¿El cine de Wes Anderson ha perdido su encanto?

Una cantinela recorre algunos círculos cinéfilos: Wes Anderson ya no muela. La audiencia estaría harta de sus películas de perfección planimétrica y detallismo de línea clara. El gran hotel Budapest convirtió a este cineasta de estética personalísima en una figura a la vez prestigiosa y muy popular, en un director cool para todos los públicos. Sus siguientes filmes, como el experimental La crónica francesa o el muy idiosincrático Asteroid City pusieron de manifiesto que Anderson es un cineasta más arriesgado y complejo de lo que harían entender sus imágenes golosas y sus repartos trufados de estrellas.

La trama fenicia no hará cambiar de opinión a los espectadores que ya han desistido de seguirle la pista. Pero sí supone el filme más cálido, accesible y gozoso de Anderson desdeEl gran hotel Budapest. El director nos vuelve a embarcar en una aventura de aromas clásicos y colorismo tintinario, protagonizada por Zsa Zsa Korda (Benicio del Toro), un multimillonario sin escrúpulos cuyo nombre evoca a estos imaginarios. Los hermanos Alexander y Zoltan Korda produjeron y dirigieron algunos de los grandes títulos de aventuras exóticas de los años treinta y cuarenta, como Las cuatro plumas o El ladrón de Bagdad. De origen húngaro como los Korda, la irrepetible Zsa Zsa Gabor presumía de un número exagerado de maridos. El Korda de La trama fenicia también ha tenido una prolífica vida amorosa, hasta el punto de reunir un número considerable de descendencia. Pero a la hora de pensar en la herencia, se fija en su única hija, una monja con la que empieza a vivir una serie de tribulaciones. La trama fenicia presenta personajes más definidos que los filmes anteriores, que evolucionan emocionalmente, por lo que el padre malvado va entendiéndose a medida que avanza el metraje. Michael Cera se incorpora a la troupe andersoniana como fichaje estrella, en el papel del típico joven siete ciencias de timidez encantadora que se convierte en el ropa-escenas del filme.