BarcelonaHace cincuenta años que Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) escribe lo que él considera uno de sus libros "más importantes", que no quedará interrumpido hasta su muerte. Son los Dietarios, de los que la editorial mallorquina Lleonard Muntaner publica esta semana una amplia antología, que arranca en 1990 y llega hasta el 2017, hecha por uno de sus traductores habituales, Xavier Montoliu Pauli, responsable también de Por qué nos amamos a las mujeres (2016) y Nada (2018). La elección es impecable y se lee como una novela a ratos existencialista y torturada, otras alucinada y onírica, vertiendo que los lectores de Cartarescu conocen gracias a dos de sus obras maestras, la trilogía Cegador (1996, 2002 y 2007) y la novela Solenoide (2015), disponibles en catalán en Periscopio en versión de Antònia Escandell Tur.
Hasta ahora los Dietarios sólo se han podido leer, enteros, en rumano y "en una versión parcial en sueco", según recuerda D. Sam Abrams en el prólogo del volumen, de casi 500 páginas. Los lectores catalanes son doblemente afortunados: en primer lugar, por disponer a partir de ahora de una de las piezas esenciales de la ambiciosa obra del escritor candidato al Nobel; en segundo lugar, para poder leerla antes que las más de veinte lenguas a las que se traduce, habitualmente, su obra.
Esta semana, mientras leía los Dietarios, me ha pasado algo un poco raro. Usted se ha infiltrado en uno de mis sueños. Aparecía todo descabellado y me decía, con un punto de desesperación: "El camino de la escritura es demasiado doloroso para dedicarse muchos años".
— No me sorprende nada que hayas soñado conmigo. Es un fenómeno que ocurre a muchas de las personas que me leen: sueñan con algunos de mis personajes o conmigo mismo. Todas nuestras mentes están interconectadas. Me parece natural que el arte nos ayude a comunicarnos en sueños.
Los sueños son fundamentales, tanto en sus novelas como en los Dietarios. ¿Por qué?
— Los sueños me permiten acceder a otra realidad. Cuando son recurrentes, me hace creer en la verdad de esa otra dimensión. Yo siempre soy lo mismo y me comporto igual, en los sueños. A menudo me veo desde afuera, como si fuera un personaje de un juego de ordenador. Esta capacidad se llama autoscopia, y normalmente no es buena señal.
Establece una división entre la persona y el escritor. En alguna entrada recuerda que es geminis, uno de los signos dobles del horóscopo. La dualidad es una de las raíces de su obra.
— No creo mucho en el horóscopo, pero siento una dualidad natural que se refleja en la obra simbólicamente. Por un lado, está el autor; y, por otro, la persona natural. En la vida cotidiana soy la persona más sencilla del mundo. Me hace contento lo mismo que puede contentar a cualquier otro. Intento disfrutar de la vida al máximo. Ahora bien, cuando me siento a escribir me transformo.
¿Se transforma?
— Hay alguien que escribe, o más bien alguien que recibe de algún sitio las páginas que transcribe. Es un proceso similar a la hipnosis. Cuando vuelvo en sí no recuerdo que soy escritor. De hecho, cuando alguien me pregunta por la profesión que tengo, respondo que soy profesor. Éste ha sido mi trabajo durante 40 años.
Este dietario empezó en 1973, cuando tenía 17 años, pero las primeras anotaciones que hizo públicas son de 1990, de diecisiete años después.
— Hasta 1990 tenía la sensación de que escribía para mí. A partir de entonces cambié de opinión. Este dietario no es una cuestión de exhibicionismo personal, sino más bien una necesidad literaria y cultural, como si publicase una novela o un libro de poemas. Es un proyecto extraordinariamente importante para mí, pero nunca pienso en ello. Escribir un dietario es cómo respirar.
Habla muy a menudo de la lucha por seguir escribiendo y de la insatisfacción por lo que consigue escribir.
— Es una neurosis que tengo, lo reconozco, una preocupación subliminar por la escritura y la obra que aparece a menudo en los dietarios.
En 1990, meses después de la caída del régimen de Ceausescu, a usted le obsedía el calendario de futuras publicaciones. Y ya pensaba en libros que publicaría 25 años después, como Solenoide, que entonces debía decirse Mi vida nocturna.
— Cuando me encontré por primera vez con mi actual editor rumano [Humanitas] le detallé todo lo que iba a publicar durante las tres décadas siguientes. Era 1993, y ya sabía cuándo tendría terminada la trilogía deCegador, Solenoide o Lulu. Él debió de pensar que estoy sonado, pero poco a poco vio cómo se iban cumpliendo mis profecías. En ningún caso fallé más allá de un año.
Theodoros, la novela que finalmente publicó en el 2022, ya aparece a principios del dietario.
— Es mi primera novela, teniendo en cuenta que las demás eran ensayos poéticos y que ésta, en cambio, sigue un relato y es de carácter épico. Se extiende durante 3000 años de historia ya lo largo de la mitad del hemisferio terrestre.
Parece que no podremos leerla en catalán.
— Saldrá en castellano en otoño [en Impedimenta].
El mundo que describe al inicio del dietario es el del derrumbe del comunismo. Al final cuenta algunos viajes, la consagración internacional... De vez en cuando encontramos alguna anécdota divertida, como aquella despedida de soltera que ve en Madrid: una de las chicas, por encima del velo del traje de novia, lleva "un gran pene erecto, de tela rosa, rellena con algodón, probablemente, acompañado de dos testículos bien formados”.
— El período dictatorial duró 34 años, en Rumanía, y durante todo ese tiempo la política no me preocupó. El sistema era de una extraordinaria dureza. Para mí era más importante dedicarme a escribir literatura que reaccionar contra el régimen. Cuando fuimos libres hice todo lo posible por hacer avanzar al país. Fue importante que muchos intelectuales nos pronunciáramos para acercarnos a la Unión Europea y nos signifiquésemos a favor de los derechos del hombre. No es fácil: todavía ahora ocupan posiciones de poder los sucesores de la securitate, la policía secreta de la dieta.
En los dietarios detalla algunas de las persecuciones que ha recibido como autor. Hay un momento en el que escribe: "Unos me darían el Nobel, otros me darían por el saco".
— Siempre he estado rodeado de la adversidad de los demás, ya sea desde la política o desde el ámbito literario. Puede parecer natural, porque en el mundo cultural hay mucha competencia y unos y otros se critican entre sí. Nunca he querido tomar parte en polémicas y no me he comparado con nadie. La respuesta a los ataques que he recibido siempre ha sido la misma: escribir cada vez un poco mejor.
El dietario se detiene en 2017. ¿Qué nos espera a la siguiente entrega?
— El periodo 2017-2023 –que publicaré el próximo año– ha sido muy complejo y ocupa más de un millar de páginas, pero lo reduciré a la mitad, porque el dietario no es un género muy popular. Tengo un mal recuerdo personal del año de la pandemia, pero lo que ha venido después ha sido peor. Estamos en la situación política más delicada de la Segunda Guerra Mundial. A esto se suman los problemas ecológicos, que me preocupan mucho, y el inquietante avance de la inteligencia artificial.
Hace dos años le empeñaba la guerra de Ucrania.
Y todavía sigue igual, es terrible. Ahora tenemos la guerra en la Franja de Gaza, que cada vez se complica más. China sigue siendo el gran gigante desconocido. Y el resultado de las próximas elecciones estadounidenses tendrá consecuencias en la situación global. Cuando pienso en todo esto, el sentimiento es, por citar a Kierkegaard, de temblor.