El emocionante reencuentro de Paul Giamatti y Alexander Payne veinte años después de 'Entre copas'

"Para muchos, la vida es como la escalera de un gallinero: corta y llena de mierda". Quien pronuncia esta afirmación contundente es Paul Hunham, un profesor cascarrabias y misántropo de un exclusivo internado estadounidense a inicios de los años 70. El actor que lo encarna es Paul Giamatti, en un emocionante reencuentro con Alexander Payne después de la excelente y también muy misantropa Entre copas. Payne subraya la intensidad del momento con un primer plano de Giamatti en el que la fisonomía atípica de su rostro y su facilidad para transmitir tedio cósmico y una infinita decepción existencial convierten la apocalíptica sentencia en un haiku desesperanzado, aunque no exento de verdad.

Desde su mismo título, Los que se quedan rompe una lanza a favor de aquellos para los que la vida es como la escalera de un gallinero: los marginados, los rezagados, los excluidos del sistema. Basta fijarse en el trío protagonista, que parece sacado del catálogo de perdedores que poblaban las películas de Hal Ashby (la amarga road movie El último deber es uno de los referentes más directos). Durante las vacaciones de Navidad, Paul debe convivir en un internado vacío con Angus, un conflictivo estudiante con problemas emocionales, y Mary, cocinera en proceso de duelo por la muerte de su hijo en Vietnam.

En su fértil diálogo con el cine norteamericano de los 70, en especial del New Hollywood, Payne no sólo emula su forma (la fotografía y el formato de pantalla imitan el aspecto y la textura analógica de las películas del período) sino también, de manera significativa, el contenido. La delicada combinación de comedia y tragedia o la forma en que boicotea todo indicio de sentimentalismo (la escena de la fiesta) sustituyéndolo por un realismo humanista no exento de amargura sitúan Los que se quedan en la senda humanista abierta en la obra de Payne con la extraordinaria Los descendientes.

La influencia de los temas y el espíritu contracultural del cine de los 70 lo convierten también en el filme más abiertamente político del autor de Nebraska; más que el pantalón de campana de Angus o la banda sonora repleta de éxitos de la época, es el discurso en favor de la justicia social o la denuncia de los privilegios de clase o raza lo que otorga a la película un aire tan retro y, al mismo tiempo, absolutamente actual.