Novela de campus con misterio criminal y aires góticos: el título de culto de Donna Tartt
Tres décadas después de ser publicada, 'La historia secreta' sigue irradiando una fascinación turbia e hipnótica
La historia secreta Donna Tartt
- Las Otras Hierbas
- Traducción de Joana Castells
- 728 páginas
- 29,90 euros
Donna Tartt (Mississipi, 1963) tenía sólo veintinueve años cuando en 1992 publicó La historia secreta. Teniendo en cuenta que la novela tiene más de setecientas páginas, la debió empezar a escribir, a más tardar, a mediados de la veintena. Si lo señalo es sólo para subrayar que la novela tiene, sobre el papel, muchos de los defectos que suelen atribuirse a las novelas de juventud: la pedantería, un exceso casi teatral de autoconciencia, la prolijidad de quienes gusta y además pretende contarlo todo, un afán a veces retorcido ya veces ingenuo de sofisticación...
Aun así, leída más de tres décadas después de ser publicada (la traducción al catalán de Joana Castells, la primera que se hace, se intuye espléndida), La historia secreta sigue irradiando la fascinación turbia e hipnótica que desde el primer momento deslumbró a miles de lectores y la convirtió en un título de culto. ¿Cómo se explica? Porque, como todos los buenos creadores, Tartt sabe que en literatura no hay recetas que valgan y, con todo el talento de su juventud ambiciosa y descarada, fue lo suficientemente hábil y lo suficientemente atrevida como para coger lo que en principio deberían ser defectos y convertirlos en virtudes poniéndolos al servicio de un mundo, de unos personajes, de una atmósfera moral y de una intriga perfectamente adecuadas.
Novela de campus, misterio criminal y exploración con resonancias y texturas góticas del error, la soberbia, la perversidad, la culpa y el mal, La historia secreta cuenta la historia de un grupo de cinco amigos que estudian Literatura y Cultura clásicas en una universidad de élite de Nueva Inglaterra. Como si de una secta erudita y refinada se tratara, los cinco dan clases exclusivas e intensivas con un profesor, Julian Morrow, que no se sabe si es una versión posmoderna del Aristóteles mentor del joven Alejandro Magno o bien un eco domesticadamente depravado de algún personaje lunático de Edgar Allan Poe.
Un narrador fitzgeraldiano
El ecosistema selecto, exquisito y claustrofóbico de este grupo formado por cinco estudiantes y un profesor sólo se abre puntualmente para acoger quién será el narrador de la historia, Richard Papen, un estudiante californiano que viene de una familia igual de desestructurada que las de sus nuevos compañeros, pero que dispone de muchos menos recursos. Es uno de los aciertos cruciales de la novela, ese narrador fitzgeraldiano que participa del relato (entre la envidia, la perplejidad, la admiración y la repulsa) pero, al mismo tiempo, siempre se mantiene un poco al margen por su condición deoutsider o de desclasado. Que la voz rememorativa de Papen, que lo cuenta todo y hace balance ético e intelectual cuando todo hace tiempo que aconteció, pueda sostener el peso de más de setecientas páginas, sin que ni el ritmo ni la intensidad decaigan más que en alguna escena quizás sobrera o en algún diálogo alargado, es toda una proeza.
Aunque Tartt usa el suspense como herramienta para crear misterio (es decir, no hay revelaciones sorprendentes, en La historia secreta, ni tampoco asesinos de quienes hay que investigar su identidad: desde el principio ya se nos anuncia qué pasó y lo que descubriremos mientras leemos es cómo pasó y qué consecuencias desató lo que pasó), creo que es mejor no contar nada del argumento. Así los lectores se sumergirán mejor en los hechos espantosos que se cuentan y en el ambiente progresivamente enrarecido y envilecido que generan. Sólo diré que, gracias a un estilo plástico y preciso ya un tono muy bien logrado que mezcla gravedad y soltura, Tartt toma situaciones y comportamientos que podrían haber resultado librescamente inverosímiles –la cotidianidad refistolada y decadentista de unos jóvenes universitarios de finales de los 80, la simulación de un ritual dionisíaco que no fue como estaba previsto, el desbarajuste conspiranoico y fratricida que se derivó...– y logra hacerlos plausibles.
El gran misterio de La historia secreta, en cualquier caso, no es argumental sino formal. Extensa y meticulosa, es una novela que, cogida en conjunto y pensada panorámicamente, da la impresión de ser caudalosamente prolija, con escenas redundantes, sin apenas elipsis, con diálogos que a menudo no aportan informaciones suplementarias... Sin embargo , cogida al detalle, leída escena a escena, párrafo a párrafo y frase a frase, hace que el lector sienta que todo lo que sale es adictivamente necesario.