El corazón de las tinieblas barroco de James Cameron
James Cameron firma con 'Avatar: fuego y ceniza' la entrega más espectacular de la saga de la odisea de los na'vi
'Avatar: fuego y ceniza'
- Dirección: James Cameron. Guión: James Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver
- 207 minutos
- Estados Unidos (2025)
- Con Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang y Oona Chaplin.
Más allá de su incontestable espectacularidad, Avatar: fuego y ceniza –tercera entrega de la saga fílmica creada por James Cameron– concentra su atractivo en un conjunto de aparentes contradicciones. La película aprovecha su condición de episodio central de la franquicia –es sabido que tendrá cinco entregas– para generar, durante gran parte de su metraje, esa sensación de vértigo desatado y de aventura sin rumbo definitivo que hizo de El Imperio contraataca y Ambas torres los capítulos más estimulantes de los universos de La guerra de las galaxias y El señor de los anillos. Sin embargo, Cameron no tiene suficiente con la excitante retahíla de giros, cambios de escenario y personajes nuevos, y la nueva Avatar termina alargándose más allá de lo razonable para ligar los numerosos hilos narrativos y cerrar algunos ciclos conceptuales. Por ejemplo, después de explorar la fuerza simbólica de la tierra y el agua en las dos primeras entregas, el tercer episodio explora formas de vida aéreas y convierte al fuego en emblema de la destrucción.
Avatar: fuego y ceniza prolonga la principal paradoja de una saga que basa su encanto en el avance tecnológico –hay que buscar la mayor pantalla posible para disfrutar de los fascinantes efectos 3D–, pero que arraiga su relato en referentes clásicos. En este sentido, la nueva entrega de la odisea de los na'vi reanuda su romance con los temas de Shakespeare –pasada la pantalla de Romeo y Julieta, toca explorar el rencor y el anhelo de venganza de Hamlet– y las aventuras itinerantes de Homer. Pero la cosa no queda ahí, ya que Cameron decide transportar al ámbito narrativo el exultante barroquismo visual de la saga. Así, Avatar: fuego y ceniza se convierte en una especie de versión fílmica de bolsillo deEl canon occidental, de Harold Bloom, con guiños al drama parricida de Abraham en la Biblia, a la espiritualidad de Siddhartha, de Hermann Hesse, y en el estudio de las obsesiones macabras del clásico de Herman Melville Moby Dick.
De hecho, el mejor hallazgo de la tercera parte deAvatar tiene una vertiente literaria, ya que el magnético personaje de Varang –una chamana que ha generado un culto nihilista a su alrededor– remite a la figura de Kurtz, el monstruo bárbaro de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, que inspiró Apocalypse now (Francis Ford Coppola). Es a través de esa figura perversa que Cameron remata su denuncia, tan evidente y naíf como oportuna, del poder corrosivo del militarismo y las armas de fuego.
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