Estreno teatral

¿Quién era la bailarina (catalana) que pintaron Degas y Manet?

El Teatro Nacional recupera la historia de la pionera Roseta Mauri, primera bailarina de la Ópera de París a finales del siglo XIX

BarcelonaLa de Roseta Mauri es una de esas biografías épicas que ha quedado al margen de la historia oficial, probablemente por ser mujer y bailarina. Pero el paso del tiempo sólo hace que agrandar la excepcionalidad de esta importante figura del patrimonio artístico catalán. Roseta Mauri era una pobre niña de Reus "que comía palomas para cenar" y que acabaría siendo, con su talento y años de sacrificio, un caso único: la primera bailarina de la Ópera de París, una figura influyente de la escena cultural parisina de cambio de siglo XIX al XX y protagonista de cuadros de los grandes pintores impresionistas, especialmente De pintores impresionistas. El Teatre Nacional quiere contribuir a su popularización definitiva con un espectáculo multidisciplinar, La hija del aire, que inaugura la Sala Tallers del 2 al 19 de octubre, con dirección de Raimon Molins.

Es Molins quien ha ido estirando el hilo de la vida de Mauri, más allá de la historia de superación "perfecta" que, por ejemplo, aparece en la película de animación Ballerina (2016) y en algunas biografías. El director quería retratar el esfuerzo y el sacrificio que implica alcanzar la figura de estrella, la luz y las aristas: “Roseta Mauri trasciende lo que estaba previsto para ella. proteger. Fue muy conocida y acabó siendo muy rica. No quiso tener marido ni hijos. Milord y Milady, por qué convirtió a su padre en mánager y entrenador, por qué se lleva a toda la familia a vivir a París". El origen de este enfoque fue un artículo del New York Times donde se hablaba de la bailarina catalana, y el ministro de Cultura francés Antonin Proust, con el que tuvo un asunto. La figura de Roseta Mauri reúne temas universales y en conflicto actualmente como Europa, la familia, el arte, la belleza, el cuerpo y el sacrificio.

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Virtuosa y con carácter

Roseta Mauri era hija de una familia de origen mallorquín, aunque ella se consideraba reusense —en la capital del Baix Camp sí es conocida: da nombre a un instituto ya un premio internacional de danza—. Su padre era aficionado a la danza y bailarín del corazón del Liceu. La hija actuó en los primeros espectáculos con diez años, antes de ser mayor de edad ya era la estrella del Teatro Principal y pronto aspiró a conquistar París, donde pasó por manos de la profesora madamme Dominique, aunque volvió a toda prisa a causa de la guerra franco-prusiana. En 1873 era la primera bailarina del Liceo, estrenó en el Principal La hija del aire y triunfó tanto en Europa, donde se la rifaban, que no actuó más en Barcelona. Por recomendación del compositor Charles Gounod, el Teatro de la Ópera de París va robar el artista en la Scala de Milán gracias a un contrato directo de primma ballerina en 1878. Actuó veinte años y tuvo un contrato vitalicio de profesora y mentora de jóvenes bailarinas. "Era una virtuosa y tenía un carácter muy fuerte. Es la época en la que empiezan las puntas y ella aporta una forma pasional y expresiva que nunca se había visto", afirma Molins. Mauri mezclaba la escuela clásica con la gestualidad de la escuela bolera, un carácter potente y un aspecto racial muy apreciado en ese momento.

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El espectáculo del Teatro Nacional se plantea como una conferencia impartida por una física, interpretada por Cristina Plazas, y va trenzando la vida de Roseta Mauri desde pequeña hasta la madurez, encarnada por la bailarina Anna Casasola, la propia Plazas y Lluïsa Mallol y, virtualmente, Ainet Zaragoza. Los papeles masculinos se les queda Moïse Taxé, en un espacio escénico que representa un estudio de danza. El espectáculo juega con un fuerte componente visual a cargo de Joan Rodón, como Molins suele hacer en los espectáculos audiovisuales de la Sala Atrium. La obra es una coproducción con su teatro, que podrá ocuparse de la gira de la función. Cada actriz se ve reflejada en la suya Roseta. Para Casasola, que se pone las zapatillas de encajes para bailar tres coreografías creadas por Catherine Allard, retrata la dureza que implica la carrera de bailarina. Para Plazas, "la obra habla del viaje de la vida y de la trascendencia de lo que queremos hacer y no podemos". "Y de la lección que es hacerse mayor, que también puede ser una experiencia muy bonita", añade Mallol. Por fin, la "libélula", "la chica de los pies de oro", tal y como la conocían en París, vuelve por méritos propios en Barcelona, ​​clavando las puntas en el Teatre Nacional.

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