Escritora, debuta con 'Una historia real'

Kate Reed Petty: "Muchos hombres no son conscientes de qué es un abuso, lo consideran bromas pesadas"

¿De qué manera la manipulación de las historias puede acabar marcando nuestras vidas? Y los traumas, ¿cómo pueden afectar a nuestra existencia? Kate Reed Petty reflexiona sobre el poder de la mentira y el trauma de los abusos en su primera novela de ficción, Una historiareal (Alianza Editorial). Petty, que también escribe novela gráfica y guiones de cine, recibió el premio 30 Below de la revista Narrative. La novela es osada: salta de género en género y explora sobre una verdad que siempre puede ser engañosa. La autora responde desde Baltimore, donde vive.

El libro empieza con un grupo de chicos presumiendo sobre cómo han abusado de una chica [no sabemos si es cierto o no] que estaba dormida en el asiento trasero de un coche porque había bebido. Muchas víctimas prefieren guardar silencio. Un estudio reciente decía que en las universidades norteamericanas el 80% de las víctimas no lo denuncian.

— Creo que con el Me Too más gente está hablando y las cosas están cambiando. Pero estamos muy lejos de solucionar el problema y de salir de la cultura de la violación. Muchos agresores salen impunes y siguen escondiéndose muchos casos bajo la alfombra.

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Usted, sin embargo, no pone el foco en la víctima del abuso sino que también habla del trauma que genera en el entorno. En los que supuestamente han abusado y en los que lo han silenciado.

— Sí, porque el patriarcado hace daño tanto a hombres como mujeres. Y creo que muchos hombres que forman parte de la cultura norteamericana no consideran la agresión que sufre uno de los chicos, también al principio del libro, como un abuso. Lo consideran una experiencia por la que tienen que pasar los noveles. Incluso se enorgullecen de ello, porque les han lavado el cerebro. Muchos hombres ni siquiera son conscientes de qué es un abuso, lo consideran bromas pesadas. Creo que era importante dar voz a la víctima pero también a los otros que en un principio no se consideran parte del problema. Hombres y mujeres tenemos que hablar y reflexionar para cambiar las cosas.

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La novela es singular porque usa muchos géneros. Hay partes que son un guion de teatro, uno de cine, borradores de solicitudes para entrar en la universidad... ¿Hacerlo así fue una decisión inicial o fue surgiendo mientras escribía?

— Desde el principio quería tener diferentes voces y perspectivas. La intención siempre fue reflexionar sobre cómo se explican los abusos, quién los explica, a quién creemos... Quería ofrecer fragmentos de diferentes testigos y explorar, construir una especie de calidoscopio con diferentes piezas.

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El alcohol está muy presente en el libro, y también cómo por diferentes motivos algunos personajes distorsionan la realidad. No saben qué es real y qué imaginan.

— Sí, porque también hay una exploración de cómo los personajes se encaran con su trauma. Algunos recuerdos son difíciles de digerir y a veces la memoria se vuelve tramposa. Qué es real y qué no, qué significan estos recuerdos para los diferentes personajes... Es importante cómo interpretar estos recuerdos, y creo que el lector también puede interpretar cosas diferentes.

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Hay un momento en el que hay una confesión muy importante en el libro. Usted escoge hacerla como si se tratara de un diálogo en una obra de teatro. Una decisión que crea una cierta distancia.

— Nadie me había hecho esta reflexión y es muy interesante que lo haga, porque lo he pensado mucho y también hablé con los editores. Para la víctima es una manera de volver a un lugar seguro, porque ella escribía guiones cuando era adolescente. Puede ser una manera de distanciarse o de no dejar que el abusador tenga el monopolio de la historia y sea la única voz. Pero creo que los lectores lo tienen que interpretar a su manera.

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También cambia los puntos de vista. Uno de los protagonistas habla en primera, en segunda y en tercera personas.

— Sí, porque cambio el género. Hay una parte que puede parecer una novela de terror, y adopto el estilo de lo que podría ser una novela de Stephen King, y otros en los que me aproximo más quizás a una novela de Raymond Chandler. El cambio de punto de vista, sin embargo, también es útil para reflejar diferentes fases de la vida del personaje.

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Es curioso que escoja la profesión de negro literario para la víctima, que es alguien a quien le cuesta encontrar su voz o a quien se la han arrebatado.

— En parte lo hice porque lo conozco mucho, porque yo fui negro literario, y también es la manera en la que la víctima consigue esconderse, está huyendo y no quiere que la encuentren, y a la vez tiene un superpoder, se apodera de las voces de los otros.

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Uno de los otros temas es cómo se exige a las víctimas dar un paso adelante y explicar su historia. ¿Hay demasiada presión?

— Creo que hace 20 años quizás no había espacio para poder hablar. La policía, el sistema judicial, incluso el entorno, buscaban los agujeros, los errores, que permitieran desacreditar la historia. Todo era muy rígido, y creo que las víctimas tienen que poder explicar la historia como ellas quieren, de la manera y en el lugar en el que se sientan seguras. El libro también quiere ser una esperanza, porque verbalizar los abusos puede ser muy liberador.

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En la Gran Bretaña jugaron con diferentes portadas. Su novela se vendió con una portada que parecía de un libro de terror, otra que invitaba a pensar en el género de novela romántica...

— Era una manera de captar la atención y de reflejar el hecho de que hay diferentes géneros dentro de la novela. También es un poco arriesgado porque el lector no sabía muy bien qué tenía en las manos. Pero puede ser una manera de superar prejuicios. Uno de los motivos de potenciar a los protagonistas hombres es también para que más hombres lean el libro.

¿Por qué el título de Una historia real?

— El libro es sobre todo sobre cómo explicamos las historias. Es un título irónico y es un poco tramposo: el lector se puede preguntar si es una historia real. Es como un oxímoron. Y después es la voz de los estudiantes del instituto, cómo hablan: “Ei, que esto es verdad, tío”. Enfatizando la palabra verdad para que los otros los crean.