La Fura devuelve la Ópera a Berlín en un experimento al aire libre
BerlínOvación al aire libre, dentro de la platea y alrededor, y caras de sorpresa por la puesta en escena de la Fura, moderna, oscura, tan diferente de las obras orquestales que se programan en el Konzerthaus. El 18 de junio de hace 200 años, la obra que marcaría un antes y un después en la ópera alemana, El cazador furtivo de Carl Maria von Weber, se estrenaba ahí por primera vez y servía para inaugurar este auditorio berlinés. 200 años más tarde, ayer, la Fura dels Baus levantó una nueva escenificación de esta ópera para celebrarlo, un encargo específico del auditorio. Debido al coronavirus, la representación transcurrió adentro, mientras un público reducido, de solo 500 personas, seguían la retransmisión en una gran pantalla ante el edificio, en una de las plazas históricas de Berlín.
“Cuando vinimos a ver los espacios, nos llamó la atención que este auditorio, una especie de Partenón con columnas, un espacio para la música, está entre dos catedrales, una francesa y una alemana, que representan las Iglesias católica y protestante, dos fieras que durante siglos se pelearon”, explica Carlus Padrissa, que firma la dirección escénica. Hace 200 años fue un gran éxito y la obra se convirtió en la base del romanticismo sinfónico alemán en un momento en el que los nacionalismos hervían, seis años después de la batalla de Waterloo. El cazador furtivo marcó sobre todo al compositor Richard Wagner, que se inspiró en ello para crear sus óperas, entendidas como arte total. Ya no se trataba de hacer melodías bonitas, sino de crear una obra armónica, completa. Eran tiempo de reyes absolutistas. Padrissa, hijo de Moià, es de los que más Wagner ha llevado a escena del estado español.
En la obra, en el bosque luchan las fuerzas de la luz y la oscuridad. Un cazador pierde la puntería, pero tiene que hacer puntería para conseguir a su amada; por eso, hace un pacto con el diablo. La Fura dels Baus lo ha actualizado y “el mito fáustico” pasa a estar en un contexto de cambio climático en el que el pacto es con el progreso. “Todo lo que ha pasado después, desde la Revolución Industrial, se ha ido cargando la naturaleza. No falla la bala, pero ¿qué ha fallado? ¿Chernóbil? ¿El coronavirus?”, se pregunta Padrissa.
Medidas estrictas en las salas
En Alemania, solo desde el 4 de junio han vuelto a abrir salas de conciertos, teatros y cines, con un tercio menos del aforo, test negativo obligatorio o vacunación completa, mascarilla en el interior, un metro de distancia cada dos sillas y la obligación de registrarse en una aplicación. “Queríamos hacerlo dentro con gente en medio de la acción, pero no nos dejaron”, comenta Padrissa. Y repensaron la obra. El auditorio les ha cedido todos los rincones durante unos días y la escena principal transcurre en la sala grande a 360 grados; las 14 lámparas son árboles. La grúa para colgar a los intérpretes viene de Catalunya. Alemania ya conoce a la Fura desde los tiempos de teatro en la calle. “Aquí van treinta o cuarenta años por delante en temas de conciencia ambiental: en 1989 nos decían que vigiláramos con el aceite de los coches que destrozábamos, que contamina mucho”, recuerda.
La sensación de ayer es de haber ido al cine al aire libre, más que a la ópera, y el esfuerzo con los 80 micrófonos escondidos en el pelo no lució tanto. Bochorno a 33 grados y un sonido en la plaza a veces entrecortado fueron la parte mala del experimento corona combinando representación dentro y espectadores fuera. Pero el exigente público del Konzerthaus se lo tomó con sonrisas y tranquilidad. Había demasiadas ganas de cultura después de tantos meses de silencio y parece que se han vuelto más pacientes y comprensivos. Sobre todo si se puede celebrar el 200 aniversario de una obra tan emblemática en un edificio tan emblemático en el mismo día redondo.