BarcelonaAnna Castillo (Barcelona, 1993) está a punto de cumplir 30 años –el 9 de octubre– con la satisfacción profesional de que, después de más de una década de carrera, ha llegado donde quería. La actriz se ha construido una trayectoria audiovisual extensa y diversa, que va desde comedias como La llamada (2017) y Un cuento perfecto (2023) hasta el cine indie y al drama, con títulos como El olivo (2016) y Viaje al cuarto de una madre (2019). Ahora protagoniza Nowhere, una película de Albert Pintó sobre una mujer embarazada que huye de un régimen totalitario y se queda sola dentro de un contenedor en medio del mar y a la deriva. El filme, que se estrena este viernes en Netflix, es un tour de force interpretativo que explora la supervivencia más salvaje y animal.
¿Qué te hizo decir que sí a ese proyecto?
— Primero hice una prueba por Zoom en la que lo pasé fatal, porque la hice aquí, en Barcelona, en casa de mis padres. Fue raro, me resultaba difícil construir un imaginario como el de esta película en la habitación de cuando yo era pequeña. Pero me dijeron que sí. Cuando leí el guion pensé que era una película que no suele hacerse en España. Como actriz era un reto emocional y físico, una forma de ponerme a prueba, de ver si era capaz de mantener la exigencia que me pedía el personaje.
¿Cómo ha sido la experiencia de rodar prácticamente toda la película sin nadie más en escena?
— Cuando empecé a rodar me di cuenta de que construimos a los personajes gracias a los compañeros que tenemos. La otra persona nos modifica emocionalmente, crea reacciones. Estando sola me sentía un poco coja. Pero Albert [Pintó, el director] me puso un pinganillo en muchas escenas y me iba indicando, y así yo reaccionaba de forma más orgánica.
Para sobrevivir, la protagonista se ve obligada a nadar en alta mar, a trepar por las paredes del contenedor y a pescar. ¿Cómo te has preparado el personaje?
— Las escenas más extremas emocionalmente de la película las trabajé con una coach, Raquel Pérez. Fueron 12 semanas de rodaje agotadoras, me daba miedo no llegar al lugar donde me pedían emocionalmente. Luego, por la parte física, era una película que pedía que estuviera en forma. La prótesis del embarazo pesaba ocho kilos, llevaba todos los días la ropa mojada, tenía que nadar. Tuve que ganar algo de peso al principio para después perderlo.
La maternidad es uno de los temas centrales del filme. ¿Cómo te aproximaste a ello?
— La maternidad me interesa mucho, también como espectadora. Me gusta ver cómo se está reflejando en las nuevas ficciones. Justamente el año pasado, cuando rodábamos Nowhere, salieron Cinco lobitos y La maternal. Pero esta película para mí tiene que ver sobre todo con la superación personal, con sacar fuerzas de donde no tienes por amor. Hay ese instinto animal de tener que sobrevivir como sea, porque un bebé depende de mí.
¿Has pensado alguna vez en ser madre?
— Ahora mismo no me lo estoy planteando, no podría. Veo a compañeras de profesión que están embarazadas o que han sido madres con 38 o 39 años y pienso: "Quizá entonces sea un buen momento".
Nowhere se estrena poco después de Un cuento perfecto, que también está en Netflix y también habla de amor, pero desde un prisma radicalmente distinto.
— Soy muy consumidora de comedias románticas y me gusta hacer personajes en el amor de pareja, romántico. Me parece el tema de la vida, esto de explorar ese universo que te vincula con otra persona. Es interesante y muy bonito y a la vez me da mucha vergüenza, porque es una cuestión muy íntima. Con Un cuento perfecto me apetecía hablar de todo esto desde un punto de vista más ligero y divertirme.
¿Cómo se crea esta intimidad con un compañero de escena a quien, de entrada, apenas conoces?
— Algo que me preocupaba mucho, y a Álvaro [Miel, el coprotagonista de la serie] también, es la química, porque no se elige. Es una lotería. Estuvimos con una coach antes y hicimos muchas cosas para tener buena relación y estar cómodos. He tenido la suerte de que es un compañero buenísimo, muy respetuoso, prudente y bueno. Todo esto lo hizo más fácil para ganar confianza. Cuando he trabajado con el amor he terminado construyendo una relación muy estrecha con la otra persona. Al final te abres mucho a la vulnerabilidad. Otros personajes también te lo permiten, pero hay algo en el amor que es un fuego inevitable.
Tu vínculo personal con Álvaro Mel se ha convertido en noticia. Venías de una ruptura con tu ex pareja, la fotógrafa Lara Blanco, y de repente la prensa rosa no paraba de hacer especulaciones sobre si mantenías o no una relación amorosa con Álvaro. ¿Cómo estás después de este huracán mediático?
— La gente habla de la vida privada de los demás sin tener ni idea. Nadie sabe ni de dónde vengo ni en qué punto estoy, no saben nada de nada. Me ha dolido que se me haya deshumanizado. Pero relativizo mucho las cosas, sé que de repente un día hablan mucho de ti y al día siguiente se han olvidado. No me preocupa. Hace tiempo que tomé la decisión, por salud mental, de no hablar de mi vida privada. Estoy cómoda así.
Publicaste un mensaje en Instagram que decía: "Mucho cuidado con la bifobia, que es algo muy feo".
— Cuando ocurrió todo esto recibí mensajes malos por parte de chicas. Quise lanzar un mensaje en contra de la bifobia, porque me parece importante y porque llevo muchos años dentro del colectivo. Cuando empecé a tener una relación lésbica la normalicé y visibilicé mucho. Creo que fue bueno, que hizo bien. Pero de repente me convertí en un referente y decepcioné a alguna gente. Hay mucha bifobia dentro del colectivo, y lo siento.
Estás arraigada en Madrid desde hace 10 años. ¿Te veremos hacer algo en catalán?
— Estoy feliz en Madrid, he construido mi vida aquí. Pero en los últimos años he rodado bastante en Barcelona y eso me encanta, porque me permite pasar mucho tiempo aquí, que es donde me siento en casa. También creo que la gente se ha olvidado de que soy catalana. Llevo 10 años en Madrid y no me hacen catalana. Y por eso tampoco me llegan muchos proyectos de aquí.