No nos rendimos: el legado de Anna Pérez Pagès

Barcelona"Puede sentarse en la mesa cuando quiera. Puede levantarse y marcharse, puede volver. Ahora, eso no es una asamblea: no puede hablar desde su asiento". Silencio. Delante nuestro, una mesa muy larga, con una docena de sillas y de micrófonos. Era miércoles, y estábamos en el Espai Lliure de Montjuïc, una de las salas del Teatre Lliure, que organizaba el encuentro (tantísimas, tantísimas gracias). Delante ya cada lado de la mesa, gradas llenas de gente que estaban allí para recordar a Anna Pérez Pagès y hablar de su legado periodístico. La convocatoria en La Taula, un formato de la compañía Split Britches para generar discurso de forma democrática y colectiva, tenía un enunciado: "La lucha no se apaga: ¡más periodismo cultural, por favor! / En recuerdo del ' Anna Pérez Pagès".

Las palabras de introducción del anfitrión, Juan Carlos Olivares, el aviso de que sólo podríamos hablar si nos sentábamos a la mesa, imponían. Contribuía el hecho de que, nada más entrar en la sala, los asistentes nos encontramos con el sofá rojo delÁrtico, el sofá de Anna. El impacto fue grande, se notaba mucha emoción en el ambiente. El primero que se atrevió a levantarse y sentarse en la mesa para contestar a una pregunta que lanzó Olivares para abrir fuego fue Manel Carrasco Buxeda, guionista delÁrtico (el anfitrión ya no volvería a intervenir hasta el final del acto, para despedirlo. La conversación se construyó espontáneamente, a partir de la gente que iba asiento en la mesa). Pronto nos añadimos David Guzmán, Albert Galceran, Toni Puntí y yo misma, y ​​salió el retrato de una Anna humanista, militante de la cultura en los medios, apasionada e interesada por todo, hasta el punto de que Carrasco ¡nos explicó que había hecho esgrima! Su faceta cuidadora salió varias veces; habló, por ejemplo, el Abigail Armengol. Para Jofre Font y Laura Guiteras, Anna también había sido una maestra, y Andrea Gumes recordó la confianza que les había dado a Anna Pacheco ya ella cuando fueron colaboradoras suyas. Julia Bertran, tras constatar la energía que había en la mesa –"cuesta hablar desde aquí"–, recordaba cómo Anna "hacía molar" a sus entrevistados, y que le había hecho sentir especial.

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La cultura es la primera que cae

El periodismo cultural y su carencia de espacios fue central en la conversación. Laura Sangrà, presentadora del Plaza Tísner, que la dirección de Betevé ha decidido cerrar después de sólo dos temporadas, explicaba que había sido "por un tema de excel, de reparto de medios". Tania Sàrrias, explicó cómo Culturas 2 había pasado de 190.000 espectadores a 30.000 con el cambio de horario a mediodía y reivindicaba: "todo es cultura". Ana Polo añadió que "la cultura ensancha la mirada y hace pensar a la gente, por eso es la primera que cae". Marta Salicrú puso el ejemplo, para mí, más devastador: cuando Anna ya estaba enferma, ella y Clara Narvion la invitaron a participar en un podcast. Ella se lo agradeció mucho, porque pensaba que, en los meses que había estado fuera de los medios, quizás ya se habrían olvidado de ella: a pesar de su trayectoria, era un miedo real de Anna. Como añadió Salicrú, esto permite hacernos una idea de la volatilidad de la profesión (y, añado, de la poca confianza que le demostró su casa, Betevé). Una profesión que, como dijo Rosa, su compañera del alma, no era un anexo, sino su esencia. Habló por ella: "Si estuviera aquí, le diría: «¡No se rinda!»". Ah, y no quiero dejarme: reivindicó su sentido del humor, imprescindible. Lo necesitaba, porque, como dijo Raquel Tomàs, "la lucha de Anna era contra la estupidez humana".

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Me quedo sin espacio y no puedo citar a todo el mundo, me disculpo. Por suerte, Ana Prieto Nadal hizo una relatoria del acto, que pronto estará disponible en la página web del Lliure. Anna, fue muy bonito (quizás ya lo sabes, porque me pareció que estabas allí). No nos rendimos y, sobre todo, no te olvidemos.