Juanjo Sáez: "Mi generación estaba jodida y el heavy nos servía para encauzar la rabia"
La segunda vida de 'Heavies tendres' como película: triunfa en los festivales y se estrena en salas de cines
BarcelonaDespués de emitirse en 2018 en TV3 con buena acogida de público y crítica, la serie animada Heavies tiernos parecía destinada a formar parte del catálogo del 3Cat, donde todavía se pueden ver sus ocho capítulos. Pero la historia de amistad adolescente y pasión por el heavy metal creada por el humorista gráfico del ARA Juanjo Sáez ha tenido una segunda vida en 2023 gracias a un nuevo montaje en forma de película que en junio fue seleccionado en el Festival de Annecy, la cita de animación más importante del mundo, y que lleva meses participando en festivales de Inglaterra, Japón, Canadá, Rumanía y Hungría, entre otros países. La resurrección de los Heavies tiernos culmina este viernes con el estreno comercial en salas de la película, que además está nominada a los Gaudí como mejor filme animado.
Para la versión en largometraje de Heavies tiernas, que ha dirigido Joan Tomàs, se crearon escenas de transición y se modificó alguna trama, pero sobre todo es un trabajo de tijeras que ha reducido los 160 minutos de la serie a 81. "La historia funciona mejor como película, va más directa a las emociones y gana en síntesis –opina Sáez– La serie era más dispersa, había subtramas algo innecesarias que se hicieron para llenar. Mi última serie, Roni, tiene una estructura muy episódica, no funcionaría como película. En el fondo, para mí Heavies tiernos siempre fue una novela gráfica".
El dibujante se siente "sobrepasado" por el éxito de la película que, confiesa, se planteó "sin ninguna ambición" y sólo "para hacer currículum" de su productora, porque sólo tenían proyectos de series y publicidad: "Pero la enseñé a un amigo, Mario Torrecillas, y me dijo que estaba muy bien, que deberíamos enviarla a Annecy –recuerda–. Y cuando la seleccionaron empezaron a llamarnos de festivales de todo el mundo”. Heavies tiernos incluso formó parte del focus catalán del Raindance británico, donde Cataluña era el país invitado. "Fue muy emocionante presentar la película en el país de Iron Maiden y que el público la recibiera tan bien, incluso decían que los protagonistas son como los chavales de la periferia de Londres", dice Sáez. "Con todo esto me he dado cuenta de que la música heavy se ha convertido en una especie de lenguaje universal que está en todas partes. En Rumanía enloquecieron con la película y nos dieron dos premios, ¡decían que ellos eran iguales! Creo que el minimalismo del dibujo ayuda, porque la gente lo completa con lo que quiere ver".
Local y universal
La proyección internacional de Heavies tiernos tiene doble mérito porque la película hace bandera de su localismo. Ambientada en el barrio barcelonés de la Sagrera en 1992, la historia sigue la amistad incipiente entre dos chicos unidos por la música, pero con realidades familiares muy distintas: la de Juanjo, protectora y cálida; la de Miqui, disfuncional y marcada por la ausencia de un padre encarcelado. "Para mí era importante retratar aquella Barcelona fea y gris que quedó eclipsada por los Juegos Olímpicos y que no se ha retratado en ninguna parte –dice Sáez–. Era una ciudad que no molaba, con mucha marginalidad en las periferias. Si ibas a la escuela pública, tu compañero de pupitre podía sacar buenas notas, pero un día ibas a su casa y alucinabas. Al fin y al cabo, la generación de la heroína era la de nuestros padres o hermanos mayores".
Tres décadas después, el heavy metal ya no es una música popular entre la juventud marginal de los barrios periféricos y la media de edad de los conciertos de bandas emblemáticas del género ronda la cincuentena, como comprobó el propio Sáez en el último concierto de Iron Maiden. "Los chicos de ahora ya no definen su identidad en función de la música que escuchan –señala–. En nuestra generación la música no era un elemento más del ocio para bailar, divertirse y ligar. Nosotros no bailábamos con la música, era un acto de tribu, intelectual y de pertenencia. Y los conciertos eran una especie de misa". En el fondo, cree Sáez, no era tan raro que todos aquellos chicos de barrio se obsesionaran con bandas como Metallica o Sepultura: "No sé qué nos pasaba, pero había mucha rabia en nosotros. Mi generación estaba un poco jodida y el heavy nos servía para encauzar la rabia. En la vida real éramos gente pacífica y tranquila, pero toda esa rabia debía salir por algún sitio".