El cine social sin trampas que nunca verás en Netflix

En las películas de los hermanos Dardenne se entra haciendo el corazón fuerte y se sale arrugado. Así ha sido desde siempre, y así sigue siendo. Que su estilo de cine social áspero, heredero del documental y siempre lejos de estructuras narrativas rígidas, melodramatismos y moralismos ya lo tengamos metabolizado como espectadores quizás no quiere decir que lo tengamos amortizado. Porque es cierto que en Recién nacidas no hay ninguna sorpresa o innovación. Pero, en otras manos, este filme que sigue la vida de cinco adolescentes en riesgo de exclusión social alojadas en un centro de acogida para madres jóvenes de Lieja sería un cataclismo (aunque La maternal, de Pilar Palomero, con una temática muy parecida, también estaba bien).

Pero los Dardenne, como suele ser habitual, no someten al espectador a un cohecho sentimental: no fuerzan la empatía por ninguno de los personajes de este drama coral ni esconden sus defectos, no los victimizan ni los castigan. No juzgan. Y ese punto de vista que puede parecer de entrada equidistante, en realidad es un posicionamiento muy claro en favor de la justicia social: estas casas maternas son un servicio público necesario, independientemente de que las personas que acojan nos caigan bien o mal, tengan millones de defectos o ninguno. Es por esta firmeza de principios éticos y estéticos que ponerse ahora a fruncer la nariz ante un nuevo título de Jean-Pierre y Luc Dardenne porque se parece demasiado a los anteriores es, como mínimo, frívolo.