Los ignorantes gritan más que las personas sabias
BarcelonaPeter Burke, autor de un puñado de libros buenos –El Renacimiento italiano, Formas de historia cultural, etc.— publica ahora La ignorancia. Una historia global (Arcadia, 2023), en el que aborda un tema que ya ha entrado en los currículos universitarios, de tan presente como está en el mundo contemporáneo –incluidas las universidades; ¡oh, paradoja!–. Aborda el tema desde su óptica de sociólogo, habla de las consecuencias imprevisibles de la ignorancia en la vida cotidiana, pero también en asuntos de grandes dimensiones -por ejemplo, las mentiras que dijo Bush para conseguir el apoyo a la Guerra de l 'Irak de los norteamericanos ignorantes—, y no se descuida de los peligros que lleva la ignorancia cuando la población ignora la verdad de los grandes hitos de su historia —en Cataluña son básicamente tres: la muerte del rey Martí, la Guerra de Sucesión y la guerra civil del siglo XX, las dos últimas contadas casi siempre, según el bando, sesgadamente.
Querer saber cuantas más cosas mejor era una práctica habitual desde que el saber se puso al alcance de todos con la invención de la imprenta y, sobre todo, desde que el índice de ciudadanos alfabetizados prosperó progresivamente época moderna. Burke no insinúa con suficiente énfasis en que la ignorancia crece hoy a pasos de gigante, pero eso ya es una evidencia. “Saber un nido”, que antiguamente se vinculaba al interés por saber de todo, aunque sólo fuera un poco –es la figura del “polímata”, también estudiada por Burke–, ha sido desplazado, en el mejor de los casos, para conocer bastante bien un área de conocimiento cada vez más especializada. Y lo cierto es que, en términos generales, cada día hay más ignorancia en el mundo, con la complicidad de la indiferencia: basta con preguntar cómo va la cosa a los institutos de enseñanza media. En este sentido, Burke habla de la “ignorancia selectiva”, que equivale a determinarse voluntariamente en no querer saber, como ocurre con los seguidores de Trump en Estados Unidos.
Ignorancia ha habido siempre, y muy bien repartida; pero, como acabamos de insinuar, ahora hay una muy especial, que podríamos llamar la “ignorancia superbiosa”, aquella que ostentan personas que, sin saber nada, o poco, de muchos campos determinados, manifiestan con vehemencia, arrogancia , seguridad y falta de fundamento todo tipo de teorías especulativas.
Quedan pocos sabios en el mundo, pero éstos, cuando se encuentran con un representante de la “ignorancia superbiosa”, no pueden hacer nada: deben callar, humillados, porque es habitual que los ignorantes llamen más que a las personas sabias.