Beckett ya confinaba a personajes y auguraba el fin del mundo

Sergi Belbel dirige a Jordi Boixaderas y a Jordi Bosch en 'Final de partida'

BarcelonaHay una frase muy ilustrativa que dice el director Sergi Belbel: "Los clásicos parece que caminen". Un texto clásico tiene la habilidad de ganar nuevos significados a medida que el mundo cambia, de forma que siempre es vigente, siempre está de moda. Es la sensación que tenía Belbel cuando traducía Final de partida para una nueva puesta en escena, que se estrenará este fin de semana en el festival Temporada Alta (días 3 y 4) y a partir del 9 de marzo hará estancia en el Teatre Romea. Estábamos en pleno confinamiento y aquellos cuatro personajes aislados mientras fuera la civilización se ha extinguido se asemejaba bastante a la realidad. "Traduje con una atmósfera muy próxima a la vivencia de los personajes, fue una coincidencia que te hace descubrir el poder precursor del genio. Es como si hubiera tenido un ataque de lucidez", dice Belbel. Si en 1957 Beckett estaba influido por la Segunda Guerra Mundial y la amenaza atómica, seis décadas después parecía que hubiera predicho la pandemia global y la crisis climática.

Ver cómo resuena Beckett ahora que estamos inmersos en esta doble crisis es uno de los alicientes del montaje. El otro, la reunión de los actores Jordi Bosch y Jordi Boixaderas, que hacía cinco años que no pisaban un escenario, desde Victoria en el TNC. "Me he dedicado a otras cosas. Hacer teatro te implica bastante tiempo y te impide hacer otras cosas. También había una generación que pedía y pienso que la gente tiene que tener oportunidades. He viajado, he hecho de locutor, tengo un estudio de grabación en casa", ha explicado Boixaderas. Los dos actores han coincidido en varios montajes juntos y también con Sergi Belbel (La Bête, El crèdit), pero en este caso, además, son los artífices de la propuesta. Los dos Jordis interpretaron estos personajes en 2005 bajo la dirección de Rosa Novell, en un montaje que solo hizo cinco funciones. Ambos se quedaron con ganas de más y fue Bosch quien fue a buscar a Belbel para recuperar Final de partida, un título que hace referencia a una jugada de ajedrez en la que el rival admite que perderá la partida y no quiere ni acabar de jugar.

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Humor pero sin 'gags'

La adaptación quiere ser fiel al Beckett autor pero también al Beckett director. Después de recibir el Nobel en 1969 y de que sus obras se representaran en todo el mundo en versiones que remarcaban la oscuridad, la densidad, el simbolismo y lo absurdo, Beckett dirigió en 1979 en Berlín sus versiones de Esperando a Godot y Final de partida, su obra preferida. Fueron puestas en escena más luminosas, ágiles y que se permitían sacar el humor negro que hay en el texto. Este es el tono que han buscado Belbel y compañía, que incluso han seguido al pie de la letra las notas del montaje que dejó escritas Beckett. "No hemos forzado el humor, pero no lo hemos esquivado. Para mí la medida justa es no saber de qué te ríes o reír y pensar «¡Dios mío, de qué me río!»"

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El montaje no hace gags pandémicos ni referencias al presente: "El público ya es lo suficientemente inteligente como para hacer el tránsito. Pero resuena diferente en un mundo en el que al parecer está en vías de extinción", dice el director. Los personajes de los viejos Nagg y Nell (Jordi Banacolocha y Margarida Minguillón), que Beckett mete dentro de la basura –aquí dos contenedores, en versión siglo XXI–, hacen pensar en lo "que hacemos con nuestros mayores, cómo los aparcamos y cómo la sociedad rechaza la vejez", dice Belbel.

Para director y actores, Final de partida contiene todo lo que se puede esperar del teatro pospandémico. "Es recuperar el gran teatro, el teatro de toda la vida. Un texto de altura, un duelo interpretativo, una obra que da para darle vueltas, en la que te lo pasas bien y es cortita", acuerdan los tres. Ideal, ahora "que tenemos más cerca que nunca la proximidad del fin", sentencia Boixaderas.