La película que ha conectado con la sensibilidad TikTok

En un momento de Saltburn, el nuevo largometraje de Emerald Fennell tras debutar en el 2020 con Una joven prometedora (Promising young woman), los protagonistas hablan deEvelyn Waugh, el escritor británico responsable de la extraordinaria Regreso a Brideshead, inspiración de una no menos imprescindible miniserie británica que marcó la televisión de los años ochenta. En esta novela, Waugh sigue a Charles Ryder, un estudiante fascinado por una familia de aristócratas, los Flyte, después de hacerse amigo de uno de sus miembros, Sebastian, en Oxford y pasar con él las vacaciones en Brideshead , la mansión familiar. El libro nos transmite el deslumbramiento de un joven ordinario por este mundo privilegiado que encarnan los Flyte, una Arcadia aislada del tiempo histórico que Charles disfruta primero a través de la amistad con Sebastian y después enamorándose de su hermana Julia .

La referencia a Waugh dentro Saltburn es una manera de poner de manifiesto hasta qué punto la película más comentada en las redes esta Navidad es deudora de Regreso a Brideshead. Estamos también delante de un protagonista de vida ordinaria, Oliver Quick (Barry Keoghan), ofrecido por Felix Catton (Jacob Elordi), un carismático estudiante de Oxford de belleza apolínea. Se hacen amigos y Oliver acaba pasando unos días en Saltburn, la mansión de los Catton, donde empieza a establecer vínculos perturbadores con el resto de la familia de Felix. La película de Fennell tumba entonces hacia la literatura de Patricia Highsmith. Como Tom Ripley, Oliver también esconde unas intenciones depredadoras tras su pose de chico anodino. El protagonista ve en su relación con los Catton la oportunidad de construirse una identidad y una vida nuevas, a partir de una estrategia de seducción que recuerda igualmente, salvando un abismo, Teorema (1968), de Pier Paolo Pasolini.

Linus Sandgren y la acumulación de 'one perfect shots'

Fennell bebe de múltiples fuentes de inspiración, y no se esconde, a la hora de construir una comedia dramática sobre la fascinación malsana que nos provocan los ricos y el privilegio que les acompaña, y sobre qué seríamos capaces de hacer para lograr su estatus. Saltburn quiere reflejar como artefacto cinematográfico el hechizo de este mundo que la directora conoce de primera mano. La fotografía de Linus Sandgren apuesta por la acumulación de one perfect shots, por una serie de encuadres fragmentarios y autónomos que capturan paisajes o personajes en una instantánea perfecta en su belleza, composición o simbología. Esta concepción de las imágenes más como unidades individuales que como elementos que configuran un sentido general explica en gran parte su triunfo en unas redes sociales que privilegian esta semiótica iconográfica. Saltburn es la propuesta adecuada en la era de Instagram y TikTok, los reinos de las fotos de una belleza ideal. A todo ello se le añade un reparto que encaja a la perfección con este propósito, desde el físico de clase trabajadora de Barry Keonagh a la elegancia aristocráticamente informal de Rosamund Pike pasando por la fuerza de atracción solar de Jacob Elordi. Todo ello aderezado con alguna pizca de efecto choque más bien aguado para quien conozca a los referentes que invoca el filme.

Regreso a Brideshead traspasaba la mera fascinación por la clase alta para desembocar en una tragedia espiritual sobre lo que supone comprometerse con la fe católica en Reino Unido. En El talento de Mr. Ripley, el cinismo del protagonista te deja un malestar duradero. Cuesta averiguar qué mueve la película de Fennell, más allá de cierta provocación fácil y esteticista, y una revisión de la lucha de clases finalmente mucho más conservadora que transgresora.