La moral animal

Parece que la rama de la humanidad, como dijo Kant, crece torcida, y es como si no se pudiera confiar lo más mínimo en enderezarla.

Es una sensación que ya tuvieron los moralistas del siglo XVII y XVIII –sólo hay que leer los Pensamientos de Pascal, por ejemplo, editados en catalán–; y no sorprende que, en pleno Siglo de las Luces, Rousseau y un buen grupo de autores empezaran a decir que los animales se comportan mejor que los hombres y que son ejemplo de moralidad. Cierto que hay animales muy delincuentes, como hombres y mujeres de enorme calidad humana y cívica, pero la tentación de prestar atención a la naturaleza, en general, y particularmente a los animales, se presenta cada tanto en la historia de la literatura . Las fábulas, que son al menos tan antiguas como Isop (siglo VII aC), ya vienen a decir esto: los animales son a veces un ejemplo de moralidad muy superior al que presentan los hombres. Llull también escribió un bestiario.

En una obra anónima de 1762 escrita en francés, Diálogos de los animales, o la felicidad, la maga Circe –que en este libro ha convertido al grupo de Ulises en animales diversos– dice a aquellas criaturas que las devolverá al estado humano. Pero ninguna quiere volver a ser hombre. casa cuando era humano, dice que ahora tiene una; la serpiente, que antes era médico, dice que ya no debe preocuparse, porque los animales raramente están enfermos; avaro, dice que se ha liberado de una pasión muy baja; el elefante, que era un filósofo, le dice a Circe: "La filosofía consiste en la búsqueda de la felicidad. Si ahora soy más feliz que antes, ¿por ¿qué debería cambiar?" Una que se había convertido en cierva y antes había sido una chica de gran belleza, dice que no quiere volver a ser mujer para no sufrir las desgracias de su género. (Claro que el autor, que debía de ser misógino como todo el mundo a su tiempo... y bastante al nuestro, añade que, si acaso, le gustará volver a ser mujer para poder charlar otra vez .)

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Es un libro menor, pero ofrece una idea exacta de un fenómeno que se vuelve a producir: hay mucha gente –esto debe venir de la escuela de los cínicos en la Grecia clásica, palabra que deriva de perro en lengua griega, kyon– que, cuando ve el bello comportamiento de la mayoría de los perros, quizás no piensa que querría ser uno, pero cree que su humanidad sería perfecta si hablaran.