Frances McDormand, la rebelión de la actriz de reparto

La actriz obtiene su tercer Oscar después de una carrera dedicada a defender a mujeres singulares en el cine

Cuando ganó su segundo Oscar como mejor actriz por Tres anuncios en las afueras, lo primero que hizo Frances McDormand cuando subió al escenario fue simular que daba un puntapié a las muletas en las que se apoyaba Jodie Foster. Era, evidentemente, una broma —y, por la reacción de sorpresa de Foster, una broma que no estaba ensayada— pero, también, un gesto que daba pie a una lectura simbólica: en este puntapié ficticio hacia una gran estrella se condensaba la actitud de una actriz que, a pesar de no encajar en el prototipo de protagonista femenina según los estándares de Hollywood, nunca se conformó con ocupar un papel subsidiario.

Un poco de esta terquedad, de esta resistencia a convertirse en un personaje secundario intercambiable, ha tenido que calar en las altas esferas de la Academia de Hollywood, que en tres ocasiones ha dejado pasar la oportunidad de premiarla como actriz de reparto —por Arde Mississipi, Casi famosos y North Country— pero ayer le otorgó su tercer Oscar como mejor actriz por interpretar a Fern, una mujer abocada a una vida andante debido a la crisis económica, en Nomadland.

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Hablando de la actriz Agnes Moorehead —conocida por su papel de Endora en la mítica serie Embrujada—, la teórica feminista Patricia White reivindicaba su rol como personaje secundario: el hecho de no ocupar un lugar central en el plano, sino de habitar, de manera figurada y física, en los márgenes le permitió interpretar a personajes que encarnaban la diferencia "femenina". El margen y la diferencia son conceptos que se podrían adscribir perfectamente a Frances McDormand. Su debut en el cine fue Sangre fácil, opera prima de los hermanos Coen y obra pionera de la corriente indie que hizo eclosión a inicios de los noventa. Esta fue la primera de muchas colaboraciones de la actriz con cineastas que trabajaban desde una posición si no marginal por supuesto no central dentro de la industria de Hollywood: los Coen, Robert Altman, John Sayles, Gus van Sant y Wes Anderson, entre muchos otros.

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Si hablamos de márgenes, sin embargo, tendríamos que reivindicar también el papel que ha tenido McDormand a la hora de apoyar, con su presencia (y, en el caso de Nomadland, también como productora), proyectos cinematográficos liderados por mujeres: además de Chloé Zhao, Nancy Meyers, Niki Caro, Nicole Holocefner y Lisa Cholodenko, con la que creó uno de sus personajes más memorables, la misántropa profesora Olivia Kitteridge en la miniserie homónima.

Las 'otras mujeres' en el cine

La Margo Gunderson de Fargo -la policía embarazada y bienintencionada que le hizo ganar su primer Oscar- fue, antes que Olivia Kitteridge, antes que Fern, una muestra impecable de esta "diferencia femenina" que Frances McDormand ha conseguido elevar de los márgenes y situar en el centro mismo del plano. Su discurso de aceptación del 1996 por su papel en Fargo reivindicaba, de manera pionera, películas con personajes femeninos complejos y los cineastas que escogían a las actrices priorizando su "calificación" por encima de su "valor de mercado".

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Las mujeres malhumoradas, madres tercas, obreras parcas en palabras o policías embarazadas con náuseas matinales que McDormand ha encarnado a lo largo de su carrera han constituido una imagen consistente de alteridad femenina en el cine americano de las últimas décadas que solo una actriz de su "calificación" podría haber conseguido. Una intérprete que puede ser extremadamente dura y vulnerable a la vez, o que es capaz de transmitir una intensa emoción sin diálogos, solo con un gesto, o una mirada. Es la consecuencia, exitosa, del puntapié de la actriz secundaria a la estrella cinematográfica.