visto en el Estado, como Gran relieve negro (1973), del Museo Meadows de Dallas, y Gran pintura (1958), del Guggenheim de Nueva York. También es remarcable la serie Cartas a Teresa, situada en el corazón de la muestra. "Son unas cartas de amor ya la vez unas cartas de la vida cotidiana", dice Borja-Villel. En cambio, cuando la exposición llegue a la Fundació Antoni Tàpies en julio, entre otros cambios, esta serie y la deHistoria natural no estarán allí para dejar espacio a trabajos menos conocidos en Barcelona.

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El valor absoluto de la pintura

“Tapies es un pintor que no está limitado por una visión formalista, tradicional y retrógrada de la pintura. Es un pintor para quien la pintura lo es absolutamente todo, ve con los ojos de la pintura”, advierte Borja-Villel. Con el acierto en la selección de obras, llama la atención la coherencia, la potencia y el equilibrio con el que Tàpies se desplegó desde los autorretratos iniciales hasta las últimas obras, entre ellas Ola y cifras (2006), y en materiales y lenguajes diversos como las materias, barnices y pinturas y esculturas hechas con objetos corrientes. "Las materias suponen un salto superficial, formal, muy grande, pero por dentro el artista es el mismo, al nivel de una genealogía más profunda", dice Borja-Villel.

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Es curioso ver al Reina Sofía la obra propiedad del Parlament de Catalunya 7 de septiembre, evocadora de la constitución de la Assemblea de Catalunya en 1971, en una sala donde el posicionamiento político de Tàpies tiene un marcado acento catalanista y de compromiso con los derechos humanos. Como ya se había hecho público, también hay El espíritu catalán que, entre otros muchos lemas, reclama “el derecho al tiranicidio”; la escultura hecha con un montón de platos de los monjes de Sarrià que acogieron la Caputxinada, y la pinturaEn la memoria de Salvador Puig Antich (1974). "En este homenaje a Puig Antich, Tàpies cuestionó un cierto tipo de pintura demasiado literal y buscaba el elemento poético, indescifrable, donde los problemas se resuelven a partir de preguntas, no a partir de respuestas", concluye Borja-Villel.

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