Camina o revienta

El grueso de la filmografía de Francis Lawrence está monopolizado por la franquicia de Los juegos del hambre. De entrada, nadie pensaría en él como un autor con obsesiones recurrentes, pero existe cierta lógica poética en que se haya interesado en llevar a la pantalla La gran caminata, publicada en catalán porMales Herbes, una novela temprana de Stephen King que también presenta un escenario distópico donde los jóvenes son ofrecidos en sacrificio. Sin embargo, en este caso no nos encontramos en un reino fantástico, sino en una versión alternativa de Estados Unidos (a la que el contexto actual da un indisimulado aire trumpista), donde se disputa una competición anual en la que 50 chicos (uno por cada estado) son elegidos para una prueba de resistencia que debe servir de ejemplo y elevación moral. Consiste en realizar una marcha con unas reglas tan sencillas como implacables: en el momento en que desfallezcan o se detengan, un soldado les disparará un disparo en la cabeza. Sólo puede quedarse un caminante, que obtendrá una recompensa económica y la concesión de un deseo.

Hay que celebrar que Lawrence no se desvíe de esta premisa, centrándose en la descripción de la situación, desde sus aspectos más sufridamente físicos y escatológicos (¿cuándo fue la última vez que vimos mierda en una película de Hollywood?) hasta la insospechada camaradería y las fricciones de un camino hacia la extinción que, desde los nobles códigos del cine de género, avanza en paralelo a títulos como Gerry de Gus Van Sant o la amarga Punishment Park del recientemente desaparecido Peter Watkins.