Cine

Daniel Craig olvida a James Bond explorando los límites del deseo homosexual

El actor presenta en Venecia la película 'Queer', de Luca Guadagnino, basada en la novela de William S. Burroughs

Enviado especial a VeneciaContinuando con el imparable desfile de estrellas de Hollywood que estos días llenan la alfombra roja de la Muestra de Venecia, este martes fue Daniel Craig, el último James Bond, quien subió la temperatura del certamen italiano. Y lo ha hecho de la mano de Queer, con la que el cineasta italiano Luca Guadagnino ha cumplido el sueño de llevar al cine la novela homónima de William S. Burroughs (1914-1997). “Este deseo me bailaba por la cabeza desde hacía 33 años. Leí el libro cuando tenía 18 y compré los derechos hace solo dos. Por último, hemos terminado haciendo la película en seis meses”, dice Guadagnino. Este baile de cifras ilustra la fuerte afinidad entre los imaginarios del cineasta y Burroughs.

De hecho, con Queer, Guadagnino continúa la reflexión sobre el deseo homosexual que inició con Call me by your name. Si en la película del 2017 el director de Palermo aprovechó la novela de André Aciman para trazar un icónico retrato del despertar de una sensibilidad gay, Queer tira del mismo hilo temático, pero desde una perspectiva crepuscular. Mientras Call me by your name estudiaba un ardor puro, cargado de inocencia, Queer observa el desgarro provocado por una vejez no idealizada, empapada de decrepitud.

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Eso sí, la decadencia que pone en escena Guadagnino aparece filtrada por el resplandor del artificio cinematográfico. Una inclinación al esteticismo que estalla en la recreación, en los estudios italianos de Cinecittà, del barrio mexicano donde transcurre gran parte de la acción –un escenario que exuda el aroma intensamente pictórico de la Brest que Rainer W. Fassbinder imaginó a Querelle–. Pero esa apuesta por el cartón piedra es solo la punta del iceberg plástico del filme. De hecho, este cronista todavía no se ha recuperado del choque estético provocado por una escena a cámara lenta, acompasada al ritmo de la canción Come as you are de Nirvana, en el que el personaje de William Lee (el alter ego de Burroughs a quien da vida Craig) camina por el falso México de Guadagnino como si fuera un trasunto del Tony Leung de In the mood for love de Wong Kar-wai.

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Onirismo y lascivia

Fiel al espíritu de la novela de Burroughs, Guadagnino construye su película a partir de una colección de situaciones que orbitan en torno al deseo, alcoholismo, sexualidad y adicción a las drogas. El resultado es un collage de postales extremas que conforma el retrato de una comunidad que se mueve por un siniestro edén contracultural. Tratándose del imaginario de Burroughs, la sordidez aparece como un ingrediente más de la representación; sin embargo, Gudagnino, que hace suya la novela, eleva al máximo los índices de sensualidad y ternura. El personaje de Lee se presenta como una figura patética y romántica, nada peligrosa, que pasa los días, y sobre todo las noches, embriagado por el mezcal en bares de mala muerte. Un camino a la deriva que se orienta con la aparición del joven y atractivo Eugene Allerton (Drew Starkey), con quien Lee formará una extraña pareja. En la primera cita, el dúo acude al cine a contemplar cómo el Orfeo de Jean Cocteau atraviesa un espejo líquido. Más adelante, el onirismo se convierte en lascivia cuando, ya en la cama, la pareja comparte un memorable beso lubricado por la dulzura de los fluidos sexuales.

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Más allá del atrevimiento narrativo –estamos ante una película que sabe dar vueltas sobre sí misma–, Queer enfila su destino cuando el protagonista, en un arrebato lírico, pronuncia un lema extraño: “No soy queer, soy incorpóreo”. Y es justamente sobre el sugerente diálogo sobre lo corpóreo y lo etéreo, lo material y lo espiritual, donde el filme de Gudagnino teje su estimulante recta final, marcada por el viaje de Lee y Allerton a Sudamérica. Por momentos, en su periplo selvático, Queer parece recoger los ecos de Apocalypse now pero en lugar de retratar el horror conradiano, Guadagnino se las empuja para confeccionar un poema lisérgico que se aferra a la fisicidad del relato y que se acaba elevando a una dimensión cósmica.

Un Craig entregado al placer

Por último, sería absurdo ilustrar las virtudes de Queer sin reconocer la notable labor actoral de Daniel Craig, que se deshace de su perfil más atlético y distinguido por abrazar con ferocidad a una criatura desesperada, consumida por los excesos y achaques de la vejez. “Este es el tipo de película que quiero ver y quiero hacer –ha destacado el ex Bond en la rueda de prensa del filme–. Si miro atrás, no considero este trabajo como un reto, sino más bien como un placer”. Y es justamente el testimonio de una salvaje búsqueda del placer lo que acaba convirtiendo Queer en una obra verdaderamente indómita.

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