Festivales

Laura Ferrés: "La autenticidad es un eufemismo: lo que la gente quiere decir es pobreza"

Directora, estrena 'La imatge permanent' en Locarno

BarcelonaCinco años después de triunfar en la Semana de la Crítica de Cannes con el corto Los desheredados, Laura Ferrés (Barcelona, 1989) vuelve a hacer historia en el cine catalán. La directora estrena este domingo su opera prima, La imatge permanent, en el prestigioso Festival de Locarno, donde será la única película catalana o española en la competición de un certamen que ha coronado héroes de la cinefilia como Hong Sang-soo, Pedro Costa o Albert Serra. El primer largo de Ferrés viaja de una Andalucía atávica de canciones crueles y deseos prohibidos a las calles, bares y casas del Prat del Llobregat, donde una directora de casting busca a personas “auténticas” para una campaña política.

En Los desheredados partías de tu padre para construir un híbrido de ficción y realidad. ¿De dónde surge La imagen permanente?

— De mi familia materna, de mis abuelos, que vinieron de Córdoba a Cataluña durante la posguerra a trabajar. Pero esta historia es más de ficción que Los desheredados. No conocí a mi abuelo, pero me crió mi abuela, que nunca hablaba de la posguerra, pero sí cantaba canciones, desde coplas hasta canciones republicanas que forman parte de mi infancia y que quería rescatar del olvido de alguna forma. La película surge de estas canciones y del contexto de mis abuelos, pero con una vocación quizás más experimental que realista, porque lo que me interesa es la vertiente antropológica y construir un mundo del que puedan salir cosas inesperadas.

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Toda la película está filmada en El Prat de Llobregat, donde tú creciste, y que también era el escenario de Los desheredados. ¿Quieres ser la cineasta de El Prat?

— No sé si tanto como esto... Pero me gusta la idea de que La imagen permanente y Los desheredados formen parte de un grupo mayor de películas que retraten el paso del tiempo en un sitio. Ahora bien, yo todavía estoy buscando mi forma de explicar las cosas y no sé qué tipo de directora me gustaría ser. ¿Quiero ser Ozu, no salir de mi entorno y profundizar en él, o quiero ser Herzog e irme lejos en busca de aventura? O quizás un término medio, quedarme en mi entorno y que retratarlo sea una aventura.

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La protagonista de La imatge permanent, Carmen, trabaja haciendo castings y recibe el encargo de buscar a alguien auténtico. ¿Qué buscabas tú en las actrices que interpretan a Carmen y Antonia? Tienen presencias que no suelen verse en el cine.

— Trabajé varios años como directora de castings de publicidad y lo de la autenticidad es un eufemismo. Cuando la gente habla de autenticidad lo que quieren decir es pobreza. No hay personas más auténticas que otras, sino gente con menos recursos que deben salir adelante con otras herramientas. Como la protagonista debe buscar a personas que no hayamos visto en el cine o la televisión, para mí tenía sentido que mis actores también fueran así. Y por eso he trabajado con personas que no son actores. Hay que decir que no se interpretan a sí mismos, hay todo un trabajo de preparación del personaje, sobre todo con la actriz que interpreta a Carmen, que no hablaba catalán y en la película sí.

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¿Tuvo que aprender catalán para rodar la película?

— No, pero sí tuvo que practicar mucho porque no es su lengua materna. Y, de hecho, la habla con el acento de alguien para quien no es la primera lengua. Por un tema de subvenciones, en la película debía hablarse un cierto porcentaje de catalán, y pensé que era una oportunidad para que se escuchara otro tipo de catalán. Durante el casting fue muy difícil encontrar a mujeres del Prat de Llobregat de la edad del personaje que hablaran catalán habitualmente. Supongo que alguna vez lo han hablado y han recibido comentarios y por eso se autocensuran. Normal, si el catalán que se escucha siempre en la televisión y el cine es un catalán perfecto. Sé que en otros lugares de Catalunya no es así, pero si estás retratando un sitio debes ser fiel a su realidad lingüística.

