Cuando un estríming era un evento periodístico y político de primer orden

El fantasma del timing comprometedor sobrevuela el estreno de Septiembre 5. ¿Una película sobre el atentado de los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 en la que murieron 11 atletas israelíes ahora? Teniendo en cuenta el contexto actual del conflicto de Gaza, es fácil que esta recreación histórica pueda tocar el bordillo a más de un espectador. ¿Existe en este filme un subtexto propagandístico sionista? ¿Hay sesgo? Si a Munic de Steven Spielberg –sobre los mismos hechos– ya existían, es imposible que a principios del 2025 no aparezcan grupos de presión que pidan la cancelación de la película, por mucho que en una de las secuencias se debata como hay que nombrar, para ser rigurosos, a los autores de las operaciones Ikrit y Biraam: árabes, palestinos o terroristas.

Mala pieza en el telar, en todo caso, para una película que tiene un discurso principal que apunta hacia otro lado. Septiembre 5 es, básicamente, un elogio bastante nostálgico del oficio de periodista. Una alabanza a la ética y destreza improvisada de otro tiempo en la que los especialistas de deportes de la cadena estadounidense ABC retransmitieron los hechos en directo para todo el mundo porque eran los que estaban en la yema de la noticia, sí, pero también por imperativo categórico. Profesionales haciendo bien su trabajo, un argumento y una moral muy Howard Hawks. Por eso, el punto de vista de la película está en un 95% desde la sala de control de realización de una televisión. Y, también por esta autolimitación de perspectiva, existe un bando (el palestino, principalmente) que tiene una representación muy escasa y concreta.