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En el nuevo cine catalán predomina la búsqueda del naturalismo en las interpretaciones, pero en La imagen permanente existe una tensión constante entre el realismo y el artificio.

— Sí, esta tensión me interesa mucho, por eso trabajo con personas que no son actores y en localizaciones reales. Cuando hay ese quiebre, esas fuerzas opuestas, surgen cosas inesperadas y un cierto extrañamiento. Las personas se mueven y hablan como si no actuaran, pero de una manera no del todo natural, y a mí esto me fascina. Hay directores que quieren capturar la vida, pero a mí lo que me interesa es alterar la realidad, quizás porque en la vida real tienes poco margen para tomar decisiones, pero en una película puedes permitirte el lujo de ser fantasioso, que es algo que se está perdiendo un poco. Y lo digo también pensando en el público: hay que volver a disfrutar de la ficción, la ficción como una posibilidad y al mismo tiempo como una memoria.

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¿Te sientes conectada de alguna manera con la nueva ola de nuevas directoras catalanas?

— Sí, porque formamos parte de la misma generación y probablemente hemos crecido con los mismos referentes. Pero no estar tan apegada a la noción de naturalismo quizá me hace mirar hacia otro tipo de cine. En realidad, mi educación cinematográfica es muy caótica: mi madre es muy cinéfila y de pequeña me enseñaba el cine clásico de Hitchcock y otros directores, pero con mi padre veía cosas como Armageddon o El bar Coyote, y con mis abuelas las telenovelas. Yo, por mi cuenta, descubrí un cine más experimental y de no ficción.

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El gobierno Frankenstein de la educación cinematográfica.

— Sí, más o menos. Al final, me di cuenta de que lo que aglutina todo este caos es, tal vez, el melodrama, que, además, tiene ese elemento de deseo prohibido muy presente en La imagen permanente. Pero también he encontrado inspiración fuera del cine: tenía muy presente a David Foster Wallace y su mirada sobre el mundo corporativo y la publicidad, y también el Roberto Bolaño de Los detectives salvajes, porque me interesan mucho las historias dentro de otras historias.

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Por cierto, firmas el guión con Ulises Porras y el cineasta Carlos Vermut. ¿Cómo surgió la colaboración con un director a priori alejado de tu cine como Vermut?

Nos conocemos del Festival de Sitges. Él sabía que había cosas del guión que no me acababan de agradar, así que revisó la estructura de la película y tuvimos un diálogo de un par de días en el que surgieron ideas que me ayudaron a tener un guión que sí que me apetecía filmar. Carlos es una persona muy generosa, además de un muy buen guionista y director.

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Extrañeza en El Prat del Llobregat

El primer largometraje de Laura Ferrés se desmarca de algunas tendencias propias de la ola de nuevas directoras catalanas. La imagen permanente parte también de la experiencia de su familia, pero la directora no se adentra en el territorio personal ni opta por una estética naturalista. Desde el prólogo, que se ubica en Andalucía, juega con una puesta en escena más cercana a la iconografía pictórica que a la reconstrucción realista. Y el tono del filme lo acaba aproximando a títulos como Espíritu sagrado , de Chema García Ibarra , o Destello bravío , de Ainhoa Rodríguez, por cómo hace emanar la extrañeza o las emociones soterradas de contextos cotidianos. Las estrategias para transmitir el desencajamiento de las protagonistas con su entorno, el Prat del Llobregat actual, no siempre cuajan. Pero La imagen permanente nos regala uno de los personajes femeninos más insólitos de nuestro cine, Carmen (María Luengo), una mujer de mediana edad que escapa a los estereotipos asociados tanto a las mujeres protagonistas como a los retratos de los catalanes de origen andaluz. Eulalia Iglesias